Superpoblaci¨®n de egos
Cuando en escena se reparte meticulosa y proporcionalmente el protagonismo de los artistas que la ocupan no se puede hablar de grupo, sino de adici¨®n de individuos. Queen + Paul Rodgers, el mismo nombre lo dice: unos se?ores y otro se?or, quien, por cierto sustituye a otra personalidad que no est¨¢ al menos f¨ªsicamente, porque en ese desvar¨ªo que se vivi¨® en el Sant Jordi, el que falta, Freddie, cant¨® desde la pantalla como si se tratase de una psicofon¨ªa en 3-D. En una noche para el olvido, este guirigay de individualidades no sum¨®, sino m¨¢s bien rest¨®, rest¨® cohesi¨®n, continuidad y ritmo a un espect¨¢culo art¨ªsticamente innecesario, ¨¦ticamente dudoso y definitivamente letal. Hubo muy poco p¨²blico, pero seguro que la pr¨®xima vez que vuelva lo que queda de Queen, a¨²n habr¨¢ menos.
Queen + Paul Rodgers
Palau Sant Jordi. Barcelona, 22 octubre 2008.
La noche record¨® al servicio militar. Si el escenario era la garita, los artistas eran los reclutas que se sustitu¨ªan ocup¨¢ndola cada cierto tiempo. Por ello mismo, al repart¨ªrselo entre todos, el entarimado acababa por no ser de nadie, el repertorio iba y ven¨ªa de Queen -viejos y nuevos- a Free o Bad Company -ex grupos de Rodgers- y los solos, en estos Queen manifestaci¨®n suprema de onanismo musical, cultivaban los bostezos alargando el concierto con vacuidad. En esta tesitura el Show must go on son¨® a condena, y s¨®lo la pintoresca figura de May, id¨®nea para la corte de Luis XIV con ese peinado que parece hijo de bigud¨ªs, y de Rodgers, con su barba podada asemej¨¢ndole ora a un granadero machorro otrora a un efebo, mantuvieron el inter¨¦s.
Que sonasen temas de Queen, aquel grupo que s¨ª ten¨ªa a un solo se?or que se bastaba para llenar el escenario apropi¨¢ndose de ¨¦l, result¨® anecd¨®tico. Tambi¨¦n penosillo, pues las comparaciones a establecer resultaban sangrantes. Tras m¨¢s de dos horas de show, la polilla concluy¨® su trabajo y son¨® el himno de Inglaterra. Todos a casa con un nuevo recuerdo pulverizado.
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