El maquinista de lo impersonal
Los dos viajes que el Transiberiano ha realizado a trav¨¦s del paisaje, no siempre fluido, del cine espa?ol de g¨¦nero podr¨ªan servir para ilustrar una peque?a lecci¨®n sobre la singular evoluci¨®n de las estrategias de la industria para fabricar un artefacto capaz de defenderse fuera de nuestros mercados. P¨¢nico en el Transiberiano (1972), de Eugenio Mart¨ªn, coproducci¨®n hispano-brit¨¢nica, fue una tan exc¨¦ntrica como distinguida muestra de ese llamado terror de pipas que hac¨ªa furor en los cines de barrio patrios, a la vez que, en otros territorios m¨¢s sensibles a la po¨¦tica del cine popular, sentaba las bases de un seguimiento de culto que a¨²n hoy sigue vigente.
P¨¢nico en el Transiberiano, pel¨ªcula en la que Christopher Lee, Peter Cushing y Telly Savalas compart¨ªan reparto con Silvia Tortosa, Helga Lin¨¦ y V¨ªctor Israel, no parec¨ªa fruto del c¨¢lculo: su toque de distinci¨®n estaba en su casi irracional sentido del exceso, en su energ¨ªa casi imprudente, en esas dosis de locura (y confusi¨®n) que el cine de la Hammer jam¨¢s se hubiese permitido.
TRANSSIBERIAN
Direcci¨®n: Brad Anderson.
Int¨¦rpretes: Emily Mortimer, Woody Harrelson, Ben Kingsley, Eduardo Noriega, Kate Mara.
G¨¦nero: thriller. Espa?a, Reino Unido, Alemania, 2008.
Duraci¨®n: 111 minutos.
Treinta y seis a?os despu¨¦s, un pasaje igualmente heterog¨¦neo -Ben Kingsley, Emily Mortimer, Woody Harrelson y Eduardo Noriega- se sube al hist¨®rico ferrocarril con Brad Anderson al frente, maquinista que se dir¨ªa empe?ado en escapar de la impronta personal que resultaba tan palpable en trabajos como Happy accidents (2000) y Session 9 (2001). Este thriller con mafia rusa, polic¨ªa corrupta, mochileros inquietantes y pareja de reci¨¦n casados con alg¨²n secreto en el neceser no es una mala pel¨ªcula: su problema es que parece empe?ada en borrar su identidad, en avanzar por caminos demasiado recorridos, en autodestruirse en la memoria del espectador segundos despu¨¦s de abandonar la sala. Si hay pel¨ªculas que parecen hechas para los museos, ¨¦sta parece hecha para las audiencias cautivas de un viaje en autob¨²s (o en tren).
M¨¢s o menos s¨®lida y eficaz, Transsiberian tiene el d¨¦ficit de carisma de uno de esos productos transnacionales que hoy son fruto del c¨¢lculo: es improbable que alguna nostalgia futura lo recicle como objeto de culto.
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