Un ego del diez
Bunbury aparca la pol¨¦mica con uno de los conciertos m¨¢s intensos de su carrera
Seg¨²n desvela Bunbury en su web, en una entrevista reciente en el programa Buenafuente, se encuentra t¨¦cnicamente bajo una "verdadera depresi¨®n desde hace un mes". La raz¨®n se la pueden imaginar: las noticias que dan cuenta de que el m¨²sico utiliza, en su ¨²ltimo disco, Hellville de luxe, frases de poetas y no los cita.
Claro que un hombre aplastado emocionalmente no canta con la furia que exhibi¨® anoche el aragon¨¦s; claro que una persona con el ¨¢nimo deca¨ªdo no arranca esas peleonas notas de su guitarra; claro que un tipo con el cuerpo destemplado no se mueve por el escenario con semejante excitaci¨®n. O quiz¨¢ s¨ª: por todo lo que est¨¢ pasando, por ese hostigamiento de los medios que dice sufrir, Bunbury ascendi¨® a la carrera la rampa que da acceso al escenario del Palacio de los Deportes y entreg¨® uno de los mejores conciertos que se le recuerdan.
Se dej¨® el mal rollo en su cortijo y salio encorajinado a hacer lo que mejor sabe
El m¨²sico se dej¨® el mal rollo en su cortijo gaditano, se calz¨® con sus m¨¢s relucientes ropas de vaquero el¨¦ctrico y sali¨® encorajinado a hacer lo que mejor sabe: ofrecer un espect¨¢culo rockero de primera divisi¨®n. El p¨²blico, que no llen¨® el Palacio, tampoco aparentaba depresi¨®n, y s¨ª ganas de tertuliar sobre el tema. Est¨¢ la versi¨®n a las bravas: "Me importa un huevo que pille de aqu¨ª y de all¨¢: es dios" (Alejandro, 27 a?os). Y la m¨¢s reflexiva: "Bueno, s¨ª, podr¨ªa haber citado sus fuentes, pero eso no significa que haya plagiado ni que se eche por tierra una carrera de tantos ¨¦xitos" (Almudena, 30 a?os).
Todo qued¨® olvidado en la humeante temperatura ambiente del Palacio cuando el protagonista puso a funcionar sus am¨ªgdalas. Bunbury es un prodigio est¨¦tico. Ning¨²n m¨²sico del rock espa?ol goza de esta cualidad. En las butacas del recinto estaban j¨®venes bandas, como Sidonie o Pereza, tomando nota de c¨®mo se maneja el ma?o. Una mano aqu¨ª, otra all¨¢, una pierna para la derecha. Este hombre debe ser intratable jugando al twister. Es tan bueno con sus posturitas que a veces est¨¢n por encima de algunas de sus canciones.
Anoche realiz¨® un concierto ofensivo, al ataque, impetuoso, dejando la defensa desguarnecida. Todos al ataque. La nueva propuesta del m¨²sico propicia esta t¨¢ctica. Consiste b¨¢sicamente en cambiar los condimentos. Lo que en su etapa cabaretera eran zumbantes instrumentos de viento ahora son aceradas guitarras el¨¦ctricas. Hasta tres se re¨²nen a sus anchas en el escenario. Y hay espacio de sobra para ellas, sobre todo para la del calvo Jordi Mena, un fiera toda la noche.
Bunbury fue concatenando piezas de sus cinco discos en solitario (nada de H¨¦roes, viejos seguidores): La se?orita hermafrodita, El extranjero, El rescate o Buj¨ªas para el dolor, esa joya que contiene su notable nuevo disco. En un momento del concierto, y con mucho cinismo con la que est¨¢ cayendo, dijo: "Ninguno nos hemos inventado nada, dig¨¢moslo de una vez por todas". Luego, volvi¨® a su pose de gal¨¢n chuleta.
De uno a diez, no sabemos que ego tiene Bunbury cuando pasea por la calle (¨¦l dice que un cuatro), pero cuando se sube a un escenario (¨¦l asegura que un ocho) alcanza el diez. Como debe ser.
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