La crisis empieza a afectar a Am¨¦rica Latina
Hasta hace un par de semanas, la ret¨®rica latinoamericana a prop¨®sito de la magna crisis financiera que azota a Occidente (ya cada vez m¨¢s a Oriente tambi¨¦n) se caracterizaba por una mezcla muy peculiar de jactancia y prepotencia. Por un lado, l¨ªderes como Cristina Fern¨¢ndez, de Argentina, y Hugo Ch¨¢vez, de Venezuela, proclamaban el fin del neoliberalismo, el bien merecido castigo a Estados Unidos por los incontables e innegables pecados de Bush, y la plena justificaci¨®n de pol¨ªticas diferentes: por fin parec¨ªa que otro mundo fuera posible. Por otro lado, mandatarios como Lula y Calder¨®n, de Brasil y M¨¦xico, respectivamente, aseguraban que la crisis no afectar¨ªa a sus pa¨ªses, por distintos motivos: el presidente brasile?o decidi¨® que "¨¦sta es una crisis de Bush", y los colaboradores del mexicano aseveraban que la econom¨ªa de M¨¦xico estaba "blindada" contra los estragos de la crisis. Por ¨²ltimo, se alegaba que en el pasado (crisis de la deuda de 1982, efecto tequila de 1995, devaluaci¨®n brasile?a de 1999), las hecatombes se originaban en Am¨¦rica Latina y se extend¨ªan hacia el norte. Ahora no es el caso, y por tanto no hay raz¨®n para suponer que el contagio se produzca. Todas estas tesis se antojan cada d¨ªa m¨¢s falsas.
jorge Casta?eda M¨¦xico, Chile, Brasil, Uruguay y Colombia pueden salir adelante con apenas unos cuantos moretones
Tras el 11-S, Bush envi¨® a sus compatriotas a comprar a cr¨¦dito
Se han quedado en el camino, por equivocadas e irresponsables, y sobre todo porque la realidad se ha encargado de desmentirlas. Para empezar, las principales monedas latinoamericanas (el peso mexicano, el real brasile?o, el bol¨ªvar venezolano, el peso argentino) han sufrido devaluaciones de hecho importantes en las ¨²ltimas semanas, al extenderse el nerviosismo de Wall Street y de los mercados europeos a nuestros pa¨ªses. Estos movimientos, a su vez, han comenzado a generar dos tipos de fen¨®menos: brotes inflacionarios o alzas en las tasas de inter¨¦s para retener capitales, que posteriormente se transfieren al conjunto de la sociedad (hipotecas, autom¨®viles, tarjetas de cr¨¦dito).
El segundo impacto, m¨¢s importante sin duda, consiste en la ca¨ªda de los precios de los principales productos de exportaci¨®n latinoamericanos -los commodities- en los ¨²ltimos tiempos. La soja, el petr¨®leo, el cobre, el hierro, el carb¨®n, en buena medida las locomotoras de la expansi¨®n econ¨®mica reciente de Am¨¦rica Latina, han sufrido derrumbes, y los consiguientes ingresos gubernamentales, tambi¨¦n. El Gobierno argentino percibe una importante proporci¨®n de sus ingresos fiscales de impuestos a la exportaci¨®n sobre la soja; el fisco mexicano depende en m¨¢s del 30% de las exportaciones de petr¨®leo. Se caen los ingresos, aumentan los d¨¦ficit, o se enfr¨ªan las econom¨ªas.
El tercer impacto, complementario del primero, consiste en un hecho generalmentedesconocido por el gran p¨²blico, aunque muy pertinente para los analistas e inversionistas. Hoy en d¨ªa, 38 empresas brasile?as, 20 mexicanas, 15 chilenas, 11 argentinas y varias peruanas y colombianas se cotizan en la Bolsa de Valores de Nueva York. El sistema mediante el cual esto sucede lleva el acr¨®nimo de ADRs -American Depository Receipts-, que le permite al inversionista norteamericano comprar y vender, indirectamente, acciones en estos pa¨ªses. Huelga decir que un gran n¨²mero de empresas europeas hacen lo mismo. La diferencia estriba en que la proporci¨®n de la capitalizaci¨®n de mercado controlado por estas empresas latinoamericanas en las Bolsas locales es muy superior al de las europeas. El mejor ejemplo es el Grupo Carso, el holding de Tel¨¦fonos de M¨¦xico y Am¨¦rica M¨®vil, que representa casi el 50% de las transacciones de la Bolsa Mexicana de Valores.
Cuando el ?ndice Dow Jones cae en Nueva York, arrastra a la baja a los ADRs de Am¨¦rica Latina, que a su vez afectan a las Bolsas en cada pa¨ªs. Los inversionistas se salen de la Bolsa, y se van donde siempre se han ido los ricos latinoamericanos cuando se ponen nerviosos: a d¨®lares. Esto genera presiones adicionales sobre el tipo de cambio, con las consecuencias que ya vimos.
En otras palabras, en una econom¨ªa globalizada, la mera idea de que alg¨²n pa¨ªs -sobre todo con econom¨ªas tan abiertas como la mexicana, la chilena, la peruana e incluso la brasile?a y la argentina- pueda permanecer al margen de la crisis es ilusa en el mejor de los casos, si no es que francamente peregrina. Pero incluso m¨¢s ingenua resulta la esperanza de que, por un lado, la crisis financiera no azote a la llamada "econom¨ªa real" de los pa¨ªses ricos, y que dicho impacto no surta efectos en la "econom¨ªa real" de los pa¨ªses de ingreso medio, principalmente de Am¨¦rica Latina. De nuevo, ambas tesis son falsas.
Al empezar a despejarse la incertidumbre financiera, y al iniciarse, por fin, una respuesta ordenada del G-7, comienza a entreverse lo que dej¨® el tsunami al tiempo de la resaca. Queda una vasta zona de desastre, ante todo en Estados Unidos (y quiz¨¢s Espa?a), pero de alguna manera en todo el mundo industrializado. George Bush, en lugar de pedirle "sangre, sudor y l¨¢grimas" a sus compatriotas despu¨¦s del 11 de septiembre, les aconsej¨® que se fueran de compras. Le tomaron la palabra: vivienda, autom¨®viles, yates peque?os, televisores de plasma, vacaciones a granel, etc. Pero el consumidor estadounidense, locomotora tradicional de la econom¨ªa de su pa¨ªs, se endeud¨® hasta el cogote. Hoy, para salir de la crisis de la econom¨ªa real, va a tener que desendeudarse, y para ello va a tener que ahorrar, y por tanto, recortar su consumo. De todo, y por un plazo indefinido: nadie conoce exactamente el tama?o de la burbuja que revent¨®.
Y este recorte, o el receso econ¨®mico consiguiente, no podr¨¢ dejar de generar consecuencias en el resto de las econom¨ªas del mundo. Primero en China y Asia oriental: su dinamismo ha provenido de muchos factores, pero entre otros del hambre insaciable del consumidor norteamericano por la infinita cantidad de gadgets que los asi¨¢ticos producen. Al caerse la demanda por sus bienes, caer¨¢ tambi¨¦n su demanda por los bienes de otros, y en particular por los commodities procedentes de Am¨¦rica Latina. De all¨ª el desplome del precio del petr¨®leo, pero tambi¨¦n de las dem¨¢s materias primas. Y de all¨ª, tambi¨¦n, el contagio de econom¨ªa real a econom¨ªa real.
Esto ser¨¢ a¨²n m¨¢s cierto en el caso de pa¨ªses como M¨¦xico, que dependen mucho menos que otros de las ventas de commodities, pero mucho m¨¢s que otros del mercado norteamericano. El pa¨ªs azteca exporta principalmente manufacturas, y alimentos de elevado valor agregado como hortalizas; pero dirige el 90% de sus ventas a Estados Unidos. No se requiere un premio Nobel de Econom¨ªa para entender lo que le va a suceder a la econom¨ªa mexicana.
Am¨¦rica Latina va a sufrir los estragos de la crisis. Es cierto que se encuentra mejor preparada que nunca para enfrentar este reto, y que algunos pa¨ªses emerger¨¢n del drama mejor que otros. Justamente M¨¦xico, Chile, Brasil, Uruguay, Colombia, por la prudencia y ortodoxia de sus pol¨ªticas macroecon¨®micas, y la calidad de sus liderazgos, deben de salir adelante sin mucho m¨¢s que raspones y moretones. Otros, como Argentina, Per¨², Paraguay, los centroamericanos y la Rep¨²blica Dominicana, se ver¨¢n m¨¢s golpeadas, pero al final del d¨ªa, podr¨¢n sortear la adversidad. A los dem¨¢s -Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba-, Dios los coja confesados.
Jorge Casta?eda, ex secretario de Relaciones Exteriores de M¨¦xico, es profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York.
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