La revoluci¨®n
Fotografiar la fotograf¨ªa. He ah¨ª una tendencia que hace furor. Im¨¢genes de suicidas tir¨¢ndose desde lo alto de los rascacielos, tomadas no de la realidad, sino de las p¨¢ginas de sucesos, y que resultan infinitamente m¨¢s dram¨¢ticas que las originales. La carrera de Jackie Kennedy Onassis huyendo campo a trav¨¦s de un paparazzi, como una esbelta salvaje. Andy Warhol en un fotomat¨®n, clon¨¢ndose a s¨ª mismo, m¨¢s Warhol que nunca. El retrato m¨¢s real, de una veracidad encarnizada, es el que muestra a Fidel Castro a gran tama?o, con su vestimenta de comandante. Parece captar cada c¨¦lula de su rostro. Lo tom¨® en el 2001 el japon¨¦s Hiroshi Sugimoto, no en La Habana, sino en el museo de cera de Madame Tussaud. Hay muchos personajes as¨ª, que se han pasado de realidad. O que vienen de otra realidad y se han introducido en ¨¦sta.
Vivimos una ¨¦poca de l¨ªderes de museo de cera a los que se detecta por la brutal naturalidad de las fotograf¨ªas. Hay personajes que parecen haber crecido all¨ª, en los s¨®tanos y desvanes del museo, como el h¨¦roe local Carlos Charly Fabra o su universal colega de jovial jeta de cera, Silvio Berlusconi. Bush, en el balance del mandato, se considera "menospreciado" por sus compatriotas. Menos que eso: no lo quieren ni en el museo de cera. Ni siquiera como malo ha sido convincente. No le llega ni a los pies a Jos¨¦ Mar¨ªa, o terror dos Azores, que alg¨²n d¨ªa reinar¨¢ en las gloriosas penumbras de Madame Tussaud. El dilema pol¨ªtico que vive Estados Unidos en la actual campa?a es escoger entre una nueva realidad o la de cera. Los estadounidenses ya se han decidido. Como nunca. Se nota en la gente que entra y sale de las bibliotecas con su chapa de Obama. ?sa es su fuerza. Obama no procede de un museo de cera sino de las bibliotecas p¨²blicas. Ser¨¢ una revoluci¨®n: volver a la realidad.
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