La discreta se?ora de Brown
Sarah, el arma secreta del primer ministro brit¨¢nico
Pese a su gusto por el segundo plano, Sarah, la mujer de Gordon Brown, se est¨¢ convirtiendo en el arma secreta del primer ministro brit¨¢nico. En septiembre sorprendi¨® y encandil¨® al presentarle cuando ¨¦l iba a pronunciar un crucial discurso. Cada vez aparece m¨¢s en p¨²blico y esta semana se ha ido a Escocia, a pedir el voto para los laboristas en unas elecciones parciales.
Su biograf¨ªa no es muy densa. Naci¨® en octubre de 1963 en Buckinghamshire, hija de un editor escoc¨¦s y una maestra inglesa. Vivi¨® en Tanzania desde los dos a?os hasta los siete, cuando sus padres se divorciaron y ella se mud¨® con su madre al norte de Londres. Estudi¨® psicolog¨ªa en la Universidad de Bristol pero, acabada la carrera, se decant¨® por el mundo de las relaciones p¨²blicas y acab¨® montando su propia compa?¨ªa con su antigua amiga del colegio, Julia Hobsbawm, hija del famoso historiador marxista. Su vida cambi¨® a trav¨¦s de su compa?¨ªa, Hobsbawm Macaulay Communications, que se convirti¨® en una de las preferidas de la izquierda brit¨¢nica y contaba como cliente al Partido Laborista.
En un viaje de trabajo a Escocia, Sarah Macaulay coincidi¨® en el avi¨®n con Gordon Brown. El flechazo fue instant¨¢neo, aunque la relaci¨®n no se hizo formal hasta 1997. Se casaron en agosto de 2000.
De Sarah Brown se dice que es tan inteligente como Cherie Blair pero que ah¨ª acaban las comparaciones. Sarah est¨¢ siempre en un silencioso segundo plano, pasa de la moda y dej¨® de trabajar en 2001, al quedar embarazada. La peque?a Jennifer Jane naci¨® prematura y falleci¨® 10 d¨ªas despu¨¦s. Sarah y Gordon han tenido dos hijos m¨¢s: John naci¨® en 2003 y Fraser en 2006, aquejado de fibrosis c¨ªstica. A pesar de la tragedia, los Brown jam¨¢s han utilizado pol¨ªticamente a sus hijos. La esposa del primer ministro divide su atenci¨®n entre la familia y la caridad.
Los Brown viven con frugalidad. Pese a venir del mundo de las relaciones p¨²blicas, Sarah huye de la banalidad de las fiestas sociales y desconf¨ªa de la prensa.
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