Un preso apestado
Miguel Ricart, penado por el crimen de las ni?as de Alc¨¤sser, ha sufrido durante a?os el rechazo de los dem¨¢s reclusos. La fiscal¨ªa quiere aplicarle la 'doctrina Parot' para evitar que salga libre
V ive desde hace 15 a?os entre rejas. Pero eso, posiblemente, no es lo m¨¢s duro. Lo m¨¢s duro para ¨¦l es que est¨¢ marcado, como si fuera un apestado con el que la mayor¨ªa de sus compa?eros de cautiverio no quiere tener la menor relaci¨®n. Es Miguel Ricart T¨¢rrega, nacido en 1969 en Catarroja (Valencia), que hasta hoy es el ¨²nico condenado por la violaci¨®n y asesinato de las ni?as de Alc¨¤sser en 1992. Ha sufrido varios episodios de rechazo total por parte de los dem¨¢s reclusos, por lo que en m¨¢s de una ocasi¨®n ha tenido que ser aislado por las autoridades penitenciarias. Y no s¨®lo eso: la ciudadan¨ªa tampoco quiere tenerle en la calle.
El nombre de Ricart ha vuelto a saltar ahora a la actualidad porque la fiscal¨ªa de Valencia ha remitido a la Audiencia Provincial un escrito en el que solicita que se le aplique la doctrina Parot como forma de evitar que quede en libertad. La doctrina Parot es el nombre con el que se conoce la sentencia del Tribunal Supremo del 28 de febrero de 2006 por la cual la reducci¨®n de penas por beneficios penitenciarios (trabajo, estudios, etc¨¦tera) se aplica sobre el total de las penas y no sobre el m¨¢ximo legal permitido, que es de 30 a?os.
Instituciones Penitenciarias le ha mantenido aislado en varias etapas para evitar que sea agredido
Nadie visita a este recluso, que actualmente est¨¢ en Zaragoza. Ni siquiera su familia, ni un abogado
Hace unos meses, la secretaria general de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo, pregunt¨® a la Audiencia si le aplicaba a Ricart la doctrina Parot para calcular la redenci¨®n de pena que le pudiera corresponder. Los jueces respondieron que no y que a este recluso se le deb¨ªa hacer una liquidaci¨®n de condena "normal", contabilizando un d¨ªa por cada dos de trabajo. Esto supondr¨ªa que saliera libre en 2011, es decir, dentro de tres a?os. Y eso es lo que ha causado cierta alarma social.
Pero la fiscal¨ªa ha pedido ahora que el recuento se haga sobre cada condena que pesa sobre Ricart, es decir, por los tres delitos de asesinato y cuatro continuados de violaci¨®n, en concurso con tres delitos de rapto (en total 170 a?os de privaci¨®n de libertad). Eso conllevar¨ªa que siguiese entre rejas hasta 2023.
Fue detenido en enero de 1993, acusado de la tortura, violaci¨®n y asesinato de Miriam Garc¨ªa, de 14 a?os; Antonia G¨®mez, de 15, y Desir¨¦e Hern¨¢ndez, de 14 a?os, que fueron raptadas cuando hac¨ªan autostop para ir a la discoteca Coolor, de Picassent (Valencia). Un crimen salvaje y repugnante que conmocion¨® a toda la sociedad.
Ricart ha tenido siempre una existencia dif¨ªcil. Su madre, Encarnaci¨®n, falleci¨® cuando ¨¦l ten¨ªa tres a?os; y su padre, Miguel, sol¨ªa abusar del alcohol. A los 20 a?os se enrol¨® en la Legi¨®n y dej¨® embarazada a su novia, Mar¨ªa Dolores Cuadrado, con la que tuvo una relaci¨®n tormentosa que acab¨® con la ruptura de la pareja. Tras eso, se fue a vivir a la casa de Antonio Angl¨¦s, su proveedor habitual de coca¨ªna y Rohipnol, con el que particip¨® en varios atracos. Y as¨ª fue a dar con sus huesos en la c¨¢rcel por primera vez.
El 13 de noviembre iba con Antonio Angl¨¦s Martins en el coche en el que ambos recogieron a Miriam, To?i y Desir¨¦e, las tres adolescentes cuyos cad¨¢veres fueron descubiertos en una fosa de la partida de La Romana, pr¨®xima a Tous (Valencia). Tras el hallazgo de las v¨ªctimas en enero de 1993, Angl¨¦s logr¨® eludir un impresionante cerco de la Guardia Civil y escap¨® a Portugal, desde donde prosigui¨® su huida como poliz¨®n en el mercante City of Plymouth. Su pista se perdi¨® en Dubl¨ªn. Desde entonces no ha vuelto a encontrarse el menor rastro de su paradero. Hoy sigue siendo uno de los criminales m¨¢s buscados por la Interpol en todo el mundo.
Ricart es un hombre extrovertido e inmaduro, que necesita estar integrado en un grupo. Sin embargo, desde el primer momento de su encarcelamiento ha sido marginado, excluido y rechazado por los dem¨¢s presos "por haber hecho lo que hizo", seg¨²n fuentes penitenciarias. No en vano, el delito de violaci¨®n es uno de los que suscitan m¨¢s repugnancia en el particular c¨®digo ¨¦tico carcelario.
Al poco de perder la libertad estuvo alojado en un pabell¨®n que s¨®lo ocupaban ¨¦l y otro recluso que se negaba siquiera a hablar con ¨¦l. Fue una de las peores etapas de su vida. Instituciones Penitenciarias le tuvo clasificado en primer grado -un r¨¦gimen muy duro que suele aplicarse a terroristas y mafiosos- pero un juez consider¨® en 2000 que ten¨ªa derecho a ser progresado a segundo grado. Pero tres a?os despu¨¦s fue regresado a primer grado y trasladado al duro penal de Herrera de la Mancha (Ciudad Real).
En 2005, estando en la prisi¨®n de Navalcarnero (Madrid), Ricart consigui¨® que otro juez le concediese el r¨¦gimen mixto: est¨¢ clasificado en segundo grado, que entra?a un r¨¦gimen de vida m¨¢s laxo, pero a efectos de permisos penitenciarios se le trata como si fuera un penado de primer grado. "Es una situaci¨®n que est¨¢ contemplada en el reglamento", explican fuentes penitenciarias, y que conlleva que no pueda disfrutar de ninguna salida al exterior.
Ricart apenas ha pisado la calle desde que fue enjaulado. Una de esas escasas ocasiones fue en marzo de 2004, cuando sufri¨® una dolencia pulmonar que aconsej¨® su traslado al hospital Virgen de Alarcos, de Ciudad Real, y m¨¢s tarde al Hospital Universitario de Albacete.
Buena parte de la sociedad tiene miedo de que un violador y asesino pueda quedar libre, mientras que sus compa?eros lo rechazan. Ya le pas¨® en la c¨¢rcel de Texeiro (A Coru?a), donde no ten¨ªa contacto social con ninguno. Ya le ocurri¨® en Herrera de la Mancha, donde otros tres penados se lanzaron contra ¨¦l, le insultaron y le agredieron, obligando a las autoridades a tenerle bajo protecci¨®n.
Despu¨¦s de recorrer varios penales, vive desde hace dos a?os en el de Zuera (Zaragoza), donde por el momento no padece marginaci¨®n ni rechazo. Tal vez porque la mayor¨ªa de los reclusos -por ins¨®lito que parezca- ignora que el mono de trabajo que viste ese hombre que acude a los talleres de pintura de brocha gorda oculta a uno de los autores del triple crimen de Alc¨¤sser. "Su actual aspecto se parece muy poco al que ten¨ªa cuando fue juzgado en Valencia en mayo de 1997", dicen los funcionarios.
Nadie acude a visitarle. Ni siquiera su familia ni un abogado. Como si estuviera contaminado. Miguel Ricart es un hombre marcado por un crimen terrible.
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