Adi¨®s al capitalismo de Friedman y Hayek
El capitalismo puro se impuso entre 1915 y 1919, cuando yo era ni?o. ?Qui¨¦n lo mat¨®? El presidente republicano Herbert Hoover y su multimillonario secretario del Tesoro Andrew Mellon fueron culpables antes y despu¨¦s del hecho. ?Qui¨¦n lo devolvi¨® a la vida? El New Deal de posici¨®n intermedia impuesto por Franklin Roosevelt. Pero tuvieron que pasar siete a?os desde la investidura de Roosevelt, en marzo de 1933, para conseguirlo.
Perm¨ªtanme avanzar r¨¢pidamente en el tiempo hasta el actual estallido financiero mundial. Los sistemas de mercado no regulados acaban destruy¨¦ndose a s¨ª mismos. ?Ha llegado el sistema de mercado a su fin? Como persona apegada a los valores tradicionales, espero que no. Mil a?os de historia econ¨®mica atestiguan objetivamente lo indispensables que son los sistemas de mercado.
La l¨ªnea intermedia de Roosevelt, Truman, Kennedy y Clinton habr¨ªa evitado el caos y las quiebras de hoy
Marx, Lenin y Stalin eran paletos en lo que a econom¨ªa se refiere. Mao era incluso peor. Y olvid¨¦monos de Castro en Cuba, de Ch¨¢vez en Venezuela y de quienquiera que fuese el que sumi¨® a Corea del Norte en la hambruna y el estancamiento.
?Qu¨¦ es entonces lo que ha causado, desde 2007, el suicidio del capitalismo de Wall Street? En el fondo de este caos financiero, el peor en un siglo, encontramos lo siguiente: el capitalismo libertario del laissez-faire que predicaban Milton Friedman y Friedrich Hayek, al que se permiti¨® desbocarse sin reglamentaci¨®n. ?sta es la fuente primaria de nuestros problemas de hoy. Hoy estos dos hombres est¨¢n muertos, pero sus envenenados legados perduran.
Son palabras duras que deben justificarse. Pero perm¨ªtaseme advertir a los lectores que mi larga y variada experiencia en historia econ¨®mica me ha convertido en un centrista incurable. Peor que eso: he aprendido por las malas a ser incurablemente ecl¨¦ctico.
Fui un estudiante brillante en la conservadora Universidad de Chicago desde 1932 hasta 1935. Mis profesores de Econom¨ªa mundialmente famosos me encantaban, y me colmaron de notas altas. Pero. Pero. Siempre que miraba al exterior por las ventanas de la universidad ve¨ªa tasas de desempleo cercanas al 50%. (La situaci¨®n en la Alemania prehitleriana era m¨¢s o menos la misma). Nada de eso cuadraba con lo que se escrib¨ªa en los libros de texto que me mandaban leer.
?Por qu¨¦ pas¨¦ mis cuatro vacaciones de verano universitarias en la arenosa playa del lago Michigan? Mi familia no era pobre, pero tampoco asquerosamente rica. Por aquel entonces no hab¨ªa ning¨²n trabajo. Ninguno significa eso, ninguno. Pr¨¢cticamente todos los bancos de Indiana, Illinois y Wisconsin hab¨ªan quebrado.
?C¨®mo se las apa?aron el ben¨¦volo presidente Roosevelt y el p¨¦rfido Adolf Hitler para restaurar casi el pleno empleo en los seis largos a?os que siguieron a 1933? Lo que finalmente resolvi¨® el problema fue un enorme gasto deficitario que aument¨® la deuda p¨²blica. Esta historia, tal y como yo acabo de contarla, no se encuentra en casi ninguna de las tesis doctorales de las grandes universidades privadas despu¨¦s de 1970. (Evidentemente, la ciencia mejora y desmejora).
Mis frases conectan con el desconcertante futuro de las iniciativas de rescate que est¨¢n teniendo lugar en los cinco continentes. Primero, aclaremos qui¨¦n tiene la culpa de que la estabilidad y el crecimiento que se produjeron en torno a 1995 se convirtieran en el caos de 2008.
1. No olvidemos nunca las idioteces que ha hecho George Bush en geopol¨ªtica. La historia futura documentar¨¢ ese aspecto.
2. Desde que Ronald Reagan fue elegido para ocupar la Casa Blanca, en 1980, Estados Unidos se ha ido convirtiendo gradualmente en un pa¨ªs de derrochadores en los planos familiar, empresarial y p¨²blico, como buenos derechistas radicales partidarios de la oferta.
En una fecha futura incierta, cuando se produzca un ataque mortal y desordenado contra el d¨®lar como divisa, los gestores de fondos de cobertura que sobrevivan en Estados Unidos ser¨¢n los principales vendedores al descubierto de d¨®lares. Esos legados de Reagan habr¨¢n desempe?ado una funci¨®n crucial.
3. Los programas de "conservadurismo compasivo (sic)" prometidos por George Bush resultaron ser un programa de enormes recortes tributarios exclusivamente para gente como mis pr¨®speros vecinos.
4. El fomento deliberado de la desigualdad no aceler¨® la productividad total de los factores en Estados Unidos. Por el contrario, la obscena subida de los emolumentos de los altos directivos volvi¨® disfuncional todo el sistema de gobernanza empresarial. Los directores generales de carrera se lo montaron muy bien contando mentiras sobre los verdaderos beneficios de las empresas. Incluso despu¨¦s de que los descubriesen, se fueron al banco con una sonrisa de oreja a oreja.
De hecho, los candidatos de Bush para la Comisi¨®n de Control del Mercado de Valores, como el primer presidente que nombr¨®, Harvey Pitt, fueron elegidos s¨®lo porque liberalizar¨ªan el sistema, en lugar de mantener una sensata regulaci¨®n centrista. Pitt fue escogido principalmente porque hab¨ªa sido abogado de las cuatro empresas contables principales, que a su vez estaban fabricando nuevas formas enga?osas de medir la verdadera rentabilidad.
5. Pongan a estos contables en el estrado de los testigos. Les pagan aquellos a quienes se supone que deben vigilar, un caso flagrante en el que la vigilancia y la reglamentaci¨®n son una necesidad fundamental.
6. Dejen sitio en el juzgado para las tres grandes agencias de clasificaci¨®n: Fitch, Moody's y S&P-McGraw Hill. Se supone que s¨®lo dan aprobaciones AAA al material seguro. Pero si una de las tres se volviera objetivamente veraz, las otras dos se quedar¨ªan con todo el negocio. Eso apesta a conflicto de intereses. Que tome nota el Congreso.
7. Por ahorrar espacio, pasar¨¦ a los nuevos "diab¨®licos monstruos Frankenstein" de la nueva "ingenier¨ªa financiera". Puede que yo y otros compa?eros del MIT de Chicago, de Wharton, Penn y otras universidades, lo pasemos mal cuando nos enfrentemos a san Pedro en las puertas del cielo.
?Cu¨¢l es el problema? Es verdad que los derivados y los cr¨¦ditos rec¨ªprocos pueden proporcionar un reparto racional del riesgo y, por consiguiente, reducir el riesgo total, pero tambi¨¦n pueden destruir por completo cualquier transparencia.
Durante d¨¦cadas he participado en consejos directivos sin ¨¢nimo de lucro con directores generales desde Nueva York hasta California. Ninguno de ellos entendi¨® nunca nada de las f¨®rmulas de Black, Scholes y Merton para valorar activos. Todo lo que sab¨ªan, o pensaban que sab¨ªan, era que los nuevos y maravillosos centros de beneficios libres de riesgo hab¨ªan invadido sus despachos. Era mejor que la alquimia que convert¨ªa el esti¨¦rcol en oro.
Por lo visto, nadie aprendi¨® la lecci¨®n de 1998, cuando Long Term Capital Management (LTCM) estuvo a punto de quebrar y necesit¨® un rescate pactado por parte del Banco de la Reserva Federal de Nueva York. La ingenier¨ªa financiera es lo que nos permite pasar del apalancamiento cero hasta, pongamos, un apalancamiento de 50 a 1. Y cuando el riesgo acumulado resultante explota, de nuevo todo lo que ocurre es que el director general y el director financiero se van al banco parti¨¦ndose de risa por el camino.
Bear Stearns convirti¨® de la noche a la ma?ana a sus multimillonarios en millonarios. El emperador Ner¨®n tocaba la lira mientras Roma ard¨ªa. El jefe de Bear Stearns jugaba torneos de bridge mientras sus accionistas quedaban hechos polvo. Teniendo en cuenta que ¨¦sta era una de las casas de corretaje que manejaban muchas de las transacciones de LTCM, ?no deber¨ªa haber aprendido lo letal que es el hiperapalancamiento?
Lo primordial es que la mayor¨ªa de las p¨¦rdidas ser¨¢ permanente, como entre 1929 y 1932. Sin embargo, si la Reserva Federal y el Tesoro de EE UU crean suficiente dinero nuevo, la recuperaci¨®n y la estabilidad ser¨¢n posibles.
De haber seguido la l¨ªnea intermedia de Roosevelt, Truman, Kennedy y Clinton, podr¨ªan haberse evitado el caos y las quiebras de hoy. Los acad¨¦micos siguen debatiendo si Col¨®n introdujo la s¨ªfilis en el Nuevo Mundo o fue al rev¨¦s. Pero no cabe duda de que la crisis mundial de 2008 lleva en su etiqueta las palabras made in USA.
Desde Islandia hasta la Ant¨¢rtida, ni?os a¨²n por nacer aprender¨¢n a temblar ante los nombres de Bush, Greenspan y Pitt. Por supuesto, estoy exagerando, pero s¨®lo un poco.
(c) 2008 Paul Samuelson. Distribuido por Tribune Media Services.
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