Salvar al capitalismo de sus depredadores
Al fin una buena noticia relacionada con la crisis. En medio del holocausto financiero que estamos viviendo, con la desaparici¨®n de parte importante del ahorro colocado en productos financieros y planes de pensiones, la semana pasada dos bancos espa?oles, Fibanc-Mediolanum y Banif, controlado por el Santander, anunciaron que se hacen responsables de los bonos de Lehman Brothers que hab¨ªan vendido a sus clientes como formas de ahorro totalmente seguras y que despu¨¦s se demostr¨® que no era as¨ª. Aplican, a mi juicio, una regla b¨¢sica de la confianza mercantil: el vendedor del producto es el que se responsabiliza de su fiabilidad frente al cliente.
Espero que esa decisi¨®n beneficie la reputaci¨®n de ambas entidades y que otras instituciones financieras les sigan.
Hay que recuperar los valores b¨¢sicos del capitalismo primitivo, aquellos que le dan legitimidad social
?ste es un ejemplo de las noticias que hacen falta para, poco a poco, ir recuperando la confianza perdida en el sistema financiero.
Para comprender lo que est¨¢ sucediendo, es conveniente diferenciar lo que le ocurre a la Bolsa de lo que sucede con la confianza financiera. La Bolsa se ha desplomado muchas veces, pero en la mayor¨ªa de los casos, como ocurri¨® con el desplome de las punto.com a inicios de esta d¨¦cada, esas ca¨ªdas no afectaron a la confianza en los bancos. Por tanto, la p¨¦rdida de confianza financiera tiene otras causas.
Recuerdo que hace unos a?os mi padre, jubilado, me llam¨® para decirme que el director de su oficina bancaria le aconsejaba que pasara sus ahorros de toda una vida de trabajo de la tradicional cuenta de ahorro, que le daba un inter¨¦s bajo pero era segura, a un producto financiero que, aunque en teor¨ªa ten¨ªa m¨¢s riesgo, en la pr¨¢ctica era "igual de seguro". Era un consejo irresponsable. Por suerte, mi padre no lo sigui¨®. Pero otros s¨ª lo hicieron. ?Qui¨¦n es el responsable de haberlo hecho, el banco que aconsej¨® o el cliente que compr¨®? ?Qu¨¦ confianza se les puede pedir a personas que, mal aconsejadas, han metido todos sus ahorros en un "producto muy seguro" que luego result¨® insolvente?
Dentro del capitalismo ha crecido un nueva casta de altos directivos y ejecutivos excepcionalmente bien retribuidos que, sin embargo, no se consideran responsables de las consecuencias de sus decisiones. Esa nueva ¨¦lite anida especialmente en los despachos de los bancos de inversi¨®n, en los fondos de alto riesgo, en las agencias de calificaci¨®n de riesgo, en las grandes consultoras y despachos de abogados. Justifican sus elevad¨ªsimas retribuciones por el valor que a?aden a los negocios. Pero, en muchos casos, m¨¢s que a?adir valor, act¨²an como verdaderos depredadores de la riqueza de sus clientes.
Esta nueva casta ha desarrollado un nuevo capitalismo cuyo rasgo cultural es la irresponsabilidad. A pesar de sus elevad¨ªsimas retribuciones y de haber hecho circular productos fraudulentos, no se sienten responsables, aunque las consecuencias sean devastadoras para las empresas que dirigen o para los clientes a los que asesoran. Posiblemente porque practican la autoexclusi¨®n de los ricos y han dejado de sentirse parte de la sociedad en la que viven.
Curiosamente, despu¨¦s de arruinar a los dem¨¢s, algunos se presentan como v¨ªctimas del sistema. Hace unos d¨ªas particip¨¦ en una jornada para ex alumnos de una escuela de negocios. Habl¨¦ de esa nueva ¨¦lite. Desde la sala se me objet¨® que no era adecuado hablar de depredadores, sino de un fallo sist¨¦mico. Sin dejar de tener algo de raz¨®n, el argumento me recuerda el cinismo de aquel escoc¨¦s que despu¨¦s de haber asesinado a sus padres ped¨ªa al juez ser tratado con benignidad por el hecho de ser hu¨¦rfano.
Sin embargo, de la misma forma que conviene no confundir la religi¨®n con lo que hacen los ministros de la Iglesia, tampoco debemos confundir el capitalismo con esta casta de capitalistas. Por eso hay que "salvar al capitalismo de los capitalistas", como argumentan en un libro reciente dos profesores de la Universidad de Chicago, Luigi Zingales y Raghuram Rajam, defensores a ultranza de la econom¨ªa de mercado, pero que, a la vez, se?alan de forma convincente que el mercado no puede funcionar sin la "mano visible" del Estado. Ya lo dijo, aunque de otra manera, Carlos Marx cuando en el Manifiesto comunista afirmaba que el Gobierno del Estado moderno es el consejo de administraci¨®n de los negocios de la clase burguesa en su conjunto. Es decir, de lo que ahora llamamos clases medias.
Eso es lo que ha hecho el primer ministro brit¨¢nico, Gordon Brown, un laborista socialdem¨®crata a la antigua que no ha dudado en utilizar la mano visible del Estado para suministrar un bien p¨²blico b¨¢sico en una econom¨ªa moderna, la seguridad financiera. Tanto la seguridad de los mercados, mediante la capitalizaci¨®n p¨²blica de los bancos privados en situaci¨®n de riesgo de quiebra, como la seguridad de las personas, mediante la protecci¨®n de sus ahorros.
La historia financiera nos ense?a que el capitalismo es como el colesterol: lo hay del bueno y del malo. El buen capitalismo es como el colesterol bueno, no hace da?o; al contrario, fortalece mediante la creaci¨®n de riqueza. Pero en las ¨²ltimas d¨¦cadas el colesterol malo del capitalismo se ha expandido como un virus que ha intoxicado al conjunto de la econom¨ªa, la depreda y amenaza con destruirla.
Hay que recuperar los valores b¨¢sicos del capitalismo primitivo, aquellos que le dan legitimidad social. Por una parte, la cultura del esfuerzo y del trabajo responsable y bien hecho, premiado con un salario adecuado y una jubilaci¨®n digna. Por otra, el principio fundamental de que quien recibe los beneficios tambi¨¦n ha de correr con las p¨¦rdidas. Para ambas tareas, la mano visible del Estado, la regulaci¨®n y el control p¨²blico, es insustituible y urgente.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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