Lizcano: "He vuelto a sentirme humano"
El ex reh¨¦n de las FARC relata su huida tras ocho a?os de cautiverio en la selva
Para no enloquecer en la selva, pues durante mucho tiempo tuvo prohibido hablar con sus carceleros, ?scar Tulio Lizcano, el reh¨¦n pol¨ªtico que escap¨® de las FARC de la mano de un guerrillero, clav¨® tres palos en el suelo, les puso nombre y les dio clases. Les hablaba de lo que m¨¢s sabe: de pol¨ªtica, literatura y econom¨ªa, de su profesi¨®n. Esta historia es la que m¨¢s ha conmovido a su hijo, el congresista Mauricio Lizcano. La cont¨® en la cl¨ªnica Valle del Lili de Cali, donde ambos lloraron al abrazarse el domingo despu¨¦s de ocho a?os largos sin verse, el tiempo que dur¨® su cautiverio. El parte m¨¦dico habla de desnutrici¨®n, deshidrataci¨®n y leptospirosis: una enfermedad que se transmite por contacto con la orina de animales infectados.
Para no enloquecer, clav¨® tres palos en el suelo, les dio nombre y les dio clases
El prisionero pas¨® un mes a pan y agua; comi¨® mono y oso hormiguero
El paciente Lizcano, de 58 a?os, tiene controladas las visitas, pero ha contado por tel¨¦fono a radio Caracol retazos de su drama. "Despu¨¦s de tanta humillaci¨®n, he vuelto a sentirme humano". Habla con voz lenta, muy cansada. "Viejo, usted se va a morir", le dijo hace una semana el guerrillero apodado Isaza. "Lo voy a sacar de aqu¨ª", le espet¨® este hombre de 28 a?os que estaba al mando de sus carceleros.
Lizcano no le crey¨®, pero sab¨ªa que era la ¨²nica opci¨®n que ten¨ªa. La situaci¨®n creada por el asedio militar a la zona era cada d¨ªa m¨¢s desesperante. O¨ªan pasar los aviones mientras aguantaban el hambre, porque el Ej¨¦rcito hab¨ªa taponado los caminos.
El pasado mi¨¦rcoles por la noche se le acerc¨® Isaza con la disculpa de jugar al ajedrez. "Hoy es la oportunidad de salvarse; por la noche lo recojo. ?Nos vamos!". A las nueve -"era una noche muy oscura"- fue a buscarle. Lizcano no lo pens¨® dos veces. "Me mor¨ªa o me salvaba", recordaba ayer.
Caminaron con sigilo, sin dejar huellas. Sin romper ni una rama para no despertar a los guerrilleros. Isaza conoce como la palma de la mano ese sector de la selva en el Choco, el departamento del occidente colombiano. Es una zona llena de r¨ªos caudalosos, muy h¨²meda. "Me cog¨ªa de la mano, me llevaba remolcado", explica Lizcano, que caminaba con fiebre y los pies hinchados. Tropezaba, se ca¨ªa. Se le hund¨ªan las botas en los fangales. Avanzaban de noche; de d¨ªa se escond¨ªan. Sab¨ªan que al menos 40 guerrilleros ven¨ªan tras ellos, sigui¨¦ndoles los pasos. Para sustentarse com¨ªan cogollos de palmas.
El domingo, muy temprano, vieron un puesto militar al otro lado de un r¨ªo caudaloso. Necesitaban una canoa para cruzarlo. "?Ej¨¦rcito!, ?Ej¨¦rcito!", grit¨® Lizcano. Los soldados no le hicieron caso -"pensaron que yo era un borracho"-. "Muestre su fusil", le dijo a Isaza. El guerrillero alz¨® su arma. Tambi¨¦n llevaba una granada. Lizcano grit¨® su nombre y los soldados reaccionaron inmediatamente. Algunos se tiraron al r¨ªo para ayudarles. M¨¢s tarde lleg¨® el jefe del Ej¨¦rcito, el general Mario Montoya en helic¨®ptero para transportar a Lizcano hacia Cali. Era una orden del presidente ?lvaro Uribe.
Mauricio Lizcano desvel¨® m¨¢s detalles de la odisea que vivi¨® su padre. Asegura que est¨¢ l¨²cido, que repite una y otra vez las mismas historias. Que comi¨® mono y oso hormiguero. Que lleg¨® a pasar un mes s¨®lo a pan y agua. Por eso el ex reh¨¦n afirma que se dedicar¨¢ ahora a luchar contra el hambre. Mauricio Lizcano, de 32 a?os, jam¨¢s podr¨¢ olvidar la imagen de su padre frente al primer plato de comida que le sirvieron en libertad: pollo, arroz, verduras... Su gesto en ese momento le impresion¨® m¨¢s que verlo por primera vez, tan delgado y sin fuerzas, tras ocho a?os de separaci¨®n.
Perdi¨® m¨¢s de 20 kilos en su cautiverio. Tiene las manos llenas de espinas. Desde que recobr¨® la libertad, Lizcano ha sacado a relucir en sus conversaciones citas de autores famosos. La lectura y la radio fueron su refugio para el dolor en la selva. Un comandante guerrillero que le¨ªa mucho le pasaba libros de Marguerite Yourcenar, Nelson Mandela y Homero. "La poes¨ªa me aliment¨®", confiesa Lizcano. Le duele haber dejado en la selva 20 poemas que le escribi¨® a su balserita, como llamaba a su esposa, Martha. Durante ocho a?os pens¨® en ella como la barquera que lo mantuvo a flote en una balsa que hac¨ªa agua.
Estuvo muy enfermo. Ocho veces sufri¨® de paludismo, y en una de ellas se le paraliz¨® medio cuerpo. ?l era su propio m¨¦dico, con la ayuda de un manual de medicina. Las condiciones de cautiverio no fueron siempre iguales. Al principio -fue capturado en agosto de 2000- permanec¨ªa seis u ocho meses en el mismo campamento. Con la llegada de Uribe al poder hubo un cambio. Empez¨® el acoso militar y los guerrilleros deb¨ªan moverse permanentemente. "A veces me sent¨ªa impotente para seguir marchando, para pasar r¨ªos, bajar precipicios, muchas veces ayudado con sogas...", recuerda en Cali.
S¨®lo una vez estuvo encadenado. Fue en septiembre de 2001, cuando en un intento de rescate militar muri¨® una reh¨¦n pol¨ªtica: la ex ministra de Cultura Consuelo Araujo. "Yo ten¨ªa diarrea y se lo dije al comandante que dio la orden [de encadenarle]. 'No importa, yo vengo y le abro el candado', me contest¨®". La situaci¨®n fue tan humillante para ¨¦l que se le quit¨® el mal intestinal.
A comienzos de a?o, otro guerrillero le ofreci¨® ayuda para fugarse. En una noche lluviosa se acerc¨® y le dijo: "P¨®ngase las botas, ?nos vamos!" A Lizcano le dio miedo intentarlo. "Sent¨ª p¨¢nico, no estaba preparado". El insurgente se fue solo. Pero fue descubierto y lo fusilaron. Ten¨ªa apenas 17 a?os.
"Los guerrilleros", cuenta ahora Lizcano, "se pasan la vida limpiando sus armas...". Cree que ingresan en la organizaci¨®n porque la pobreza y la desigualdad les empuja a asumir esa causa. No se atreve a decir si, como piensa el Ej¨¦rcito, la presi¨®n militar obligar¨¢ a desertar a quienes a¨²n siguen en la insurgencia. "Manten¨ªan [alta] su moral; es dif¨ªcil pulsar sus sentimientos. El frente est¨¢ vivo; y tienen buenas armas", reconoce.
Recompensa y asilo en Francia
Al ex guerrillero Isaza le espera una millonaria recompensa y la posibilidad de lograr asilo pol¨ªtico en Francia con su compa?era sentimental, una insurgente conocida con el nombre de guerra de Yurani, que tambi¨¦n se escap¨® hace cuatro meses del campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Ella pudo ser la pista que llev¨® a los servicios de informaci¨®n militar hacia la localizaci¨®n de ?scar Tulio Lizcano.
El ex congresista no es el primer cautivo que logra escapar de las FARC. Pero es el primero en hacerlo de la mano de su carcelero. Sin el auxilio de Isaza, dif¨ªcilmente hubiese logrado ponerse a salvo. Lizcano recuerda que en un momento de su huida sinti¨® que ya no pod¨ªa m¨¢s. "S¨¢lvese usted; no soy capaz de responder", le dijo al guerrillero que hab¨ªa perdido uno de sus ojos hace cinco a?os en combate.
El ex ministro de Exteriores Fernando Araujo logr¨® huir a comienzos de 2007. En mayo, repiti¨® la haza?a el oficial de polic¨ªa John Frank Pinchao, tras vagar durante 15 d¨ªas por la selva.
Todav¨ªa quedan 25 rehenes canjeables en manos de la guerrilla. Lizcano pide para ellos un acuerdo humanitario. "Un rescate militar", advierte, "es una locura".
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