Huck, el PPpop, y Kundera
Uno de los libros que, al parecer, retir¨® Sarah Palin de la biblioteca p¨²blica de la localidad de la que era alcaldesa fue Huckleberry Finn, la obra maestra de Mark Twain. No era la primera vez que alguien retiraba ese libro de una biblioteca p¨²blica. Considerada a¨²n por muchos como una novela para adolescentes, Huckleberry Finn es una obra moralmente subversiva. En sus aventuras por el Misisip¨ª, Huck comparte la compa?¨ªa del negro Jim, un esclavo fugado al que, de acuerdo con la ley y con el ethos del lugar y de la ¨¦poca, Huck debiera delatar o hacer lo posible para entregarlo a su due?a. No s¨®lo no lo hace, sino que le ayuda a escaparse, y act¨²a as¨ª con la clara conciencia moral de que est¨¢ actuando mal. Huck comparte el ethos del sur esclavista, y su comportamiento con Jim no est¨¢ motivado por un sentimiento m¨¢s elevado de la justicia o por un impulso humanitario del que llegue a tener conciencia. Lo hace por afecto, y lo hace por bondad, disposiciones que le llevan a otorgarle a Jim la humanidad fraternal propia de una moralidad de la que ¨¦l no es consciente. Desde nuestra perspectiva actual, y desde la de su autor, dir¨ªamos que, creyendo actuar mal, y a conciencia, Huck en realidad hace el bien. No pod¨ªa ser de otra forma, dado el car¨¢cter y la natural bondad del personaje. La naturaleza moral de la persona es capaz de superar los prejuicios y el ethos de una ¨¦poca, aunque en el caso de Huck resulte problem¨¢tico hablar de una conciencia moral plena, ya que ¨¦sta ha de ser capaz de reafirmarse.
?Seremos tambi¨¦n nosotros capaces de juzgar moralmente alg¨²n d¨ªa lo que nos ocurre?
Kundera "es" un excelente escritor. Precisamente porque lo es hablamos de su caso. Y el caso es interesant¨ªsimo. Supongamos que sea cierto, y hay razones fundadas para pensarlo, que Milan Kundera delat¨® a la polic¨ªa a Miroslav Dvoracek, un esp¨ªa checo al servicio de los Estados Unidos. En la Checoslovaquia de 1950, y m¨¢s un comunista como Kundera, ?no ten¨ªa acaso la obligaci¨®n de hacerlo? Quien no lo hiciera teniendo conocimiento del caso se la jugaba. Ante la ley, por supuesto. Pero, al margen de la ley, ?no hab¨ªa otra cosa, el ethos asumido, el ethos comunista de quien defendiera la revoluci¨®n reci¨¦n instaurada en el pa¨ªs, que obligaba igualmente a actuar de esa forma? Hoy podemos juzgar moralmente aquella revoluci¨®n, pero la grandeza moral reside en quienes supieron juzgarla en su momento y actuar en consecuencia. Kundera fue capaz de hacerlo, aunque, si las acusaciones de delaci¨®n son ciertas, no lo hizo en 1950, cuando s¨®lo ten¨ªa 21 a?os; su despertar moral fue algo posterior. Bien, digamos que en 1950 Kundera no era precisamente un Huck Finn.
?Seremos tambi¨¦n nosotros capaces de juzgar moralmente alg¨²n d¨ªa lo que nos ocurre y de reaccionar como seres morales ante el ethos que nos cubre? Si algo puede identificarse con ese ethos en nuestras sociedades democr¨¢ticas es lo que se conoce como lo pol¨ªticamente correcto, un ethos que entre nosotros posee un claro tinte nacionalista. Lo m¨¢s grave de ese ethos nuestro es que ha sido capaz de amparar la delaci¨®n y el crimen. Ha sido as¨ª durante muchos a?os, y lo sigue siendo, si bien de forma mucho m¨¢s sibilina e inconsciente. No me gusta esa expresi¨®n, lo pol¨ªticamente correcto, no al menos cuando se la utiliza como contraargumento simpl¨®n, pero s¨ª puede ser v¨¢lida para definir ese estado de opini¨®n difuso que parece guiar nuestras creencias, nuestros actos y nuestra hipocres¨ªa.
Hace unos d¨ªas, Antonio Basagoiti visit¨® en compa?¨ªa de Mariano Rajoy la sede del Athletic. Uno pens¨® que se trataba de una de esas visitas protocolarias que ser¨¢n habituales en la vida ordinaria del glorioso club, y pens¨® tambi¨¦n en un gesto del nuevo PP vasco para asomarse a esa correcci¨®n pol¨ªtica de la que se le excluye. Las reacciones negativas provocadas por la visita han sido reveladoras. Pregunto. ?Las reacciones hubieran sido las mismas si la visita la hubiera realizado I?igo Urkullu o, puestos a ello, Arnaldo Otegi? Conteste cada cual en conciencia y piense en Huck Finn.
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