Codovilla en Paracuelos
"Las heridas de la Guerra Civil -ha escrito Ian Gibson- s¨®lo se curar¨¢n definitivamente cuando ambos bandos acepten la verdad de lo que pas¨® en sus respectivas retaguardias durante la contienda franquista". Por eso, aun cuando el auto del juez Baltasar Garz¨®n estuviera plagado de todos los errores que le atribuyen sus detractores, resulta innegable que ha tenido la virtud de poner las cartas sobre la mesa. De los dirigentes nazis a Karadzic, una calificaci¨®n adecuada de los cr¨ªmenes vale m¨¢s que una cascada de libros.
Documentaci¨®n exhaustiva, metodolog¨ªa adecuada y ponderaci¨®n son los requisitos para que los resultados del an¨¢lisis cumplan su papel sobre la conciencia c¨ªvica. El trabajo de Gibson viene siendo a este respecto ejemplar, y muestra de ello fue su libro de 1983 sobre Paracuellos, la matanza organizada de derechistas en noviembre de 1936. Nada tiene que ver la condena de la sublevaci¨®n militar de julio por consistir en un genocidio, esto es, en el intento en buena parte logrado de aniquilar f¨ªsicamente a la izquierda espa?ola, con el necesario reconocimiento de que en la Espa?a republicana hubo asesinatos de masas. No genocidio, pues fueron respuesta puntual a la coyuntura creada por la rebeli¨®n. Su an¨¢lisis prueba que tampoco era "la Rep¨²blica" responsable, ni hubo excesos "republicanos", como sugiri¨® Carrillo en un programa nocturno de TVE, a diferencia de lo sucedido en la Espa?a de Franco.
La decisi¨®n de los asesinatos s¨®lo pudo ser tomada por el delegado de la Internacional Comunista
Gibson mostr¨® que tanto en Paracuellos como en posteriores "sacas" de noviembre de 1936, en el crimen nada hubo de improvisado ni de accidental, aunque s¨ª de respuesta a una circunstancia de excepci¨®n: el Ej¨¦rcito de Franco a las puertas de Madrid. Fue entonces adoptada una pauta de comportamiento estrictamente leninista con precedentes en la guerra civil rusa. El Gobierno republicano acababa de abandonar Madrid y la Consejer¨ªa de Orden P¨²blico en la reci¨¦n creada Junta de Defensa qued¨® en manos de un joven comunista, Santiago Carrillo, en tanto que como delegado de Orden P¨²blico result¨® nombrado un colaborador suyo en las Juventudes Socialistas Unificadas, Segundo Serrano Poncela. Es ¨¦ste quien asume la responsabilidad formal de las "sacas" y visita la C¨¢rcel Modelo el 7 de noviembre de 1936 tras ordenar que sean seleccionados los "militares" y los "hombres de carrera y arist¨®cratas". Objetivo: suprimir a futuros cuadros civiles y militares franquistas de caer Madrid. El hecho de que tales sacas cesasen inmediatamente el 4 de diciembre, al sustituirle el anarquista Melchor Rodr¨ªguez, confirma que la responsabilidad de los cr¨ªmenes fue comunista. El representante del Partido Nacionalista Vasco (PNV) en Madrid, Jes¨²s Gal¨ªndez, y, veros¨ªmilmente siguiendo sus informes, el ministro Manuel Irujo, lo confirman y se?alan por su nombre a Santiago Carrillo (ver Los vascos en el Madrid sitiado y el informe de Stepanov a Mosc¨², de 30 de julio de 1937).
Ahora bien, una decisi¨®n de tal calibre no pod¨ªa ser tomada por los dos neocomunistas. Gracias a la documentaci¨®n del Archivo de la Internacional Comunista sabemos que al frente del PCE, entre 1932 y 1937, no se encontraba Jos¨¦ D¨ªaz, ni menos Pasionaria. Todo pasaba, y en primer t¨¦rmino la comunicaci¨®n telegr¨¢fica con Mosc¨², por el representante de la Comintern en Madrid, el argentino Victorio Codovilla, organizador luego en M¨¦xico, seg¨²n Vittorio Vidali ("comandante Carlos"), del asesinato de Trotsky y recompensado por su larga trayectoria estaliniana con un nicho en el muro del Kremlin. Es ¨¦l quien a fines de agosto, en telegrama cifrado, lamenta el asalto mort¨ªfero a la C¨¢rcel Modelo. No le gustan los incontrolados, pero s¨ª la represi¨®n. A fines de julio de 1936 transmite a Mosc¨² la disparatada impresi¨®n de que la sublevaci¨®n est¨¢ vencida. Piensa que el peligro es anarquista. Soluci¨®n: "Se aplicar¨¢ ley revolucionaria".
En noviembre, vac¨ªo en los telegramas consultados, salvo cuando el d¨ªa 23 Codovilla informa a Mosc¨² que los documentos de fusilados est¨¢n disponibles. Todos sab¨ªan d¨®nde resid¨ªa el centro de decisiones. Para describir la posici¨®n de Codovilla, Andr¨¦ Marty no encuentra otra palabra que la de "cacique" que "resuelve todo ¨¦l mismo". Cuando el periodista sovi¨¦tico Kolstov se informa en la noche del 6 al 7 de noviembre con Pedro Checa, secretario de Organizaci¨®n del PCE, sobre qu¨¦ se va a hacer con los detenidos y ¨¦ste explica la conveniencia de "elegir a los elementos m¨¢s peligrosos", garantizando que "no se escapar¨¢n", Checa es la mano derecha de Codovilla.
La pir¨¢mide del mando en una organizaci¨®n comunista no admite iniciativas espont¨¢neas. A Carrillo impl¨ªcitamente y, de cara al exterior, a Serrano Poncela, les tocar¨¢ la responsabilidad institucional. Sirvieron de instrumentos conscientes. Avalada o no por Mosc¨², la decisi¨®n de los asesinatos masivos de noviembre del 36 s¨®lo pudo ser tomada por el delegado de la Internacional Comunista en Espa?a.
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