Autopista
Intento creer que existe -aunque yo no lo conozca- alg¨²n establecimiento de los situados en las llamadas ?reas de Servicio de las autopistas que provea dignamente al sufrido conductor de aquellos bienes materiales necesarios para el sustento, y que vulgarmente se llaman comida y bebida.
La dificultad y retraso que se deben asumir en un viaje para que el almuerzo, la cena -o el liviano tentempi¨¦- resulten dignos de ese nombre, son enormes, lo cual da como resultado que los viajeros conductores y sus acompa?antes nos satisfagamos con lo que los establecimientos explotadores de dichos locales se dignen ofrecernos, que como ya se?alaba, suele resultar malo y caro, por no deshacernos en adjetivos que perjudicar¨ªan la f¨¢cil comprensi¨®n de lo enunciado. El ahorro en los costes parece vital, por lo cual la gasolina nos la dispensamos los propios usuarios; y lo mismo sucede con la comida, que en general est¨¢ prefabricada e higi¨¦nicamente envuelta en l¨ªmpido celof¨¢n, o tamborilea contra las paredes del pl¨¢stico duro que la contiene y protege de microbios y agresiones.
Lo mismo sucede con la bebida, aunque con ella, y en virtud de ese cuasi monopolio de la oferta que en estos establecimientos sucede, los precios devienen disparatados. Por poner alg¨²n ejemplo: una botella de agua que en el pr¨®ximo supermercado cuesta 47 c¨¦ntimos, en el ¨¢rea de servicio -pese al m¨¦todo de autoabastecimiento- se eleva hasta 1,75 euros, lo cual arroja un porcentaje de incremento sobre el precio habitual del 388%, pese a que comparamos el precio con el de venta de la competencia y no sobre el de coste real.
Comida sin personalidad, precios imposibles, servicio inexistente... ?Alguien da m¨¢s?
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