Un polic¨ªa resucitado
Los escritores no suelen morir solos. La costumbre es enterrarlos con su obra. Desaparece el creador y desaparece lo creado: los personajes, las emociones, las p¨¢ginas sublimes y las p¨¢ginas fallidas, todo se evapora. Sea por la falta de novedades y de promoci¨®n publicitaria, sea porque los herederos se hacen un l¨ªo con el legado literario, sea por lo que sea, llega el olvido.
Pero hay casos especiales. Algunos muertos que escribieron no s¨®lo sufren el olvido ritual, sino una especie de exorcismo colectivo, m¨¢s o menos inconsciente. Eso ocurri¨®, creo, con Francisco Garc¨ªa Pav¨®n. El pobre hombre, tan tranquilo, tan ir¨®nico, debi¨® de notar en sus ¨²ltimos a?os el fr¨ªo del abandono. Sus obras, popular¨ªsimas en el tardofranquismo, se esfumaban de las librer¨ªas. Tent¨® la suerte con el epitafio. Quiso que sobre el tabique del nicho se escribiera lo siguiente: "Si quer¨¦is los mayores elogios, mor¨ªos". No funcion¨®. Hubo elogios, pero ef¨ªmeros.
Algunos muertos que escribieron no s¨®lo sufren el olvido ritual, sino una especie de exorcismo colectivo
?Cu¨¢l fue la culpa de este hombre? Fue una culpa muy grande: no encaj¨® en la Espa?a que nos inventamos a partir de 1975. Como sabr¨¢n los m¨¢s j¨®venes, casi nadie trabajaba en los ¨²ltimos a?os del dictador. Quien no estaba en la c¨¢rcel estaba en huelga, millones de personas militaban en el PSOE y afrontaban por ello inmensos peligros, Catalu?a y Euskadi sufr¨ªan la ocupaci¨®n castellana, el pa¨ªs viv¨ªa sumido en la clandestinidad. Garc¨ªa Pav¨®n fue de los pocos que publicaron bajo el R¨¦gimen. Y encima gan¨® premios. Y tuvo ¨¦xito. Un esc¨¢ndalo.
No quiero ofender la memoria de quienes s¨ª lucharon: fueron pocos y sufrieron por ello. La inmensa mayor¨ªa se limit¨® a buscarse la vida, a crearse peque?os rincones de bienestar personal y a esperar. En comparaci¨®n con esta mayor¨ªa, Garc¨ªa Pav¨®n hizo mucho: escribi¨® sobre la Espa?a real sin alardes ni arrebatos, como merec¨ªa la ¨¦poca. Fue un precursor de lo que luego, en el breve periodo que medi¨® entre la desintegraci¨®n f¨ªsica del general y la invenci¨®n del pasado, se llam¨® desencanto.
Otros fueron censores, o propagandistas del franquismo tecnocr¨¢tico. ?l, adem¨¢s de escribir con un estilo portentoso, se movi¨® por donde pod¨ªa moverse un liberal honesto, de tradici¨®n republicana: dirigi¨® la Escuela de Arte Dram¨¢tico, dirigi¨® la Editorial Taurus y dio clases.
Y cre¨® a Plinio.
Yo era adolescente cuando le¨ª por primera vez una aventura de Plinio, de nombre real Manuel Gonz¨¢lez, jefe de la Polic¨ªa Municipal de Tomelloso. Al principio, me pareci¨® intolerable: aquel tipo no hac¨ªa otra cosa que liar cigarrillos de caldo, beber, comer, pasear y charlar con su compadre, don Lotario, veterinario y rentista. Comparado con Philip Marlowe, con Sam Spade o incluso con Pepe Carvalho, el tal Plinio era un muermo. Y, sin embargo, El reinado de Witiza acab¨® enamor¨¢ndome. Igual que Las hermanas coloradas y El rapto de las Sabinas. A¨²n no sab¨ªa que esas novelas no eran, ni mucho menos, lo mejor de Garc¨ªa Pav¨®n. A¨²n no hab¨ªa descubierto los cuentos.
Muri¨® Franco y, entre todo aquel alboroto, se perdi¨® la pista de Plinio. Un polic¨ªa del franquismo, ya ven. Un polic¨ªa monstruosamente longevo y aficionado a las dictaduras, porque sus andanzas comenzaban en tiempos de Primo de Rivera.
Plinio vivi¨® mucho. Ahora sabemos que muri¨® poco. En primavera har¨¢ 20 a?os de la desaparici¨®n de Garc¨ªa Pav¨®n, y el jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso vuelve a pasear y a liar pitillos. En 2006, Destino reedit¨® varias de las novelas en un tomo titulado Plinio, casos c¨¦lebres. Rey Lear acaba de editar Otra vez domingo, una deliciosa novela breve, escrita en 1978 con un ¨¢nimo ya crepuscular. En su momento no tuvo gran ¨¦xito. Deber¨ªa tenerlo ahora. Como las dem¨¢s historias de Plinio, que, supongo, ser¨¢n tambi¨¦n reeditadas, no pertenece al g¨¦nero negro, y quiz¨¢ tampoco al policial. Es un g¨¦nero en s¨ª mismo.
Francisco Garc¨ªa Pav¨®n ha resucitado. Ahora falta Jorge Ibarg¨¹engoitia. Confiemos en que no tarde mucho.
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