Bush o los a?os del caos
El cr¨¦dito internacional del T¨ªo Sam est¨¢ en suspenso. Otros pa¨ªses le ven como una amenaza
Hace siete a?os, sobre las ruinas de las Torres Gemelas, el entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, enumer¨® las dos opciones de Estados Unidos: cambiar su estilo de vida u obligar a los terroristas a renunciar al suyo. El halc¨®n acometi¨® la segunda, explicitada en el memorando de objetivos de Douglas J. Feith, estratega del Pent¨¢gono: "Transformar Oriente Pr¨®ximo y al mundo del islam". La transformaci¨®n ocurri¨®, pero no en la direcci¨®n apetecida. Los cruzados de George W. Bush y Dick Cheney, jaleados por fundamentalistas protestantes con acceso a la Casa Blanca, conquistaron Bagdad y sus pozos petroleros y redujeron a cenizas las estructuras pol¨ªticas, militares y estatales de Sadam Husein.
La impopularidad de la Administraci¨®n de Bush hab¨ªa comenzado antes del 11-S, en los primeros meses de su mandato
Cuando quisieron sustituirlas por una institucionalidad plural y amiga, que irradiara democracia en una regi¨®n ajena a ella, no supieron hacerlo porque hab¨ªan desembarcado en tierras culturalmente extra?as, con impaciencia, sin la preparaci¨®n adecuada. Los progresos en Irak son reversibles, anticipa el Pent¨¢gono.
Las sangre y los balazos, el bombardeo de bodas y tertulias durante el fuego cruzado entre marines y terroristas o insurgentes, tienen sus consecuencias. La mayor¨ªa de los ¨¢rabes, hasta el 88% en algunos sondeos, cree que los marines no son liberadores, sino aliados de los jud¨ªos, ocupantes del sagrado suelo de Mahoma o ladrones de yacimientos de crudo. La guerra preventiva de Bush, ejecutada sin pedagog¨ªa previa, permiti¨® a los yihadistas tocar a rebato contra el perro americano. La invasi¨®n del pa¨ªs ¨¢rabe se acometi¨® con errores, y el coste en vidas y riquezas fue superior al previsto, seg¨²n ha admitido la secretaria de Estado, Condoleezza Rice. Las pol¨ªticas de Estados Unidos han pasado factura incluso a sociedades afines: el 89% de los franceses, el 83% de los canadienses o el 74% de los brit¨¢nicos creen que ejecuta esas pol¨ªticas ignorando los intereses de terceros, seg¨²n datos del Centro de Investigaci¨®n Pew.
Cerca del 60% de los europeos rechaza el liderazgo norteamericano. Y 33 pa¨ªses, de los 47 consultados por el centro Pew, niega su concepto de democracia. "El mundo necesita democracia, pero no lo que aqu¨ª llaman democracia, porque en el l¨¦xico pol¨ªtico norteamericano quiere decir sometimiento", seg¨²n Miguel D'Escoto, activo promotor de una reforma de Naciones Unidas. "Est¨¢ bonito que se re¨²nan el G-8 o el G-20, pero nosotros aqu¨ª venimos a imponer la decisi¨®n del G-192 (Asamblea General de la ONU) porque eso es la democracia: la decisi¨®n de la mayor¨ªa, y no de una minor¨ªa".
Independientemente de las pol¨¦micas sobre la democracia americana, el 11-S fue la catarsis del volantazo de Bush. Pero la impopularidad de su Administraci¨®n hab¨ªa comenzado antes, a lo largo de los primeros ocho meses de su mandato, con el desprecio que mostr¨® por el cambio clim¨¢tico, el abandono del Protocolo de Kioto, el rechazo de Tribunal Penal Internacional o el progresivo distanciamiento de Washington de las iniciativas antibal¨ªsticas y antinucleares.
Al Qaeda aprovech¨® el caos para extenderse a bombazos por Irak, Afganist¨¢n, Pakist¨¢n e incluso Europa, y para poner de manifiesto los l¨ªmites o los fracasos de la guerra global de Estados Unidos contra el terrorismo. La catastr¨®fica ca¨ªda del cr¨¦dito norteamericano permanece en suspenso a la espera del desenlace de la disputa electoral entre dos candidatos muy diferentes en su enfoque de la diplomacia. La vaguedad de las alusiones de McCain al multilateralismo le han restado credibilidad, pues parece invocarlo con la pistola en la sobaquera. La carrera del republicano, ferviente defensor de la invasi¨®n de Irak antes de producirse y de mantener la ocupaci¨®n militar durante decenios si hace falta, no se ha caracterizado por su apego a la diplomacia. Contrariamente, parece incubar cierta aversi¨®n hacia la herramienta m¨¢s preciosa del multilateralismo. "Bomb, bomb, bomb, bomb Ir¨¢n", cant¨® durante una concentraci¨®n. Frecuentemente imprevisible, en ocasiones hacia el lado de la moderaci¨®n y en otras hacia el extremismo, esas coplas y otros exabruptos han sido percibidos en campa?a como emitidos por un ultra.
"No es que Bush no haya tratado de agrupar a otras naciones en la persecuci¨®n de sus metas. Seguramente lo ha hecho", resume Richard N. Haass, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, en un art¨ªculo publicado en Foreign Affairs. "Pero lo ha hecho de una manera que ha llevado a otros pa¨ªses a pensar que Estados Unidos es una amenaza para sus intereses nacionales". -
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