La refundaci¨®n del imperio
Hace poco m¨¢s de cinco a?os, cuando los halcones de la Casa Blanca ultimaban la invasi¨®n de Irak, Barack Obama particip¨® en un mitin contra la guerra. Sus palabras ante las 2.000 personas reunidas en la Plaza Federal de Chicago fueron prof¨¦ticas. Tras invocar el alistamiento militar de su abuelo al d¨ªa siguiente del bombardeo de Pearl Harbor (1941), y el suyo propio si as¨ª evitara un atentado como el que demoli¨® las Torres Gemelas de Nueva York, el candidato dem¨®crata denunci¨® ante los concentrados que la intervenci¨®n norteamericana en Irak era apasionada y apresurada, apegada a la pol¨ªtica y no a los principios. Incluso si Estados Unidos tiene ¨¦xito, ser¨¢ necesaria una larga ocupaci¨®n, con un costo y unas consecuencias imprevisibles, dijo entonces. "S¨¦ que una invasi¨®n sin motivos claros y sin un amplio apoyo internacional empeorar¨¢ el conflicto en Oriente Pr¨®ximo, provocar¨¢ que el mundo ¨¢rabe siga sus peores, y no sus mejores, instintos y reforzar¨¢ la capacidad de Al Qaeda de captar reclutas".
"No puedo imaginar lo que tiene que ser llegar de nuevas y tener que lidiar con todo esto", ha comentado Bush McCain pide ahora "escuchar a nuestros aliados". Obama propondr¨¢ un nuevo consenso internacional
La gran potencia ha despilfarrado buena parte de su reputaci¨®n tras meterse sola en varios frentes a la vez
El ganador del pr¨®ximo martes habr¨¢ de cerrar Guant¨¢namo, proscribir la tortura y reconducir las prioridades del pa¨ªs
McCain pide ahora "escuchar a nuestros aliados". Obama propondr¨¢ un nuevo consenso internacional
Nadie le hizo caso. Y un a?o despu¨¦s, el candidato favorito en todas las encuestas, el nuevo presidente de Estados Unidos si aciertan, viaj¨® a Irak acompa?ado por dos senadores y su asesor en pol¨ªtica exterior, Mark Lippert. Se reuni¨® con los mandos de las tropas desplegadas en el pa¨ªs ¨¢rabe, convers¨® con los corresponsales atrincherados en la Zona Verde y escuch¨® las detonaciones de los morteros mientras segu¨ªa por sat¨¦lite el partido de los Redskins, el club de Washington en la liga del f¨²tbol americano. El d¨ªa anterior, cinco marines murieron en una emboscada, y un general confes¨® al curioso senador de Illinois que por tres d¨®lares un ni?o pod¨ªa colocar una bomba. Durante su posterior reuni¨®n con miembros del Gobierno interino iraqu¨ª, observ¨® que sonre¨ªan mucho, pero los ojos de los pol¨ªticos a las ¨®rdenes de Washington no transmit¨ªan emoci¨®n alguna. Todo era l¨²gubre y sombr¨ªo. Poco antes de regresar a Estados Unidos, Mark Lippert pregunt¨® a un veterano oficial qu¨¦ deb¨ªa hacer Estados Unidos para mejorar la situaci¨®n en Irak. "Marcharnos", fue la respuesta, seg¨²n revela el propio Obama en su libro La audacia de la esperanza.
Los marines siguen en Irak y el candidato dem¨®crata desea su pronta salida. Para conseguirlo, deber¨¢ ganar las hist¨®ricas elecciones del pr¨®ximo martes y levantar la deteriorada imagen de su pa¨ªs en el mundo. Durante los ocho a?os de administraci¨®n de George Bush han sucedido muchas cosas, pero pocas buenas. Sat¨¦lites de Estados Unidos orbitan el planeta, 761 bases del Pent¨¢gono en 151 pa¨ªses lo circunvalan, la hamburguesa es imbatible en Pap¨²a Nueva Guinea y nadie puede acercarse al poder¨ªo de una econom¨ªa con trillones suficientes para curar el sida, librar varias guerras a la vez y aterrizar en Marte. Pero el imperio acusa fatiga y descr¨¦dito: perdi¨® aliados durante su cruzada contra el terrorismo; gastar¨¢ 700.000 millones de d¨®lares contra la recesi¨®n, igual millonada en la manutenci¨®n de sus legiones en Irak y Afganist¨¢n; y la factura anual de su dependencia energ¨¦tica ronda los 450.000 millones de d¨®lares.
La potencia despilfarr¨® buena parte de su reputaci¨®n al batirse a solas en varios frentes, porque sola se meti¨® en ellos, y experimenta una cierta sensaci¨®n de orfandad. Bush inaugur¨® su presidencia con el peor atentado de la historia y la termina con el descalabro econ¨®mico m¨¢s grave desde la Gran Depresi¨®n de 1929. El ranchero de Tejas se marcha pulverizado por la crisis econ¨®mica y las ansias de cambio, rechazado por el 73% de sus compatriotas, seg¨²n la empresa de sondeos Gallup, y sin haber sabido adaptarse a un mundo progresivamente refractario al unilateralismo, globalizado, imposible de entender en blanco y negro. Aunque la fuerza de Estados Unidos sigue siendo descomunal, no puede afrontar en solitario los complejos desaf¨ªos del siglo en curso.
"El mundo ha sido dise?ado por Estados Unidos desde el final de la II Guerra Mundial, pero entra en un periodo de cambio multipolar", precisa el periodista especializado en relaciones internacionales Fareed Zakaria en su libro The Post American World. El poder de dictar y ser obedecido declin¨®, y si hubiera que datar el comienzo de la inflexi¨®n descendente, el 11 de septiembre del 2001 ser¨ªa una buena fecha. Cuando el terrorismo acab¨® con las Torres Gemelas de Nueva York, el arsenal del imperio se puso en marcha con la delicadeza de un elefante en una cacharrer¨ªa. Al grito de democracia y libertad, pate¨® puertas e instituciones, ignor¨® las recomendaciones de la ONU y march¨® a la carga arrasando la verdad y las conciencias. Sadam Husein fue ahorcado, y la misi¨®n liberadora parec¨ªa factible, pero no lo fue.
Una rotaci¨®n de 895.000 soldados no ha aplastado la insurgencia ni garantizado una normalizaci¨®n improbable a corto plazo. La enmara?ada situaci¨®n geopol¨ªtica del pa¨ªs y el sectarismo se mezclan con el desquiciamiento asociado a las decenas de miles de muertos civiles, los 3,5 millones de refugiados o desplazados, y la di¨¢spora de m¨¦dicos, maestros, abogados y profesionales formados. A partir de Irak y del enga?o de las armas de destrucci¨®n masiva, todo fueron tropiezos en la guerra global contra el terror: el enfriamiento de relaciones con importantes socios de la Organizaci¨®n del Atl¨¢ntico Norte (OTAN), el caudal de muertos en la antigua Mesopotamia, la insurgencia talib¨¢n desde un Pakist¨¢n asilvestrado, las ¨ªnfulas nucleares de Ir¨¢n, las tensiones con Rusia y Siria o la urticaria venezolana.
Las barbaridades cometidas en Guant¨¢namo y Abu Ghraib minaron la autoridad moral de EE UU, y una calamidad sobrevol¨® el resto: el progresivo aislamiento del c¨¦sar. "Definitivamente, los americanos no estamos contentos con nuestra mala reputaci¨®n. Hemos sufrido un enfermizo espasmo de unilateralismo y soberbia. Guant¨¢namo y las alegaciones de torturas tienen parte de la culpa", seg¨²n Robert Kagan, asesor del partido republicano en pol¨ªtica exterior.
El ganador de este martes -Barack Obama o John McCain- afrontar¨¢ retos enormes en su tortuoso camino hacia la recuperaci¨®n del cr¨¦dito: primero deber¨¢ cerrar Guant¨¢namo y proscribir la tortura, y despu¨¦s reconducir las alianzas y prioridades de un pa¨ªs sobrado de ideas y de recursos, capaz de integrar en casa culturas y razas diversas, pero acechado por enemigos jurados y un terrorismo escurridizo y potencialmente devastador. Irak, Ir¨¢n, Afganist¨¢n y Pakist¨¢n son un quebradero de cabeza, y pueden serlo tambi¨¦n Somalia, Sud¨¢n, Zimbabue y el Congo. Paralelamente, poderes emergentes, aunque comparativamente peque?os -China o India, entre ellos- le disputan mercados, canciller¨ªas e influencia pol¨ªtica. Los imperios nunca afrontan problemas menores.
Un intenso dinamismo mundial aguarda al nuevo inquilino de la Casa Blanca. Aunque Pek¨ªn colabora con Washington en la desnuclearizaci¨®n de Corea del Norte, rivaliza en otros ¨¢mbitos; Rusia a?ora pasados esplendores; Bolivia es un polvor¨ªn y en Cuba puede haber cambios. Algunas de las transformaciones detonadas por la desordenada irrupci¨®n en Irak son peligrosas: los nuevos cismas islamistas nutren la guerra santa de Bin Laden, que sue?a con megatones y el extermino del infiel, y el sometimiento del oficialismo sun¨ª facilit¨® el despliegue chi¨ª por el golfo P¨¦rsico; tambi¨¦n se activaron las esperanzas del independentismo kurdo, con millones de nacionalistas en Turqu¨ªa, Siria, Ir¨¢n e Irak.
"No puedo imaginar lo que tiene que ser llegar de nuevas y tener que lidiar con todo esto", coment¨® Bush refiri¨¦ndose al legado que deja a su sucesor, seg¨²n una filtraci¨®n publicada por The New York Times. McCain, compa?ero de partido, lo imagina bien porque a la administraci¨®n saliente "se les fueron las cosas de las manos". La complejidad de la agenda del pr¨®ximo presidente s¨®lo es comparable a la asumida por el dem¨®crata Franklin Delano Roosevelt (1933-1945) en 1933, con el New Deal (nuevo trato) como eje. Sus primeros cien d¨ªas se desarrollaron con el pa¨ªs hundido en un abismo econ¨®mico. Prometi¨® la prosperidad dom¨¦stica y la supremac¨ªa norteamericana en el mundo, y fue a por ellas. Para lograrla combati¨® en Europa y Asia contra el fascismo, Hitler y el expansionismo japon¨¦s. M¨¢s de medio siglo despu¨¦s se le recuerda en la orla de los pr¨®ceres nacionales.
El maltrecho cr¨¦dito norteamericano permanece a la espera del desenlace de la disputa electoral entre dos candidatos muy diferentes en su enfoque de la diplomacia: el republicano McCain, de 72 a?os, miembro de una dinast¨ªa militar, a veces paloma y a veces halc¨®n en su larga trayectoria pol¨ªtica, sugiri¨® atacar a Corea del Norte incluso con la oposici¨®n del Corea del Sur. Recientemente, sin embargo, retom¨® el valor de la diplomacia y pide "escuchar a nuestros aliados. No podemos hacer todo lo que queramos". El ex piloto de la guerra de Vietnam no aporta grandes novedades en pol¨ªtica exterior, si acaso su convocatoria a una Liga de Democracias, casi rivalizando con la ONU, y de improbable aceptaci¨®n internacional por tanto.
Barack Obama, de 47 a?os, el carism¨¢tico senador que encandil¨® al mundo prometiendo escuchar, convencer y entender la diferencia, representa el cambio. De ser cierto y factible lo prometido, el mundo asistir¨¢ al nacimiento de una nueva y esperanzadora manera de hacer pol¨ªtica y resolver crisis internacionales. Licenciado en Derecho por Harvard, lamenta los fallos en que frecuentemente ha incurrido la pol¨ªtica exterior estadounidense por haberse fundamentado en supuestos err¨®neos: ha ignorado las aspiraciones leg¨ªtimas de otros pueblos, minado la credibilidad norteamericana y hecho del mundo un lugar m¨¢s peligroso. El dem¨®crata ofrece enmendar el rumbo de Bush y su valido Cheney, que resucitaron pol¨ªticas no vistas desde la guerra fr¨ªa.
La nueva Administraci¨®n heredar¨¢ el 20 de enero de 2009 un ej¨¦rcito con m¨¢s potencia de fuego que la suma de los ocho siguientes, pero tambi¨¦n un pa¨ªs sacudido por fort¨ªsimas turbulencias: una crisis financiera susceptible de precipitarle en la recesi¨®n con p¨¦rdidas de millones de empleos; la necesidad de importar el 60% del crudo que consume; y conflictos de enrevesado formato: difusos y b¨ªblicos en Oriente Pr¨®ximo, a punto de cocci¨®n en pa¨ªses institucionalmente fr¨¢giles, y religiosos o ¨¦tnicos en ?frica, Europa o Asia. Pocas de esas crisis son solucionables a ca?onazos. La pasada semana, el parlamento paquistan¨ª alert¨® sobre la futilidad de los bombardeos norteamericanos en las zonas tribales con refugios talibanes si la diplomacia no cierra filas con el islam moderado en la lucha por pacificar el avispero afgano-paquistan¨ª.
Estados Unidos tiene que recuperar habilidad e influencia si desea volver a ser un l¨ªder respetado y un catalizador de valores, seg¨²n un informe del Instituto de Estudios Diplom¨¢ticos de la Universidad Georgetown. Que lo consiga depender¨¢ de tres factores: el impacto de las fuerzas desencadenadas por la globalizaci¨®n sobre la econom¨ªa y las pol¨ªticas norteamericanas, la redistribuci¨®n del poder global entre los nuevos poderes, estatales o no, y los costes ambientales de la prosperidad econ¨®mica y sus consecuencias en la salud. El segundo factor, seg¨²n el informe, depende de las lecciones que las ¨¦lites de EE UU puedan extraer de los complejos conflictos de Irak y Oriente Pr¨®ximo; y el tercero, de la habilidad de su sistema pol¨ªtico para construir un centro de decisi¨®n bipartidista, neutralizador de las guerras entre republicanos y dem¨®cratas en las tomas de decisi¨®n en pol¨ªtica exterior.
El replanteamiento es imprescindible porque las mutaciones internacionales son profundas. La capacidad de Estados Unidos para influir en las decisiones de Rusia, China, India, Jap¨®n, Corea del Sur o Turqu¨ªa ha disminuido porque las naciones buscan su propio rumbo, seg¨²n el grupo que redact¨® el informe, compuesto por acad¨¦micos y pol¨ªticos. "La pol¨ªtica exterior norteamericana ser¨¢ progresivamente dif¨ªcil en una era en la que los poderes principales (Europa entre ellos) est¨¢n con nosotros en algunos asuntos y contra nosotros en otros". Contra Washington est¨¢n los gobiernos y sociedades convencidas de que la subordinaci¨®n de la fuerza pol¨ªtica a la militar en la lucha contra el terrorismo, en lugar de debilitarlo, lo expandi¨® a trav¨¦s de inquinas y grupos relativamente peque?os y de funcionamiento aut¨®nomo. "El mundo contempor¨¢neo es m¨¢s complejo que el de la Guerra Fr¨ªa", afirma el informe de la Georgetown.
Para administrarlo con equidad, el ex canciller nicarag¨¹ense Miguel D'Escoto, presidente de la Asamblea General de la ONU, invoca al di¨¢logo y la moral, aunque no cree que la nueva Administraci¨®n estadounidense vaya a aplicarlas. "El hombre es un animal de costumbres y cuando se ha acostumbrado a la mentalidad de due?o (EE UU) es muy dif¨ªcil hacerlo cambiar, pero tiene que cambiar. El mundo no aguanta m¨¢s ese comportamiento", dice en su despacho de Nueva York. La crisis no es tanto econ¨®mica o pol¨ªtica como ¨¦tica, seg¨²n D'Escoto. "Y aqu¨ª si hablas de justicia social y de normas ¨¦tico-morales en el comercio mundial, la respuesta tradicional es 'business es business', o sea, el lucro, sin normas morales".
Pero al igual que la salvaci¨®n de los negocios aconsej¨® a Bush aceptar, a rega?adientes, la convocatoria de una conferencia mundial sobre la regulaci¨®n de los sistemas financieros globales, el pr¨®ximo d¨ªa 15 en Washington, algunos analistas proponen otra conferencia sobre la nueva orientaci¨®n del liderazgo norteamericano para la soluci¨®n de conflictos internacionales. "?Qu¨¦ le aconsejar¨ªa al pr¨®ximo presidente de Estados Unidos?", preguntaron a Zbigniew Brzezinski (1928), ex asesor de Seguridad Nacional con Jimmy Carter (presidente de 1977 a1981) y analista del Centro de Estudios Estrat¨¦gicos Internacionales. "Yo le dir¨ªa que acometa la crisis de credibilidad que observamos en el mundo sobre nuestro liderazgo. Debe consultar a los aliados, no actuar unilateralmente". El mundo necesita de unos Estados Unidos en forma porque los fracasos de la locomotora mundial benefician a pocos. Dos ejemplos: el fiasco iraqu¨ª complic¨® las relaciones de EE UU con los vecinos del pa¨ªs ocupado, Turqu¨ªa entre ellos; y las hipotecas basura de Wall Street desangraron los mercados globales. Si la Bolsa de Nueva York acumul¨® p¨¦rdidas del 25% en tres meses, en la alemana alcanzaron el 28%, en la china el 30%, en la japonesa el 37%, en la brasile?a el 41%, y en la rusa el 61%.
Barack Obama propondr¨¢ un nuevo consenso internacional contra las redes terroristas, apoyadas a veces por Estados c¨®mplices, y previsiblemente conversaciones directas entre Washington y sus enemigos. Pero nadie debe esperar bajo su eventual mandato movimientos radicales o una renuncia de EE UU al empleo de su arsenal en solitario.
La guerra preventiva de Bush careci¨® de una estrategia que el mundo pudiera entender, y record¨® los errores de Vietnam, seg¨²n Obama. Naci¨® sin la legitimidad requerida por la empresa y perdi¨® adeptos incluso entre los gobiernos que aportaron tropas, que no pudieron sostener ante sus sociedades una campa?a de objetivos poco claros y empapada en sangre y destrucci¨®n. Como ocurri¨® en el caso de Espa?a, que retir¨® a sus tropas. "La Casa Blanca se sinti¨® enga?ada cuando Bono (Jos¨¦ Bono, ex ministro de Defensa) prometi¨® que todo se har¨ªa coordinadamente, y tambi¨¦n le pareci¨® intolerable que el presidente espa?ol (Rodr¨ªguez Zapatero) pidiera a los otros pa¨ªses de la coalici¨®n que la abandonaran. Eso no gust¨® ni a los dem¨®cratas", seg¨²n recuerda un observador europeo.
Barack Obama propugna coaliciones como la promovida por George H. W. Bush en 1991 para expulsar a Irak de Kuwait. La argamasa de aquella fue el mantenimiento del orden mundial, mientras que la espoleta de la forzada en la reciente invasi¨®n de Irak fue la seguridad nacional, el temor a nuevos ataques terroristas. El candidato dem¨®crata es un rupturista made in USA, nada aventurero en sus propuestas: aboga por la progresiva retirada de las tropas de combate de Irak, dejando un gobierno amigo, o al menos no enemigo, y batallones de seguridad y adiestramiento. "?Estamos decididos a usar la fuerza siempre que un r¨¦gimen desp¨®tico aterrorice a su pueblo? Y si es as¨ª, ?cu¨¢nto tiempo nos quedamos all¨ª para que la democracia eche ra¨ªces?", se pregunta.
Poco amigo de soluciones militares, se pronunci¨® contra las armas nucleares y a favor de un mano a mano con Hugo Ch¨¢vez, Kim Jong Il o Mahmoud Ahmadineyad sobre distensi¨®n y reactores nucleares, o sobre el enriquecimiento de uranio de Teher¨¢n y su apoyo a Ham¨¢s y Hezbol¨¢. Nicholas Burns, subsecretario de Estado para asuntos extranjeros hasta su jubilaci¨®n en abril, compara en Newsweek las diferencias de este nuevo m¨¦todo con las directrices aplicadas hasta ahora. "Nunca me permitieron entrevistarme con un iran¨ª", explica en referencia a sus tres a?os de destino diplom¨¢tico en Ir¨¢n bajo Bush.
El poder de la negociaci¨®n seduce a Obama, un hombre dispuesto a discutir a fondo y replantear viejos conflictos, entre ellos el que enfrenta a Israel y a la Autoridad Palestina, cuya negociaci¨®n contar¨ªa presumiblemente con el acompa?amiento diplom¨¢tico de EE UU, L¨ªbano, Siria y Arabia Saud¨ª. El perfil de Obama, un ingenuo y peligroso so?ador, seg¨²n sus cr¨ªticos, cumpli¨® con las expectativas de quienes ped¨ªan un mea culpa del imperio. Lo emiti¨® al denunciar la tendencia de Estados Unidos a ver los conflictos y a las naciones bajo el prisma de la guerra fr¨ªa, tolerar o apoyar a tiran¨ªas amigas, y fomentar la corrupci¨®n y la degradaci¨®n medioambiental cuando sirvieron a los intereses nacionales. Los promotores de este comportamiento ten¨ªan la convicci¨®n, seg¨²n Obama, de que "los Big Macs e Internet supondr¨ªan el fin de los conflictos hist¨®ricos".
El pensamiento del contendiente dem¨®crata sintoniza con el an¨¢lisis de Joseph S. Nye, profesor en Harvard, para quien la estrategia del pr¨®ximo presidente debe combinar la fuerza militar con el poder de captaci¨®n de la pol¨ªtica, de la ayuda social, los intercambios de programas o los contactos entre militares. "En la lucha contra el terrorismo debemos usar la fuerza contra su n¨²cleo, pero nunca podremos ganar si no conquistamos el coraz¨®n y la mente de los moderados", se?ala Nye. Por ejemplo, la coerci¨®n en Abu Ghraib abarrot¨® los banderines de enganche de Al Qaeda.
Desde el trauma del 11-S, Estados Unidos "ha sido exportador de miedo y rabia m¨¢s que promotor de nuestros tradicionales valores de esperanza y optimismo. Guant¨¢namo es un icono m¨¢s poderoso que la Estatua de la Libertad", subraya el profesor. Obama acude al rescate del simbolismo de la escultura regalada por Francia en el a?o 1886, abrazando el multilateralismo como receta para la soluci¨®n de las crisis y el redise?o de las instituciones internacionales. Lo har¨¢, seg¨²n propia confesi¨®n, para garantizar el liderazgo de su pa¨ªs y reforzar la legalidad internacional. Una de sus reflexiones resume las intenciones del hombre aparentemente destinado a hacer historia: "No podemos imponer la democracia a punta de pistola".
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