Las nueve horas de Miguela velando la tumba de su marido
Los floristas afirman que se venden menos ramos en los cementerios por la crisis
Con las manos cruzadas sobre el vientre abultado, sentada en una silla de pl¨¢stico, Miguela guarda la tumba de Francisco Santos, su marido. Una chaqueta de lana negra abotonada hasta el cuello, un jersey tambi¨¦n negro y una falda del mismo color la protegen del fr¨ªo, e indican su estado civil: viuda. La mujer se pas¨® ayer desde las nueve de la ma?ana en el cementerio de la Almudena velando la sepultura. Son las cinco de la tarde y piensa quedarse al menos hasta las seis. Nueve horas en un cementerio en el D¨ªa de Todos los Santos para acompa?ar a su esposo. "Vengo para gozar con ¨¦l, para estar a su lado", explica la mujer, de etnia gitana. Para aguantar el tir¨®n, unos bocadillos, bebidas y patatas que guarda al lado de su silla en bolsas.
La mujer peina canas, pero no sabe qu¨¦ edad tiene. Tampoco conoce la de su marido. Y es imposible ver la fecha de nacimiento del hombre en la tumba por los ramos de flores artificiales. Apenas queda sitio para el medall¨®n con la fotograf¨ªa del difunto, vestido con camisa blanca a lunares negros, peinado con la raya al lado y con un bigote espeso, apunto de ensortijarse. Francisco, que se dedic¨® al comercio de animales, tuvo 16 hijos, cinco con Miguela y los otros 11 con su primera esposa. Ayer su tumba estuvo muy concurrida.
Muchos familiares de las personas que descansan para siempre en la Almudena pasearon ayer por el cementerio. Como Felipa de Saz, de 74 a?os, y su hermana Casimira, de 70, que primero visitaron la tumba del marido de Felipa y despu¨¦s caminaron por el cementerio civil. "Venimos sobre todo por seguir la tradici¨®n", explica la mayor de las dos. A ella el cementerio civil, donde yacen personalidades como Pablo Iglesias, fundador del Partido Socialista Obrero Espa?ol, o Dolores Ibarruri, La Pasionaria, le despierta mucho inter¨¦s. "Me pregunto qui¨¦nes son los que est¨¢n aqu¨ª. En algunas tumbas ni se puede leer el nombre del difunto porque est¨¢n abandonadas. Me gustar¨ªa que hicieran un libro contando la historia de este cementerio", pide la mujer.
M¨¢s desconocido todav¨ªa le resulta el cementerio jud¨ªo, un espacio cercado por un muro de ladrillos rojos. Tras la min¨²scula puerta verde, que da paso al camposanto, no hay nadie. Los seguidores de esta religi¨®n est¨¢n obligados a descansar desde el viernes cuando se pone el sol hasta el s¨¢bado, cuando empieza a anochecer. Quiz¨¢ por eso luce descolorido, a excepci¨®n de un ramo de rosas rojas frescas sobre una tumba. "Es una gozada. Est¨¢ tranquil¨ªsimo", alaba Igu¨¢cel As¨ªn, de 25 a?os y dise?adora gr¨¢fica. Ha acudido a la Almudena para acompa?ar a Jos¨¦ Manuel Sanz, de la misma edad, estudiante de Bellas Artes. Mapa en mano, y despu¨¦s de visitar a los familiares de Sanz, han llegado hasta el oculto cementerio.
Y de la mano de los floristas, lleg¨® la crisis. "Se ha vendido menos", repet¨ªan los propietarios de los chiringuitos. "Hoy [por ayer] hemos hecho entre 300 y 400 ramos, bastante menos que el a?o pasado", asegur¨® Rosa San Mart¨ªn, de 45 a?os. La mujer lleva 25 a?os regentando uno de los muchos negocios de flores. El clavel y el ramo de flores artificiales fueron los m¨¢s vendidos.
Precisamente un manojo de claveles escogi¨® alguien para la tumba del inventor del submarino, Isaac Peral, en la zona antigua del cementerio, donde a las seis y media ya no quedaba nadie. Tampoco se ve¨ªan todosanteros en la entrada principal. Incluso Miguela hab¨ªa plegado ya su silla, hasta el a?o que viene, cuando volver¨¢ a velar a Francisco, nueve horas m¨¢s.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.