El papel de Espa?a, ahora
Hace unos a?os, los pa¨ªses m¨¢s industrializados del mundo, ante la inoperancia de las instituciones multilaterales, decidieron organizarse, de manera informal pero regular, a trav¨¦s de reuniones peri¨®dicas. Es lo que se llam¨® el G-7. El objetivo era compartir estrategias, pol¨ªticas econ¨®micas y fijar prioridades comunes.
El criterio estaba claro: eran las siete econom¨ªas de mercado m¨¢s importantes de la tierra. Los amos del mundo. Es decir, Estados Unidos, Jap¨®n, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Canad¨¢. M¨¢s adelante, por razones estrat¨¦gicas m¨¢s que econ¨®micas, se decide ampliar el club incorporando a Rusia: del G-7 pasamos al G-8. En cualquier caso, el G-7 representaba Occidente y, por tanto, la econom¨ªa mundial. Sus opiniones eran las relevantes, y sus decisiones, valga la redundancia, las decisivas.
?Por qu¨¦ no rehacemos consensos sobre la base de la pol¨ªtica exterior de Javier Solana?
La evoluci¨®n pol¨ªtica, econ¨®mica, social y cultural de Espa?a posibilit¨®, en un momento dado, que nuestro pa¨ªs pudiera plantear, leg¨ªtimamente, formar parte de ese club privilegiado. Para eso era imprescindible tener una pol¨ªtica exterior coherente que pusiera en valor todo lo que la sociedad y la econom¨ªa espa?olas han hecho en una generaci¨®n: quintuplicar nuestra renta per c¨¤pita, convertirnos en un pa¨ªs exportador neto de capitales y en importador neto de mano de obra, y con una proyecci¨®n cultural, a trav¨¦s de la lengua espa?ola, inimaginable hace unos a?os.
Personal y orgullosamente, he sido testigo de todo eso. Y tambi¨¦n de que Espa?a pod¨ªa estar donde ambicion¨¢bamos.
Lamentablemente, todo eso se ha deteriorado gravemente. Y es cierto que podemos competir con Canad¨¢, en t¨¦rminos absolutos, o con Italia, en t¨¦rminos relativos, m¨¢s all¨¢ de las torpezas diplom¨¢ticas de nuestro presidente. Pero hace falta algo m¨¢s: Espa?a debe ser y parecer lo que debe ser: un pa¨ªs occidental, solidario con sus valores, socio fiable y alejado de raras tentaciones. Donde nos corresponde.
Y no es as¨ª. La imagen del presidente del Gobierno en los foros internacionales as¨ª lo pone de manifiesto: aparecemos como un pa¨ªs poco relevante. En todos los debates sobre la reforma del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, o sobre la ampliaci¨®n del G-8, no hemos estado. Pudimos y ya no podemos. Y en otros ¨¢mbitos (en las cumbres euromediterr¨¢neas o iberoamericanas) no estamos a la altura de las circunstancias. Menos mal que el Rey s¨ª lo est¨¢.
Y la pregunta es por qu¨¦. Y la respuesta est¨¢ clara: nuestra posici¨®n exterior es extempor¨¢nea y exc¨¦ntrica. Extempor¨¢nea porque parece propia del siglo pasado, como si estuvi¨¦ramos todav¨ªa en la divisi¨®n entre bloques (o, en el mejor de los casos, en una confrontaci¨®n ideol¨®gica entre "conservadores" y "progresistas"), y exc¨¦ntrica porque no tiene en cuenta la "correlaci¨®n" de fuerzas en la que se mueve nuestro mundo actual... Y nosotros, mientras tanto, primamos, acr¨ªticamente, el papel de, por ejemplo, algo tan ineficaz, burocr¨¢tico e inoperante como la Organizaci¨®n de Naciones Unidas (ONU), escondiendo, por ejemplo, que nuestra misi¨®n militar en Afganist¨¢n est¨¢ bajo la OTAN.
Adem¨¢s, ahora vemos c¨®mo otros pa¨ªses van a toda velocidad. China es ya la cuarta econom¨ªa del mundo y pronto va a ser la tercera. Y a mediados de este siglo ser¨¢ la primera... India ya est¨¢ ah¨ª. Y ser¨¢ una gran potencia. M¨¦xico, Indonesia o Brasil son tenidos en cuenta internacionalmente m¨¢s que Espa?a.
?Y qu¨¦ hacemos nosotros? Lamentablemente, renunciar a toda ambici¨®n de estar en primera l¨ªnea. Parece como si a?or¨¢semos estar en el movimiento de los pa¨ªses no alineados, como si no hubiera ca¨ªdo el muro de Berl¨ªn.
?Qu¨¦ pena! Y la pregunta es si todo eso puede ser recuperable. Si podemos rehacer ese papel protagonista para Espa?a, cuando todos los dem¨¢s no pierden el tiempo en debates divisivos, est¨¦riles y anclados en el pasado. Y creo que, a pesar de que muchas cosas nos llevan a la desesperanza, podemos volver a ser ambiciosos: olvidemos tentaciones raras y recuperemos consensos b¨¢sicos.
La pol¨ªtica exterior debe ser un ¨¢mbito de consenso. As¨ª fue casi siempre. Y eso nos fue bien.
Y por eso un ex ministro de Exteriores del Partido Popular (PP) como el que suscribe puede hacer una propuesta aparentemente provocativa: ?por qu¨¦ no rehacemos consensos sobre la base de la pol¨ªtica exterior de un ministro del PSOE como Javier Solana?
Ahora estamos en ese debate, est¨¦ril y frustrante, de si Espa?a va a estar o no en la reuni¨®n de Washington que, te¨®ricamente, debe sentar las bases de un Bretton Woods II. Y me entristece profundamente que el presidente de mi Gobierno ofrezca una imagen m¨¢s bien penosa. Ya lo hizo al no querer reconocer una crisis evidente para todo el mundo. Pero es lo que hay.
Espa?a debe estar. Por derecho y por conveniencia. No nuestra, sino global. Espero que al final todo salga como debe salir. Pero tambi¨¦n espero que todo el mundo extraiga consecuencias.
En pol¨ªtica exterior, nada es gratis. Y las opiniones de cara a la galer¨ªa (enorme torpeza, impropia de su inteligencia, la del ministro Sebasti¨¢n) no sirven a los grandes objetivos, generales y vitales, de Espa?a, como parte integrante y relevante de eso que denominamos Occidente.
Espa?a ha sido la octava potencia industrial del mundo. Merec¨ªa estar en el G-7. Ya no es as¨ª. Y no va a volver a serlo. Porque otros van mucho m¨¢s r¨¢pidos.
No nos agobiemos. Es el G -7 el que ya no vale. Brasil, China, India, Rusia, M¨¦xico, Indonesia o Corea del Sur pesan ya tanto, en paridad de poder adquisitivo, como el citado G-7. Un tercio de la econom¨ªa mundial cada una de las agrupaciones mencionadas. "Verde y con asas".
Es necesario, ante este nuevo escenario, plantear un cambio profundo de las reglas de juego del di¨¢logo internacional.
Que Espa?a juegue a eso ahora. Ya no es tiempo del G-7 ni de extra?as concesiones a demagogias est¨¦riles y contraproducentes. Juguemos a estar en los nuevos equilibrios. Desde Occidente, pero sensibles a los desplazamientos evidentes del centro de gravedad del planeta. Siendo lo que nos interesa ser. Sin sesgos "progres" ni delirios de grandeza. Y la crisis econ¨®mica puede, parad¨®jicamente, ayudarnos.
Josep Piqu¨¦ es economista y ex ministro de Asuntos Exteriores.
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