Anxo Rei Ballesteros, escritor gallego
Vivi¨® una vida de artista incendiado, la vida como arte y el arte como la vida
Anxo Rei Ballesteros naci¨® en una casa de aldea del Ayuntamiento de Boqueix¨®n en el a?o 1952 y muri¨® de enfermedad en un piso de A Coru?a el viernes por la tarde. Ni?o sin padre, ni?o guerrero. De ni?o se vino a vivir a Santiago y se cri¨® en el barrio, en las calles revolucionadas, en las tabernas y en los libros. Sin conocer aquellos a?os de ahogo, ansiedad y frenes¨ª no se comprende bien la radicalidad de Anxo. Se podr¨ªa decir que fue leal a aquel tiempo hasta morir. Vivi¨® como una chimenea, fum¨® demasiado, bebi¨® demasiado, habl¨® demasiado, se gast¨® demasiado. Vivi¨® una vida de artista incendiado, la vida como arte y el arte como la vida.
Antifranquista y licenciado en un Derecho que no ejerci¨®, se hizo Caballero Legionario, la ¨²ltima orden guerrera. Volv¨ªa con la camisa legionaria abierta y el pecho peludo por calles y tabernas, ¨¦l no era un universitario m¨¢s, era alguien que cabalgaba la muerte. Con su gesto romp¨ªa el l¨ªmite en el que se deten¨ªa el intelectual, Anxo no quer¨ªa un refugio de la vida, lo que quer¨ªa era enfrentarla a mordiscos.
En su primer libro, Dos anxos e dos mortos (De los ¨¢ngeles y de los muertos), levanta sobre el escenario de aquella ¨¦poca a una generaci¨®n que se embriaga en el lenguaje, los d¨ªas como una taberna. Pasaron los a?os y sigui¨® siempre dialogando con esos fantasmas hechos de palabras. Pero a pesar de vivir literariamente y metaliterariamente, estuvo siempre vivo; aquel mon¨®logo inteligente, desafiante y feroz, aquella voz humana era algo de lo m¨¢s real que uno pueda conocer. Aquel borracho de palabras tradujo al gallego, adapt¨® y dirigi¨® La Voix Humaine de Cocteau y la voz de Molloy, ese hijo de Becket. Escribi¨® para teatro Xogos de damas y novelas como Loaira y Non sei cando nos veremos. Luego se lanz¨® contra el Hamlet, ese hijo detenido, y lo golpe¨® y traspas¨® en todas direcciones en un ensayo, Tempo e Vinganza.
Anxo Rei Ballesteros, esa m¨¢quina de carne que se acercaba al D¨ªa de Difuntos y se detuvo en v¨ªsperas de Santos, ardi¨® como fuego y ascendi¨® en humo. El arte tiene dos rostros, la avaricia y la generosidad, la deposici¨®n y el gesto, la obra acumulada en el estante y la aventura a muerte. Mientras acumulamos cuidadosamente obra, c¨®mo no vamos a tenerle envidia a Anxo que vivi¨® a muerte.
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