Fuera de lugar
Es l¨®gico que las declaraciones de la Reina a una periodista del Opus Dei hayan levantando una fuerte pol¨¦mica. Algunos se sienten escandalizados por las posiciones de Sof¨ªa de Grecia, ya sea por su rechazo del matrimonio homosexual, sus cr¨ªticas a la guerra de Irak o su defensa de los valores religiosos en la educaci¨®n. Pero lo verdaderamente preocupante del caso no son dichas opiniones, sino el hecho de que la Reina haya decidido hacerlas p¨²blicas, tomando partido en cuestiones en torno a las cuales hay gran divisi¨®n social.
No es que los miembros de la familia real tengan restringidos sus derechos y libertades. Sin duda, la libertad de expresi¨®n tambi¨¦n les alcanza a ellos. El problema surge m¨¢s bien por el papel institucional que los Reyes tienen encomendado. El Rey es el Jefe del Estado y, por tanto, su figura ha de estar por encima de los partidismos que atraviesan nuestra vida pol¨ªtica. La Reina no tiene ninguna responsabilidad constitucional, si bien como Reina de Espa?a se espera de ella un comportamiento similar al del Jefe del Estado. Los Reyes representan a Espa?a ante el exterior y son un s¨ªmbolo de nuestro pa¨ªs. Para poder realizar dicha funci¨®n simb¨®lica, no deben intervenir en asuntos que dividen a la sociedad.
Aunque pueda parecer parad¨®jico, las instituciones no electas (como la Monarqu¨ªa, el Tribunal Constitucional, el Banco de Espa?a, o las agencias reguladoras) han de tener en cuenta a la opini¨®n p¨²blica en mayor medida incluso que las instituciones elegidas mediante sufragio universal. Precisamente por no tener un respaldo popular, las instituciones no electas tienen que mostrar un exquisito cuidado para no traicionar la confianza que han recibido. Su supervivencia depende en ¨²ltima instancia de que la gente piense que, a pesar de no haber pasado por el filtro electoral, desempe?an adecuadamente su tarea.
El Tribunal Constitucional, por ejemplo, atraviesa una grave crisis por las maniobras partidistas que han interferido en su normal funcionamiento. Muchos cuestionan el poder de un Constitucional no electo si sus magistrados se comportan igual que los miembros de los partidos pol¨ªticos. Si van a actuar as¨ª, cabe pensar, por lo menos que est¨¦n sometidos al control electoral. Lo mismo puede decirse del resto de las instituciones mencionadas.
Con respecto a la monarqu¨ªa, el problema es a¨²n m¨¢s grave, puesto que la elecci¨®n del Rey es din¨¢stica, sin atender a los criterios de m¨¦rito o capacidad profesional que se siguen usualmente. En el caso de la Reina, su cargo se debe al accidente de ser c¨®nyuge del Jefe del Estado. Siendo tan arbitraria la forma de llegar al cargo, deber¨ªa hacer un esfuerzo m¨¢ximo por cumplir con dignidad su papel.
En el fondo, no deber¨ªa resultar muy sorprendente que la Reina tenga ideas conservadoras y no sea una atea, libertina y revolucionaria. Lo raro es que en esta ocasi¨®n haya roto con su proverbial discreci¨®n, necesaria para que la Monarqu¨ªa siga resultando una instituci¨®n que no molesta demasiado a pesar de no casar muy bien con la l¨®gica democr¨¢tica.
Ignacio S¨¢nchez-Cuenca es profesor de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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