"Cuando mir¨¦, el compa?ero que iba a mi lado estaba muerto"
El capit¨¢n herido leve en Afganist¨¢n relata a EL PA?S c¨®mo vivi¨® el atentado
El capit¨¢n del blindado atacado el domingo en Afganist¨¢n por un terrorista suicida vivi¨® ayer el funeral de sus dos compa?eros muertos en el atentado, acompa?ado de su mujer, en la habitaci¨®n que ocupa en la tercera planta en Traumatolog¨ªa del hospital de Montecelo, en Pontevedra. Los otros dos soldados heridos est¨¢n juntos, en esa misma planta. El capit¨¢n Enrique Jos¨¦ Dopico Rodr¨ªguez no deja de pensar en el ataque. "Le he dado mil vueltas y creo que el da?o se redujo al m¨ªnimo. Si la furgoneta hubiera impactado contra nosotros, hubiera desintegrado el veh¨ªculo", comenta. "El veh¨ªculo no se empotr¨®, fue a distancia, estaba en el arc¨¦n y nosotros en el arc¨¦n contrario, mantuvimos una distancia de seguridad de siete metros o as¨ª".
El capit¨¢n Dopico tiene vivo en la memoria c¨®mo se produjo el ataque "Yo sal¨ªa de un pueblo y la salida coincid¨ªa con un puente. Antes de que entr¨¢ramos se meti¨® un ciclomotor en mitad del convoy, y en previsi¨®n de que pudiera llevar explosivos mantuvimos una distancia de seguridad porque el puente puede ser un embudo para nosotros. Una vez se sobrepas¨® el puente, el motorista se abri¨® a la derecha y nosotros nos abrimos a la izquierda, lo sobrepasamos y de frente ten¨ªamos la furgoneta que ten¨ªa el explosivo. Volvimos a la derecha, dejamos distancia de seguridad con el ciclomotor detr¨¢s y la m¨¢xima con la furgoneta, con los dos carriles de por medio. En el momento que nos pusimos a su altura tuvo lugar la explosi¨®n y con la velocidad que llev¨¢bamos salimos de la carretera. Nos desplazamos unos 80 metros, tuvimos bastante suerte de no volcar".
All¨ª, en la zona afgana de Herat donde patrullan las tropas espa?olas, explica, "las salidas de carretera son taludes de metro y medio y coincidi¨® que era una zona llana, de tierra. En el momento de la explosi¨®n perd¨ª un poquito la noci¨®n de tiempo y el espacio
[estos veh¨ªculos llevan un gas antiincendio que lo dej¨® un poco a ciegas al principio]. Not¨¦ que me quemaba, me entr¨® la onda de abajo arriba, no sab¨ªa de d¨®nde hab¨ªa venido, me cogi¨® bastante de sorpresa. Intent¨¦ localizar al resto de la tripulaci¨®n. Iba preguntando de d¨®nde hab¨ªa venido la onda, pero no obtuve respuesta, y en la parte de atr¨¢s vi que las dos personas estaban bien: uno hab¨ªa conseguido salir por sus medios y el otro s¨®lo ten¨ªa s¨®lo una esquirla. Cuando proced¨ª a ver al resto de la tripulaci¨®n, el compa?ero que estaba a mi lado estaba muerto, y el conductor..., no pude acceder a ¨¦l porque me lo imped¨ªa la torreta del veh¨ªculo. Yo iba en la parte media, mirando por fuera para controlando todo, de pie".
En la habitaci¨®n 338, el capit¨¢n Enrique Jos¨¦ Dopico Rodr¨ªguez mantiene el tipo, pero se queda sin palabras para describir su estado de ¨¢nimo: "Estoy bien", dice, pero tras una pausa a?ade "yo, como responsable del personal...". Desde la tercera planta del Hospital Montecelo de Pontevedra, a 5 kil¨®metros de la base General Morillo, los tres militares heridos en el atentado de Afganist¨¢n -todos de car¨¢cter leve- repasan una y otra vez los minutos previos a la explosi¨®n. Las quemaduras de primer grado en cara y manos (con p¨¦rdida de sensibilidad en varios dedos) y las contusiones diversas revelan un pron¨®stico leve. El capit¨¢n lleg¨® al hospital en ambulancia y se baj¨® por su propio pie.
"Hemos contado con el apoyo de todos los compa?eros y eso se agradece", afirma Dopico, que se confiesa "militar por vocaci¨®n". Pero a?ade: "Era la primera misi¨®n que hac¨ªamos, la primera salida". A la pregunta de c¨®mo quedaron all¨ª sus compa?eros, responde: "Es gente muy fuerte, que va a aguantar todo. La procesi¨®n va por dentro".
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