Aut¨®nomos del sector editorial
Salvo los libros de autor, la producci¨®n de las grandes editoriales en el sector de no-ficci¨®n (fasc¨ªculos, promociones de prensa, referencia, etc¨¦tera) depende en buena parte del trabajo de colaboradores aut¨®nomos: redactores, traductores, dise?adores gr¨¢ficos y maquetistas, correctores y editores. Hace 30 a?os, este colectivo sol¨ªa vincularse a las empresas editoras mediante un contrato laboral, indefinido o temporal, pero eso parece la prehistoria. A principios de los a?os ochenta, bendita modernidad, las principales editoriales, no hace falta citar nombres, descubrieron las virtudes de la concentraci¨®n empresarial y de la reducci¨®n de plantillas. Encargaron la realizaci¨®n de las obras a peque?as empresas subsidiarias, los llamados packagers.Hab¨ªa llegado la hora de los aut¨®nomos porque, como es l¨®gico debido a la gran fluctuaci¨®n del volumen de trabajo, los packagers no pod¨ªan cargar su estructura con personal estable. Sin embargo, salvo en el caso de los correctores que siempre estuvieron muy mal pagados, los dem¨¢s profesionales disfrutaban de retribuciones correctas, susceptibles de garantizar una vida digna a pesar de la precariedad laboral. Esto tambi¨¦n ha pasado a la historia.
Desde mediados de los a?os noventa, las tarifas se han estancado nominalmente e incluso se han reducido a veces. Obsesionados por la reducci¨®n de costes, al parecer funci¨®n ineludible de los ejecutivos para mantenerse en el cargo, las grandes editoriales han impuesto presupuestos de realizaci¨®n cada vez m¨¢s raqu¨ªticos, lo cual repercute directamente en la retribuci¨®n de los aut¨®nomos. Diversas causas refuerzan esta tendencia: proliferaci¨®n de packagers e intermediarios, ausencia de una asociaci¨®n defensora de nuestros intereses, miedo a quedarse sin trabajo si no se aceptan las condiciones dictadas, actividad menguante.
?ltimamente, presionados por sus clientes, muchos packagers ya no se atienen, como sol¨ªa ser costumbre, a una tabla de tarifas por tipo de trabajo: tenemos que participar en una especie de subasta a la baja para conseguir un encargo. ?Hasta cu¨¢ndo soportaremos esta situaci¨®n, m¨¢s propia del siglo XIX que del actual.
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