"He ido rindi¨¦ndome a la emoci¨®n y al sentimiento"
El caso de Gonzalo Hidalgo Bayal, profesor de Literatura de 58 a?os en un instituto de Plasencia (C¨¢ceres), no es ins¨®lito pero tampoco es frecuente: autor de un libro de poemas, seis novelas y dos ensayos, publicados en su gran mayor¨ªa en editoriales extreme?as y recuperados parcialmente por una editorial de distribuci¨®n nacional, se ha revelado como una de las voces literarias m¨¢s notables de los ¨²ltimos a?os. Campo de amapolas blancas y Paradoja del interventor demuestran unos extraordinarios talento y estilo. Apadrinado por dos pesos pesados de las letras espa?olas, Rafael S¨¢nchez Ferlosio y Luis Landero, hemos entrevistado a Gonzalo Hidalgo Bayal utilizando los correos electr¨®nicos, un formato en el que si bien se pierde espontaneidad se gana en capacidad reflexiva que, en su caso, tiene el a?adido de la coherencia y el buen decir.
Campo de amapolas blancas
Gonzalo Hidalgo Bayal
Tusquets. Barcelona, 2008
120 p¨¢ginas. 12 euros
"La iron¨ªa y el humor son ingredientes de la melancol¨ªa, tan necesarios como imprescindibles"
PREGUNTA. Campo de amapolas blancas,
recuperada 11 a?os despu¨¦s de su primera edici¨®n extreme?a, podr¨ªa ser la memoria de una generaci¨®n, el recuento vital de unas gentes y un pa¨ªs desde la literatura, desde la recreaci¨®n con especial mimo del estilo y lejos, pues, de la a?oranza. Cit¨¢ndole a usted mismo, "?nostalgia o madurez?".
RESPUESTA. Espero que sea madurez. Escrib¨ª "toda recuperaci¨®n es nostalgia o madurez" para referirme a la revisi¨®n en DVD de las viejas pel¨ªculas de Godard a las que he dedicado este verano algunas tardes. Esa revisi¨®n era nost¨¢lgica: como ir tras el sabor de la magdalena, que es vano intento. Campo de amapolas blancas, en cambio, aunque se propone (se propuso, lo escrib¨ª en el verano del 91 o del 92) recuperar el pasado, no naci¨® de la nostalgia ni se recrea en ella, creo, sino de la memoria, del ejercicio consciente e intelectual de la memoria. Me interesaba m¨¢s lo individual, H y el narrador, que lo generacional. Digamos que el contexto ha venido solo.
P. Sostiene Landero que usted reh¨²ye el encuentro frontal con las emociones y que usa la iron¨ªa para defenderse de la tentaci¨®n intelectual y de la tentaci¨®n sentimental, y lo cierto es que tal an¨¢lisis se podr¨ªa aplicar tal cual a otro gran escritor, Rafael Azcona, al que su declarada afici¨®n cinematogr¨¢fica valorar¨¢ como se merece. ?Comparte el criterio de Landero?
R. S¨ª, creo que Landero tiene raz¨®n, al menos hasta un cierto momento. Siempre me ha producido cierto rechazo la falta de pudor (aunque tambi¨¦n creo que a veces la exhibici¨®n de lo ¨ªntimo y el exceso de impudicia son una m¨¢scara, o sea, otra forma de pudor). En la escasa poes¨ªa que he publicado (Certidumbre de invierno, 1986), nunca utilic¨¦ la palabra "yo": quer¨ªa escribir un libro triste, pero sentimentalmente objetivo, de forma que fuera de los elementos -la lluvia, el fr¨ªo, el atardecer, las calles desiertas- de donde proviniera la tristeza, no del sujeto. Me inclin¨¦ por narradores en primera persona en M¨ªsera fue, se?ora, la osad¨ªa (1988) y en El cerco oblicuo (1993), ambos, personajes desdichados, ambos sentimentales, pero escondiendo el primero sus desventuras en un tono par¨®dico y pedante, estil¨ªstico, dir¨ªa, y el segundo en una afici¨®n filos¨®fica, geom¨¦trica, frustrada, muy racional. Creo que a partir de ah¨ª, aun manteniendo cierta tendencia a la abstracci¨®n y a la vena intelectual, he ido rindi¨¦ndome a la emoci¨®n y al sentimiento, tratando, eso s¨ª, de compensarlo con iron¨ªa y con humor, que al fin y al cabo son ingredientes de la melancol¨ªa, tan necesarios como imprescindibles, y que suponen una actitud moral. Pero nunca hubiera sido capaz de llegar hasta el extremo de anulaci¨®n y de negaci¨®n en que se sit¨²a o se escuda, tan certera y tan agudamente, Rafael Azcona.
P. Reconoce que sus primeras influencias literarias fueron Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, Azor¨ªn, Baroja y, sobre todo, el Faulkner de Mientras agonizo,
lo que no quita para que la gran mayor¨ªa de los comentarios sobre
Paradoja del interventor
citen inevitablemente a Kafka, en el que, ciertamente, el humor y la iron¨ªa son esenciales. ?Comparte esa referencia constante?
R. En mi ¨¦poca "hervaciana" no se le¨ªa en clase de Literatura, la lectura era perniciosa, tal y como se cuenta en Campo de amapolas blancas, de modo que apenas ten¨ªamos acceso a algunos fragmentos seleccionados en los libros de texto, de entre los que destacaban los autores del 98 y allegados. A m¨ª me gustaron sobre todo los fragmentos de Azor¨ªn y JRJ (Baroja menos), la tristeza del tiempo de Azor¨ªn (una lucecita roja, una flauta en la noche, etc¨¦tera) y la tristeza amarilla y oto?al de JRJ, tristezas por lo dem¨¢s muy adolescentes. Compr¨¦ entonces, con pocos medios, libros de ambos y los le¨ª y rele¨ª. Con ambos, adem¨¢s, se aprende el uso gramatical de los signos de puntuaci¨®n. Pero creo que, en prosa, debo m¨¢s a JRJ, tanto a Platero y yo como, por ejemplo, a Espa?oles de tres mundos, que a Azor¨ªn. La lectura casual de Faulkner, de Mientras agonizo, a lo que me condujo, aparte de a otras novelas de Faulkner, fue a la valoraci¨®n po¨¦tica de la prosa narrativa. En cuanto a Kafka, las referencias se reducen a Paradoja del interventor, donde me atrev¨ª a emplear (casi me arrepiento) la palabra "agrimensor", aunque como gui?o inverso: K. pretende acceder al castillo, el interventor no pretende nada o, en todo caso, salir de la ciudad, abandonar el castillo. Las referencias, pues, se deben a cierto paralelismo en las historias. Nadie se libra de la influencia de Kafka, porque ha sido quien con menos suplementos ret¨®ricos m¨¢s ha profundizado en la literatura del siglo XX en asuntos morales. Prueba de mi inter¨¦s por Kafka, en cualquier caso, es que prepar¨¦ una edici¨®n escolar de La metamorfosis en 2005. ?Pero qu¨¦ m¨¢s quisiera yo que escribir algo, en el sentido justo del adjetivo, verdaderamente kafkiano!
P. Llegados a este punto no queda m¨¢s remedio que hablar de su declarada y p¨²blica "Ferlos¨ªa" pues no en vano le dedic¨® un erudito y esclarecedor libro, Camino de Jo
t¨¢n
.
La raz¨®n narrativa de Ferlosio,
en 1994, y, despu¨¦s, en 2007, reuni¨® 10 ensayos en un segundo libro ferlosiano,
El desierto de Takla Mak¨¢n.
"S¨¦ que ninguna obra es inagotable", escribi¨®, "pero tambi¨¦n es verdad que de cada relectura nueva de Ferlosio he sacado algo nuevo, positivo y de provecho". ?Quiz¨¢ ha llegado el momento de desmontar el sonsonete de que Ferlosio es un gran sabio de todo aquello que no es rentable? Corren tiempos en los que no parece que la tan valorada rentabilidad, sobre todo la econ¨®mica, justifique su entronizaci¨®n.
R. Quise hacer la tesina de licenciatura sobre Ferlosio (incluso hice un trabajo acad¨¦mico, muy escolar, sobre Alfanhu¨ª), pero don Francisco Yndur¨¢in, que era un profesor excelente, de los que ense?aban a leer, no quer¨ªa "autores vivos" y me encomend¨® una tarea de hemeroteca. De modo que no hice tesina. Pero el libro de Ferlosio que me deslumbr¨® fue Las semanas del jard¨ªn, que compr¨¦, por cierto, en Nostromo, en dos tomos, pensando que era una novela, porque alguien lo calific¨® de "extra?o experimento narrativo". Segu¨ª luego sus art¨ªculos en EL PA?S y me agrad¨® sobremanera su explosi¨®n editorial de 1986. Fue poco despu¨¦s cuando escrib¨ª La raz¨®n narrativa de Ferlosio, uno de cuyos cap¨ªtulos pretend¨ªa deshacer una de las leyendas que lo persegu¨ªan desde mediados de los cincuenta: el c¨¦lebre silencio de Ferlosio. Ferlosio ha publicado despu¨¦s varios libros, pero todav¨ªa se habla de ese silencio, aunque restringido a la narrativa y a la a?oranza de las guerras barcialeas. Creo que a Ferlosio le persiguen varias leyendas, o sonsonetes, que ¨¦l no cultiva pero que tampoco se molesta en deshacer, porque tampoco le preocupan demasiado. Como el p¨²blico tiene afici¨®n a las leyendas, las leyendas sobre Ferlosio proliferan y se expanden: su car¨¢cter, su indumentaria, etc¨¦tera. La de la sabidur¨ªa est¨¦ril es una de ellas y es la m¨¢s peligrosa, porque permite rebatir sus bien trabadas argumentaciones con un simple y perezoso "?cosas de Ferlosio!", como si fueran man¨ªas. Yo creo que Ferlosio es un sabio: sabe mucho y de muchas cosas y siempre escribe "sabiendo", pero no es, por utilizar una jerga que le desagrada, ni un profesional ni un gestor de la sabidur¨ªa. Siguiendo con la jerga al uso y a la moda: no quiere ni le interesa "poner en valor" su sabidur¨ªa. Tal vez ¨¦sa sea la verdadera se?al del sabio.
P. Y ya para concluir, resulta curiosa esa referencia al f¨²tbol que surge con cierta constancia en su blog.
Garc¨ªa Hortelano sol¨ªa decir que una de las ventajas de la transici¨®n democr¨¢tica en Espa?a era la de poder asistir al f¨²tbol sin mala conciencia.
R. Siempre digo que la afici¨®n infantil, "ser de un equipo" en la infancia, imprime m¨¢s car¨¢cter que todos los sacramentos juntos. Yo s¨®lo he sabido dos listas en mi vida: los hijos de Jacob y la alineaci¨®n del Atl¨¦tico de Madrid de los sesenta: Madinabeytia, Rivilla, Griffa, Calleja... Ahora sigo a distancia los resultados, leo las p¨¢ginas deportivas, pero no me considero aficionado o, como mucho, aficionado televisivo e intermitente. Me entretiene m¨¢s la peripecia narrativa que la competici¨®n, el dramatis personae, la justicia po¨¦tica que se abate sobre un presidente presuntuoso, la jerga de los hermeneutas deportivos... Y me gusta bromear con mis amigos forofos, aliviarles con coplas burlescas y ripiosas las penas de la derrota. Por lo dem¨¢s, el "sin mala conciencia" de Garc¨ªa Hortelano ha dado paso, en lo futbol¨ªstico, a una creciente e inabarcable desmesura. -
Campo de amapolas blancas. Tusquets. Barcelona, 2008. 120 p¨¢ginas. 12 euros. Paradoja del interventor. Tusquets. Barcelona, 2006. 232 p¨¢ginas. 15 euros. bayal.blogspot.com/
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