Mienten cual bellacos
Algunos cat¨®licos de por estos -y otros- pagos han perdido la chaveta y andan desmadrados, obviedad que no ha de sorprendernos en tan vasta congregaci¨®n ind¨ªgena de creyentes con sus peculiares atavismos, ni debe tampoco generalizarse por respeto a esa aguerrida comunidad de cristianos de base que dan testimonio c¨ªvico de su fe y que sufren resignadamente los desprop¨®sitos e imposturas de sus cofrades. Como es el caso de una c¨¦ntrica parroquia de Valencia donde en su catequesis para ni?os en torno a los siete a?os y a prop¨®sito de una biograf¨ªa de santa Eulalia -siglo III- se alecciona a las criaturas evocando el martirio que sufrieron los primeros creyentes, atormentados y devorados por los leones circenses del emperador Diocleciano. Una persecuci¨®n que, seg¨²n el pinturero hagi¨®grafo, no ha cesado a lo largo de la historia e incluso se ha recrudecido en nuestros d¨ªas a cargo de los gobernantes ateos.
"Ahora mismo en Espa?a", se les narra a los catec¨²menos en flor, "cuando tanto se predica en defensa de los derechos humanos, se persiguen y se pisotean los derechos cristianos, como la ense?anza religiosa, que se hace imposible en los colegios... Los mismos grupos que por los a?os treinta nos fusilaban por el simple hecho de ser cristianos, nos imponen leyes como las del aborto para que las madres maten a sus hijos antes de nacer...". El dislate sigue, pero basta a nuestro entender con estas perlas, dignas de figurar indistintamente en la antolog¨ªa del disparate o en una pastoral para la insurgencia civil.
No se trata aqu¨ª de replicar estas demas¨ªas publicadas con licencia eclesi¨¢stica y suponemos que tambi¨¦n impartidas con licencia, pues otras soflamas de similar calibre y con el mismo amparo se airean desde micr¨®fonos radiof¨®nicos -los de la COPE, mismamente- convertidos en p¨²lpitos incendiarios. Baste considerar que estos docentes y predicadores mienten como bellacos, recuperando la exclamaci¨®n con la que nuestros h¨¦roes juveniles del c¨®mic apostrofaban a sus enemigos o, m¨¢s en nuestros d¨ªas, pensar con S¨¢ndor M¨¢rai que no se puede discutir con los fan¨¢ticos si, para colmo, son est¨²pidos. Cual es el caso.
El episodio citado, sin embargo, resulta ilustrativo de las brechas que cuartean nuestra convivencia y de la necesidad de consolidar sus fundamentos, lo que en puridad pretende la ense?anza de una asignatura como Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa, boicoteada en esta Comunidad Valenciana, como es sabido, por las mismas autoridades pol¨ªticas y religiosas que, en perfecta simbiosis, propician intoxicaciones del indefenso alumnado, como la glosada. Claro est¨¢ que tanto el presidente de la Generalitat como el cardenal arzobispo son personalmente ajenos a la pr¨¦dica de tales trolas y tremendismos, pero alguna y a¨²n mucha responsabilidad les incumbe a nuestro entender, desde sus respectivas jurisdicciones, por los d¨¦ficit de civismo que se abonan mediante esta did¨¢ctica religiosa, propia de cruzados desquiciados.
Y diremos m¨¢s: que el eminent¨ªsimo prelado comulgue con estas ruedas de molino puede ser, y de hecho es, consecuente con su brillante estela tridentina y reaccionaria -que valga la redundancia-, pero que el molt honorable y su desnortado consejero de Educaci¨®n, tan liberales otrora, puedan ser incluidos en este mismo saco, es toda una trist¨ªsima impostura. Por Belceb¨² que la yerran.
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