Enterrar la bomba, objetivo prioritario
Para lograr un mundo sin armas at¨®micas, ser¨¢ necesario un control internacional exhaustivo del ciclo del combustible nuclear. S¨ª, debemos
En estos momentos en los que emprende la dif¨ªcil lucha para convertir los sue?os en realidades, un objetivo estrat¨¦gico que el presidente electo Barack Obama deber¨ªa proponerse desde el mismo d¨ªa de su toma de posesi¨®n es el de un mundo libre de la amenaza de armas nucleares. Para ello puede aprovechar un volumen impresionante de detallada planificaci¨®n pol¨ªtica extraoficial ya existente, llevada a cabo por los dos partidos estadounidenses. Sabe que cuenta con el apoyo entusiasta de cientos de millones de seguidores en todo el mundo, que esperan de ¨¦l que lleve a la pr¨¢ctica grandes ideas. Sabe tambi¨¦n que habr¨¢ sonrisas de circunstancias para intentar ocultar la decidida oposici¨®n de varios pa¨ªses que poseen armas nucleares, adem¨¢s de otros Estados y otras oscuras fuerzas que desear¨ªan tenerlas y que, en algunos casos -como la Rep¨²blica Isl¨¢mica de Ir¨¢n-, est¨¢n haciendo todo lo posible para conseguirlas.
Estados Unidos y Rusia siguen teniendo misiles estrat¨¦gicos capaces de destruir mutuamente sus ciudades en 30 minutos
Para hacer frente a otro de los retos de nuestra ¨¦poca, el calentamiento global, vamos a necesitar m¨¢s uranio enriquecido
Este sue?o es casi tan viejo como las propias armas nucleares. Muchos de los elementos esenciales de lo que hoy se propone estaban presentes ya en el llamado informe Acheson-Lilienthal de 1946, redactado, en parte, por el cient¨ªfico nuclear Robert Oppenheimer, pero pronto enterrado bajo la guerra fr¨ªa que comenzaba entre Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica, y que nos aproxim¨® al borde de la cat¨¢strofe nuclear. El sue?o volvi¨® a surgir, en la izquierda, con el manifiesto elaborado por Bertrand Russell en 1955 y firmado por Albert Einstein. Y una vez m¨¢s, en la derecha, con la espont¨¢nea oferta de Ronald Reagan al l¨ªder sovi¨¦tico Mijail Gorbachov durante la cumbre de Reikiavik de 1986, a la que aquel Obama del Politbur¨® sovi¨¦tico respondi¨®: "Podemos hacerlo. Podemos eliminarlas".
El sue?o, pues, no ha muerto nunca. Pero podr¨ªa decirse que estamos hoy m¨¢s lejos de ¨¦l incluso que en los momentos m¨¢s intensos de la guerra fr¨ªa. Como dec¨ªa uno de los asesores de Obama sobre este tema, Ivo Daalder, en un art¨ªculo reciente en Foreign Affairs, hoy existen m¨¢s de 25.000 armas nucleares en el mundo y casi 3.000 toneladas de material fisible -suficiente para fabricar 250.000 bombas- almacenadas en m¨¢s de 40 pa¨ªses. Estados Unidos y Rusia siguen teniendo en alerta permanente misiles estrat¨¦gicos capaces de destruir mutuamente sus ciudades en un plazo de 30 minutos. En 1995, Rusia confundi¨® el lanzamiento de un cohete de prueba en Noruega con un misil nuclear lanzado desde un submarino contra Mosc¨², y estuvo a dos minutos de ordenar un ataque nuclear en represalia contra Estados Unidos.
Sin embargo, ¨¦sa es la menor de nuestras preocupaciones nucleares. Es mucho m¨¢s probable que un Estado sin escr¨²pulos o un grupo terrorista consiga unos cuantos kilogramos de uranio enriquecido o plutonio y fabrique una bomba rudimentaria pero destructora. Y he aqu¨ª el nuevo giro que el siglo XXI ha dado a esta vieja historia: para hacer frente a otro de los grandes problemas de nuestra ¨¦poca, el calentamiento global, vamos a necesitar m¨¢s uranio enriquecido. Hasta que consigamos hacer un uso masivo y barato de fuentes de energ¨ªa inagotables como el sol, el uso de la energ¨ªa nuclear es uno de los medios que tenemos para reducir el aumento de nuestras emisiones de di¨®xido de carbono. La Agencia Internacional de la Energ¨ªa ha dicho que hacen falta 1.400 nuevos reactores nucleares de aqu¨ª a 2050. Pero hay un peque?o fallo: si disponemos de instalaciones que permitan enriquecer uranio para la producci¨®n de energ¨ªa nuclear de usos civiles, basta un paso muy peque?o para producir uranio de un grado utilizable para armas. Un peque?o paso para el cient¨ªfico nuclear, un salto enorme para el terrorista y el tirano.
Por eso, uno de los motivos por los que hay que revivir el sue?o es que la pesadilla que pareci¨® retroceder tras el final de la guerra fr¨ªa vuelve a estar pr¨®xima. Tal vez hoy consista en muchas pesadillas peque?as en vez de la gran pesadilla definitiva, aunque parece poco apropiado llamarlas peque?as. En Estados Unidos, la cuesti¨®n volvi¨® a ocupar el primer plano con un extraordinario art¨ªculo titulado A world free of nuclear weapons (Un mundo sin armas nucleares), publicado en The Wall Street Journal en enero de 2007 y firmado por cuatro venerables ancianos de la pol¨ªtica exterior estadounidense, dos dem¨®cratas y dos republicanos: George Shultz, William Perry, Henry Kissinger y Sam Nunn. Est¨¢ en marcha una reflexi¨®n minuciosa impulsada por una iniciativa de la Hoover Institution de la Universidad de Stanford (desde donde escribo estas l¨ªneas) y la Iniciativa contra la Amenaza Nuclear en Washington. Resulta prometedor que esta cuesti¨®n haya sido uno de los puntales de la pol¨ªtica exterior del programa electoral de Obama. El presidente electo ha prometido "convertir el objetivo de eliminar las armas nucleares en todo el mundo en un elemento central de la pol¨ªtica nuclear de Estados Unidos".
La pregunta es: ?c¨®mo? Est¨¢n estudi¨¢ndose detalladamente distintos modelos, pero todo el mundo est¨¢ de acuerdo en que hay que hacer dos grandes cosas. Hay que convencer a los Estados que ya tienen armas nucleares, sean o no firmantes del Tratado de No Proliferaci¨®n, para que se comprometan a reducir, de manera r¨¢pida y radical, sus arsenales nucleares, con el objetivo de acabar elimin¨¢ndolos. La meta es cero. Y hay que crear un r¨¦gimen internacional exhaustivo, que sea posible verificar y hacer respetar, para controlar -de una u otra forma- la producci¨®n, el almacenamiento y la utilizaci¨®n de todo el combustible nuclear en todos los rincones del mundo, con el fin de que no caiga nada de ¨¦l en malas manos. Son dos cosas muy dif¨ªciles de hacer. Pero es preciso que hagamos las dos.
Reino Unido ya se ha adherido, en principio, a la l¨®gica del cero, aunque justifica la modernizaci¨®n de su elemento disuasorio nuclear con un vago argumento de tener a mano el remedio en un mundo lleno de incertidumbres. ?Pero qu¨¦ pasa con Francia, China e India? Por no hablar de Israel y Pakist¨¢n. Y Rusia, por supuesto. Rusia y Estados Unidos poseen, entre los dos, el 95% de las armas nucleares del mundo. Sin Rusia no iremos muy lejos. En los ¨²ltimos tiempos, Rusia no est¨¢ muy contenta con Occidente en general ni con Estados Unidos en particular. Entre sus quejas concretas est¨¢n la promesa de ingreso en la OTAN para Georgia y Ucrania y la instalaci¨®n de defensas antimisiles en Polonia y la Rep¨²blica Checa orquestada por EE UU. Ser¨¢ preciso que las autoridades muestren una gran habilidad de estadistas, tanto en las capitales europeas como en Washington, para convencer a Rusia de que ¨¦ste es un proyecto que interesa a toda la humanidad, y no otra conspiraci¨®n occidental.
Para los historiadores, el ¨¢ngulo de la defensa antimisiles resulta especialmente ir¨®nico. Como se puede ver en las actas, ahora p¨²blicas, de las conversaciones entre Reagan y Gorbachov durante la cumbre de Reikiavik de 1986, lo que dio al traste con el breve consenso sobre la necesidad de eliminar todas las armas nucleares fue la implacable oposici¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica a la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica (SDI) de Reagan y el empe?o igualmente inamovible de este ¨²ltimo de seguir adelante con ella. Veintid¨®s a?os despu¨¦s, el sistema de defensa antimisiles, sobrino de la SDI, puede convertirse en un obst¨¢culo diplom¨¢tico para revivir el sue?o de Reikiavik.
No, todo esto no va a tener nada de f¨¢cil. Y las negociaciones con las potencias nucleares establecidas ser¨¢n un paseo en comparaci¨®n con la segunda tarea: crear un r¨¦gimen internacional eficaz que supervise la producci¨®n, el almacenamiento y la utilizaci¨®n de todo el combustible nuclear en todo el mundo. Me imagino a algunos pragmatistas del equipo de transici¨®n de Obama rog¨¢ndole que no incluya esta cuesti¨®n entre sus tres o cuatro prioridades fundamentales de pol¨ªtica exterior: demasiado ambiciosa, demasiado dif¨ªcil, no es urgente. Pero conf¨ªo en que el presidente electo no les tenga en cuenta y en que sus seguidores de todo el mundo se levanten para apoyarlo en el camino, de forma que ¨¦ste se convierta en un esfuerzo verdaderamente com¨²n. S¨ª, es como tratar de cerrar la caja de Pandora, y nadie lo ha hecho jam¨¢s. Pero hay una primera vez para todo.
www.timothygartonash.com Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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