La ¨²ltima palabra de Juan Negr¨ªn
Hace 52 a?os muri¨® en Par¨ªs un hombre tan deprimido que pidi¨® que en su l¨¢pida no escribieran su nombre. Se llamaba Juan Negr¨ªn L¨®pez y hab¨ªa sido el ¨²ltimo jefe de Gobierno de la II Rep¨²blica espa?ola. S¨®lo su hijo R¨®mulo y dos amigos ¨ªntimos asistieron al entierro. Nadie m¨¢s acudi¨® porque aquel hombre derrotado que quiso pasar eternamente desapercibido tambi¨¦n hab¨ªa dado instrucciones a su familia para que esperara 48 horas antes de comunicar su fallecimiento. En su casa, el dirigente republicano m¨¢s controvertido hab¨ªa dejado a medias unas memorias iniciadas muchos a?os atr¨¢s, y decenas de documentos que desmontaban muchas de las leyendas negras que vencedores y vencidos hab¨ªan vertido sobre ¨¦l y que provocaron su expulsi¨®n del partido socialista. Su nieta, Carmen Negr¨ªn, ha ense?ado a EL PA?S ese archivo con dos condiciones: que no se revele la ciudad donde est¨¢ -"Por razones de seguridad. Podr¨ªan venir a robarlo, o a quemarlo, qui¨¦n sabe"- y que la referencia sea Archivo J. N. L. "S¨®lo J. N. L.", insisti¨®. Son las tres ¨²nicas letras que se leen en la l¨¢pida de Juan Negr¨ªn L¨®pez.
En los mapas de guerra que recib¨ªa cada d¨ªa desde el frente ley¨® la lenta agon¨ªa del ej¨¦rcito republicano
Entre la documentaci¨®n, figuran los juicios a desertores y cartas de sus padres pidiendo que les perdonen la vida
Muri¨® sin terminar un cap¨ªtulo de sus memorias titulado "La famosa cuesti¨®n del env¨ªo del oro"
Rechaz¨® un cuadro de Picasso por demasiado moderno, pero quiso aprender chino y ¨¢rabe, "los idiomas del futuro"
En el s¨®tano de una casa de varios pisos, bajando unas escaleras y al final de unas galer¨ªas abovedadas que recuerdan a los refugios de guerra de las pel¨ªculas, cerrado con llave, est¨¢ el Archivo J. N. L. Hay m¨²ltiples paquetes de documentos. Uno atado con un lazo de los colores de la Rep¨²blica en el que se lee "Reservado". Otros muchos envueltos en papel de peri¨®dico de 1939. Dentro, documentaci¨®n oficial, correspondencia personal, textos y fotograf¨ªas que Juan Negr¨ªn (Las Palmas, 1892-Par¨ªs, 1956) quiso conservar durante toda su vida. Y cientos de libros: en idiomas muy diferentes -"El abuelo hablaba diez", presume Carmen Negr¨ªn. "Cuando muri¨®, en 1956, estaba aprendiendo chino y ¨¢rabe porque dec¨ªa que eran los idiomas del porvenir", a?ade-. Los libros no son novelas. Hay decenas de tomos sobre Pol¨ªtica exterior en la prensa franquista, espionaje y manuales para traducir mensajes cifrados -"De peque?os, a mi hermano y a m¨ª nos fascinaban las historias de tinta invisible que nos contaba"-.
Y entre todo eso, documentos que prueban que el env¨ªo del oro de la Rep¨²blica a Mosc¨² no fue un capricho de Negr¨ªn para complacer a los rusos, como le acus¨® un sector del partido socialista, sino una decisi¨®n del Consejo de Ministros del 6 de octubre de 1936. O que aquel esfuerzo tit¨¢nico, nunca comprendido por su ministro de Defensa, Indalecio Prieto, de resistir hasta el final de la guerra, obedec¨ªa a la informaci¨®n que le transmit¨ªan desde Alemania antiguos compa?eros de estudios sobre la inminencia de una Segunda Guerra Mundial y su convencimiento de que, en esa lucha de las democracias contra el fascismo, las potencias que no hab¨ªan querido ayudarle a luchar contra Franco, convertidas en aliadas, les har¨ªan vencedores.
Su nieta, Carmen Negr¨ªn, se jubil¨® prematuramente s¨®lo para entrar en ese archivo, empezar a leer y descubrir al hombre de Estado que hab¨ªa sido "el abuelo" -"De peque?a, o¨ªa que la gente que ven¨ªa a casa le dec¨ªa 'se?or presidente', y yo pensaba, ?presidente de qu¨¦?"-. Est¨¢ decidida a rehabilitar la figura de su abuelo -"Era una persona tan diferente de lo que se ha dicho de ¨¦l..."- , y concluir la tarea que dej¨® a medias; recordar, sin elipsis malintencionadas, cada paso que dio como ¨²ltimo jefe de Gobierno de la Rep¨²blica, y publicar, sin interferencias, de su pu?o y letra, las memorias en las que Juan Negr¨ªn explica los motivos que le llevaron a tomar unas decisiones y descartar otras.
Carmen confiesa que a¨²n no ha sido capaz de ver todos los documentos. No s¨®lo por el volumen del archivo. "Es dif¨ªcil leer a posteriori, sabiendo el final. Sabiendo que termina mal. Inevitablemente, te pones en el lugar de las personas que le escrib¨ªan y de ¨¦l mismo. Y es duro. Hay unas cartas dram¨¢ticas del presidente del Gobierno vasco dici¨¦ndole que se han quedado aislados y que necesitan gente, armas, dinero, comida... en un momento en que ya era imposible satisfacerle. Hay expedientes a desertores, para los que s¨®lo hab¨ªa un castigo, plagados de notas al margen del abuelo, intentando, estoy segura, salvarles la vida, porque para entonces ya sabr¨ªa que la guerra iba a terminar y no ten¨ªa sentido matar a m¨¢s gente. Probablemente haya personas que piensen que sus familiares murieron heroicamente en el frente, cuando fueron juzgados como traidores por haber intentado huir. Tendr¨¢n que afrontar eso. El abuelo debi¨® de sufrir mucho. ?l era m¨¦dico. Un hombre de vida, no de muerte".
Antes de ingresar en el PSOE, en 1929, y ser diputado durante tres legislaturas, Juan Negr¨ªn hab¨ªa sido un brillante cient¨ªfico, maestro del Premio Nobel Severo Ochoa. Le esperaba una prometedora carrera como investigador, una vida c¨®moda. Pero eligi¨® otra. Nunca tendr¨ªa tiempo de disfrutar de esa vocaci¨®n pol¨ªtica. Lleg¨® muy lejos en muy poco tiempo: fue ministro de Hacienda, de Defensa y jefe del Gobierno, pero lo fue al principio, durante y al final de la Guerra Civil, lo que convirti¨® para siempre al doctor Negr¨ªn en el retrato del gran perdedor de la contienda.
Su archivo personal es la historia de esa derrota. Contiene los mapas de la guerra que recib¨ªa cada d¨ªa desde los frentes de batalla. Hechos en papel cebolla, a color y con la aplicaci¨®n de un estudiante de matr¨ªcula de honor, son est¨¦ticamente tan hermosos como dram¨¢ticos, porque en ellos el jefe del Gobierno republicano s¨®lo pudo leer el avance de las tropas franquistas, la evoluci¨®n de una lenta agon¨ªa. En ese archivo, figuran tambi¨¦n los telegramas que jam¨¢s sirvieron para dar una buena noticia. Como ¨¦ste: "Resultado de los bombardeos hasta las 17.30. Sitios donde han ca¨ªdo bombas: calle Nueva de la Rambla 98. Paseo de San Juan frente al 104. Hotel Col¨®n. Banco Comercial. Paseo de Gracia. Calle de Talleres. Calle de la Provenza 365 y 380. Plaza de Tetu¨¢n. Paseo de Gracia frente al Socorro Rojo, Balmes entre Diputaci¨®n y Cortes. Cortes entre Rambla de Catalu?a y Balmes. Calle de B¨¢rbara Chafl¨¢n. San Ram¨®n. Teatro Novedades. Los muertos y heridos, sin contar los del ¨²ltimo bombardeo, son 270 muertos y 350 heridos. Posteriormente dicen hasta la hora presente hay 400 muertos. 17 de marzo 1938".
Recib¨ªa varias veces al d¨ªa telegramas con la relaci¨®n de v¨ªctimas. Concretamente, ¨¦ste ven¨ªa acompa?ado por fotograf¨ªas de los cad¨¢veres de un grupo de ni?os que murieron en un bombardeo antes de que les terminaran de salir los dientes; una de esas fotos se reproduce en estas p¨¢ginas.
Hay informes a diario de los bombardeos. En ellos se ve la desproporci¨®n de fuerzas entre los dos ej¨¦rcitos y sus apoyos. "Por eso es tan dif¨ªcil de leer", explica Carmen Negr¨ªn. "Se ve la esperanza que hab¨ªa al principio, la voluntad de resistir... y documento a documento, c¨®mo ese espacio para la resistencia se va achicando y achicando...".
Prieto atribuy¨® el empecinamiento de Negr¨ªn en resistir a toda costa los ataques de un ej¨¦rcito abismalmente superior a una mano negra que le manejaba desde la URSS, y dedic¨® los a?os que siguieron a extender esa tesis hasta provocar la expulsi¨®n de Negr¨ªn del partido socialista en 1946. Hace apenas cuatro meses el PSOE lo reintegr¨® simb¨®licamente en sus filas en su 37? congreso.
"Prieto promovi¨® la divisi¨®n entre socialistas", asegura Carmen Negr¨ªn. "Expulsarle del partido fue una peque?a mezquindad por su parte. [Negr¨ªn] nunca habl¨® mal de ¨¦l, pero s¨ª con dolor. Le hizo much¨ªsimo da?o y lo comprend¨ª muchos a?os despu¨¦s, cuando le¨ª las cartas que intercambiaron, en las que el abuelo intenta explicarle, hacer que entendiera por qu¨¦ lo destituy¨® como ministro. No fue posible. Prieto rehuy¨® siempre el di¨¢logo". "Algunas de esas cartas llegaron a los campos de refugiados y debieron desmoralizar mucho a la gente".
En sus memorias, Juan Negr¨ªn dedica varios cap¨ªtulos a Prieto, su mentor, y a la mentira de la que ¨¦ste se hab¨ªa convencido. Algunos no lleg¨® a escribirlos, pero los dej¨® enunciados, en una especie de cuestionario elaborado en tercera persona que ¨¦l mismo deb¨ªa ir contestando: "Como presidente del Consejo y ministro de Defensa, cu¨¢les fueron sus relaciones con los rusos", se titula uno. "Relevo de Prieto en el Gobierno", dice otro. "Esfuerzos para intentar evitar la ruptura con Prieto". "Relaci¨®n con los comunistas bajo la presidencia...".
En aquellas memorias que no termin¨®, Juan Negr¨ªn quer¨ªa explicar, ante todo, que sus decisiones, equivocadas o no, hab¨ªan sido aut¨®nomas. Que los rusos fueron, en aquel momento, los ¨²nicos dispuestos a ayudar. Que envi¨® a su hombre de confianza, el prestigioso m¨¦dico Rafael M¨¦ndez, a comprar armas a EE UU, sin ¨¦xito. Que pidi¨® ayuda a Inglaterra y tampoco se la dieron. Que s¨®lo Francia prest¨® un poco de ayuda al principio. "Ninguno fue muy valiente", explica su nieta. "Inglaterra pensaba que satisfaciendo a Alemania tendr¨ªan tranquilidad, cuando Alemania, como sabemos, era insaciable. Inglaterra sacrific¨® a Espa?a con ese temor. Fue una cobard¨ªa que luego les saldr¨ªa muy cara. M¨¦xico estaba dispuesto a aceptar el oro de la Rep¨²blica pero estaba muy lejos y era peligroso. Rusia era la ¨²nica opci¨®n". Hac¨ªan falta armas y comida. Se gast¨® todo. De hecho, el ¨²ltimo env¨ªo de ayuda de Rusia es ya un pr¨¦stamo. No fue a cambio de oro. "Y a los rusos tambi¨¦n hay mucho que reprocharles porque marcaban un precio muy por encima del mercado a cambio de aviones viejos. El abuelo lo sab¨ªa".
Lo sab¨ªa y empez¨® a escribirlo en sus memorias, aunque nunca terminara un cap¨ªtulo que ¨¦l mismo hab¨ªa titulado "La famosa cuesti¨®n del env¨ªo del oro. Destruir la leyenda de que todav¨ªa hay en Rusia un tesoro de la Rep¨²blica". Y otro que promet¨ªa: "Caso Nin, que es el que m¨¢s se ha explotado para decir que la justicia comunista ten¨ªa cheque en blanco del Gobierno". Seg¨²n su nieta, en ¨¦l Negr¨ªn relata c¨®mo le hab¨ªan hecho creer que a Nin "ya lo hab¨ªan liberado cuando ya lo hab¨ªan asesinado, en contra de su voluntad y de sus ¨®rdenes".
En ese ¨ªndice de temas que Negr¨ªn pretend¨ªa abordar tambi¨¦n se incluye "Viajes, en lo que quepa ser revelado a Mosc¨², Par¨ªs", "Posibilidades de una pol¨ªtica de resistencia en la zona centro despu¨¦s de la p¨¦rdida de Catalu?a" o "C¨®mo reconstruir la democracia en Espa?a". Negr¨ªn ten¨ªa ya el visto bueno de una editorial americana para publicarlas, pero quer¨ªa hacerlo despu¨¦s de su muerte. Ser¨¢ su nieta quien lo haga "pr¨®ximamente".
De momento, el Archivo J. N. L. ya ha iniciado el viaje de regreso a Espa?a, como parte del proceso de rehabilitaci¨®n de la figura de Negr¨ªn. El cabildo de Las Palmas ha cedido un antiguo cuartel militar para convertirlo en un museo dedicado a su memoria. "Hemos empezado a digitalizar todo el material para enviarlo all¨ª y que pueda ser consultado", explica Carmen Negr¨ªn. "Me gustar¨ªa que el centro tuviera un par de habitaciones para que los investigadores puedan quedarse a dormir mientras trabajan. Son miles de documentos. Necesitar¨¢n tiempo". Hasta ahora, s¨®lo historiadores como Gabriel Jackson o ?ngel Vi?as han podido acceder a algunas partes de ese archivo antes de escribir sus libros sobre la Guerra Civil o la Segunda Rep¨²blica.
El archivo revela que la gran preocupaci¨®n de Juan Negr¨ªn era preservar el Estado para que, pasara lo que pasase en el frente, la Rep¨²blica no se diluyera. Un Estado se basa en leyes, normas, su historia, y todo eso son papeles. Juan Negr¨ªn era muy consciente de ello. Y muy meticuloso. Todo qued¨® registrado. Hasta el ¨²ltimo gasto. En la documentaci¨®n hay facturas de municiones y de cenas... Tiene much¨ªsimo m¨¦rito haber puesto a salvo toda esta documentaci¨®n, y con ese orden, teniendo en cuenta que perteneci¨® a un Estado cuya capital se desplazaba seg¨²n avanzaban las tropas franquistas.
La nieta de Negr¨ªn explica que a los historiadores suele interesarles la parte del archivo que menos le interesa a ella, y viceversa. Lo dice justo antes de sacar de una maleta vieja que acaricia antes de abrir fotograf¨ªas in¨¦ditas de mutilados acogidos durante la contienda en los castillos que la Rep¨²blica hab¨ªa comprando en Francia. En ellas hombres ciegos por la guerra aprenden braille. Un joven sin piernas mira de frente a la c¨¢mara. Theodore Fried, el autor de la instant¨¢nea, escribe al pie de la fotograf¨ªa: "Garc¨ªa Su¨¢rez nos descubre su caja de Pandora: magn¨ªficos artilugios de marcha dignos de un ministro. Garc¨ªa Su¨¢rez, cuando los amigos le ponderan las excelencias de las piernas ortop¨¦dicas, en el paroxismo de los elogios asegura que est¨¢n fabricadas con un material antirreum¨¢tico que quita las penas". Y es verdad, Garc¨ªa Su¨¢rez mira de frente al fot¨®grafo y le sonr¨ªe.
En los castillos, que la Rep¨²blica compr¨® en Francia o que sus due?os cedieron temporalmente, los mutilados aprend¨ªan un oficio, a manejarse de nuevo en la vida. El r¨¦gimen de Franco se qued¨® con aquellos castillos.
De la maleta, que Carmen Negr¨ªn no posa en el suelo en ning¨²n momento, sale tambi¨¦n una colecci¨®n de dibujos infantiles y listados con nombres de algunos de sus autores. Son relaciones de los ni?os que acabaron en las colonias republicanas, una especie de orfanatos. "Es un documento terrible", dice Carmen. Y lee: "Teresa y Feli Lorenzo Varel, 8 y 12 a?os, sin familia. Carmen Garc¨ªa Jim¨¦nez, 4 a?os, con madre. Juan Mart¨ªn Barcena, 12 a?os, ign¨®rase paradero de la familia. Hay hasta cinco ni?os de una misma familia, sin padres. Me pregunto muchas veces qu¨¦ habr¨¢ sido de ellos".
Junto a la carta de un padre que se pregunta si Juan Negr¨ªn tiene hijos antes de rogarle que entienda su dolor "al sacrificar a mis seres queridos por la Patria, pudiendo quiz¨¢s rescatarlos de sus garras", hay tambi¨¦n en el Archivo J. N. L. un espacio, aunque min¨²sculo, para otras que provocan casi una sonrisa. Como la de un campesino que en plena guerra le escribe para quejarse de que su vecino le ha robado unas patatas.Negr¨ªn la conserv¨®. Quiz¨¢ porque aquella queja se parec¨ªa un poco m¨¢s a las que reciben los gobernantes en un pa¨ªs en paz; justo lo que ¨¦l querr¨ªa haber sido.
En su vida personal tambi¨¦n huboalg¨²n error divertido e intrascendente, aunque saliera bastante caro. "Picasso quer¨ªa regalarle un cuadro y dijo que no porque le parec¨ªa muy moderno", confiesa Carmen Negr¨ªn entre carcajadas. El mismo hombre que supo ver que el ¨¢rabe y el chino eran "los idiomas del porvenir", se equivoc¨® de plano con aquel moderno.
Despu¨¦s de haber mostrado el archivo, Carmen Negr¨ªn confiesa que su abuelo, en realidad, se resume en una frase de Albert Camus: "Fue en Espa?a donde los hombres aprendieron que es posible tener raz¨®n y aun as¨ª sufrir la derrota. Que la fuerza puede vencer al esp¨ªritu y que hay momentos en que el coraje no tiene recompensa. Esto es sin duda lo que explica por qu¨¦ tantos hombres en el mundo consideran el drama espa?ol como su drama personal".
- Nueva biograf¨ªa sobre Manuel Aza?a. P¨¢ginas 16 y 17
El m¨¦dico keynesiano
Para el historiador Gabriel Jackson, Juan Negr¨ªn fue "el m¨¢s capacitado de los jefes republicanos socialistas. Sab¨ªa de econom¨ªa. Era keynesiano, no marxista, y creo que fue el primer suscriptor que la revista The Economist tuvo en Espa?a. En los a?os 20 era ya un m¨¦dico fisi¨®logo de fama internacional", explica. Con un pero: "No era buen orador".
Jackson asegura que indagar en la figura del ¨²ltimo jefe de Gobierno de la Rep¨²blica ha sido "la mayor aventura de su vida" y por eso su ¨²ltimo libro, publicado esta semana, se titula Juan Negr¨ªn, m¨¦dico, socialista y jefe del Gobierno de la II Rep¨²blica espa?ola. "Me ha costado seis a?os terminarlo porque en el medio he sufrido varias enfermedades. Es mi ¨²ltimo libro. ?Los ojos no dan para m¨¢s!", aclara el historiador, de 87 a?os, quien considera que el 90% de lo que se ha dicho sobre Negr¨ªn "es leyenda". "Creo que en sus ¨²ltimos a?os ten¨ªa la sensaci¨®n de haber fallado, de ser el jefe de Gobierno que hab¨ªa perdido la guerra y al que hab¨ªan denostado incluso en su propio partido. Por eso no quiso estatuas ni que escribieran su nombre en su tumba", a?adi¨®.
Negr¨ªn tambi¨¦n pidi¨® que no le llevaran flores, una petici¨®n que su nieta desobedece cada a?o. "Cuando llego, siempre hay un ramo artificial con los colores de la bandera republicana sobre su l¨¢pida. Yo lo quito todos los a?os para poner las m¨ªas y al a?o siguiente, el ramo republicano vuelve a estar all¨ª. No s¨¦ qui¨¦n las pone, pero nunca falla. Es muy curioso porque encontrar la tumba es muy dif¨ªcil". Su nombre no est¨¢ en ella.
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