El contador de historias
M¨¢s que un buf¨®n o un juglar del siglo XXI, lo que anda haciendo el siempre desconcertante Albert Pla en los ¨²ltimos tiempos es acercarse a esa figura h¨ªbrida que los anglosajones denominan como storyteller, un perfil a medio camino entre el m¨²sico ambulante y el cuentacuentos, y que cada vez cotiza m¨¢s al alza entre ciertos artistas con predicamento, como alternativa esc¨¦nica a los masivos conciertos convencionales. Lo que sus espect¨¢culos ganan en fuerza interpretativa y cercan¨ªa lo pierden en coherencia discursiva musical (algo que, seguramente, le traiga al pairo desde hace a?os), cifrando todo el peso del espect¨¢culo en el poder narrativo de cada una de sus historias y en esa forma tan caracter¨ªstica de contarlas, entre la travesura ¨¢crata y el capricho na?f.
Albert Pla
Albert Pla: voz, guitarra y programaciones. Teatre El Musical.
Valencia, viernes 14 de noviembre de 2008.
Dos aspectos hay que puntuar a favor de su versi¨®n actual sobre el escenario, tras el segundo de sus cuatro conciertos consecutivos en Valencia: la rotunda consistencia de su ¨²ltimo trabajo (La Diferencia) y la austeridad de una puesta en escena, que, si bien reduce el fulgor ornamental de sus nuevas canciones -no hay coros, ni palmas rumberas ni arreglos de ninguna clase, m¨¢s all¨¢ de su voz, su guitarra el¨¦ctrica y algunos recursos pregrabados-, tambi¨¦n prescinde de elementos superfluos y quiz¨¢ innecesarios, como los que engrosaban espect¨¢culos como el discutible Canciones de amor y droga (2004).
El Pla de La Diferencia es el mismo ni?o grande de siempre en estado puro, vestido con una especie de saco, secundado por un sucinto enrejado de peque?os focos de colores y armado con esa sonrisa que muta de la ternura al arrebato diab¨®lico en apenas segundos. La Iglesia o los EE UU siguen siendo f¨¢cil pasto de su llama discursiva en temas como La colilla o Coraz¨®n -y en sentido nada figurado-, pero tambi¨¦n se advierte en su nueva producci¨®n una exultante celebraci¨®n del amor, que sabe transmitir a la audiencia adentr¨¢ndose en el patio de butacas, a ritmo de So?ando o Ciego, y que m¨¢s tarde remata con esa narraci¨®n de una interminable noche de farra por toda Catalunya que es Bona nit. Fue el primer broche a un show de lo m¨¢s ameno, gracias a su pulso no resuelto entre m¨²sica y teatralidad, y que apenas tuvo a El bar de la esquina o Lola como puntos de anclaje con su pasado.
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