Comandante Obama
En una afilada iron¨ªa, John McCain dijo durante la campa?a electoral que los ciudadanos estadounidenses tendr¨ªan que decidir qui¨¦n quer¨ªan llevar a la Casa Blanca: un "comandante en jefe" como ¨¦l, es decir, un hombre con experiencia y car¨¢cter para (sic) "liderar el mundo libre" o, por el contrario, un "redistribuidor en jefe" como Obama, cuya principal promesa electoral consist¨ªa en bajar los impuestos a la clase media, subirlos a los m¨¢s ricos y extender la cobertura sanitaria.
McCain revelaba algo que ya se sab¨ªa, que nunca le interes¨® la econom¨ªa (lo que le ha costado la presidencia), y tambi¨¦n pon¨ªa de manifiesto algo cierto: que la mayor parte de las preocupaciones de Obama (y de dos tercios de los estadounidenses, seg¨²n las encuestas) tienen que ver con la situaci¨®n interna en Estados Unidos y no con la pol¨ªtica internacional. Pero tambi¨¦n se equivocaba, porque Obama tiene una visi¨®n del mundo muy clara y definida.
Los europeos tenemos que ayudar a deshacer la pol¨ªtica exterior de Bush
Otra cosa es que las circunstancias permitan a Obama seguir su agenda natural de pol¨ªtica exterior, seguramente m¨¢s progresista que la de ninguno de sus predecesores, m¨¢s centrada en cuestiones transversales (desde el cambio clim¨¢tico a la reducci¨®n de la pobreza, la promoci¨®n de la democracia y los derechos humanos o la gobernanza mundial) que en asuntos de seguridad. El problema es que el papel ¨²nico de Estados Unidos en el mundo y el car¨¢cter global de su presencia e intereses implica que el presidente Obama, como todos sus predecesores, tendr¨¢ que hacerse cargo de una pesada y complicada agenda de seguridad nacional, en este caso respecto a Irak, Ir¨¢n, Pakist¨¢n, Afganist¨¢n o la propia Rusia. Le guste o no, desde el primer d¨ªa de su mandato, Obama ser¨¢ un presidente en guerra que, desgraciadamente, tendr¨¢ que tomar decisiones que impliquen la p¨¦rdida de vidas humanas.
Una cosa est¨¢ clara, adem¨¢s: como en su momento ocurri¨® con Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, su principal y m¨¢s visible promesa electoral es la retirada de las tropas de Irak; una promesa que en modo alguno puede incumplir sin poner en peligro la credibilidad de todas las dem¨¢s promesas que hizo para llegar al cargo. Curiosamente, si lo hace en 16 meses, como ha prometido, la visita de Obama a Madrid durante la presidencia espa?ola de la UE en el primer semestre de 2010 coincidir¨ªa con el fin de la presencia militar estadounidense en Irak. Si para Espa?a, cuya contribuci¨®n a la ocupaci¨®n era marginal, el cumplimiento de esa promesa dej¨® un legado indeleble en su pol¨ªtica exterior, cabe imaginar que el impacto sobre la presidencia de Obama ser¨¢ enorme.
El nuevo presidente tendr¨¢ que dedicar gran parte de su tiempo a gestionar la retirada de Irak: de forma inmediata, tendr¨¢ que decidir si convalida el acuerdo firmado ayer entre la Administraci¨®n de Bush y el Gobierno iraqu¨ª, que pospone la retirada de las tropas estadounidenses a finales de 2011 (y que las milicias chi¨ªes han considerado casus belli por cuanto estipula una presencia militar permanente de Estados Unidos en Irak).
Adem¨¢s, el eventual cumplimiento de dicha promesa marcar¨¢ su perfil de tal manera que para no parecer un blando (y dar la raz¨®n a los McCains), Obama se sentir¨¢ tentado o impulsado por otros a parecer un duro en algunos otros lugares, desde Afganist¨¢n, Pakist¨¢n, Rusia o Ir¨¢n. Y en verdad, en ninguno de esos sitios interesa a Europa un duro en la Casa Blanca. En Afganist¨¢n no necesitamos un endurecimiento de la estrategia, sino un Gobierno afgano que funcione, un gran acuerdo regional y nacional (con los talibanes) y unas fuerzas armadas locales que puedan hacerse cargo progresivamente de la seguridad. En Rusia no necesitamos hostilidad, sino di¨¢logo, firme, pero di¨¢logo, que no acent¨²e la percepci¨®n de aislamiento de un Mosc¨² que quiere resurgir precisamente porque se percibe en declive, lo que la hace m¨¢s peligrosa que, por ejemplo, China. Y con Ir¨¢n tambi¨¦n necesitamos trabajar regionalmente porque la proliferaci¨®n no es s¨®lo un problema para Israel o EE UU, sino para todos sus vecinos.
En consecuencia, Obama tendr¨¢ que dedicar gran parte de su primer mandato a deshacer la pol¨ªtica exterior de Bush y s¨®lo si es reelegido en 2012 podr¨¢ de verdad tener manos libres para seguir su propia agenda. Eso no quiere decir que los europeos debamos inhibirnos y retraernos, pero s¨ª que, m¨¢s que reclamar la ayuda de Obama para lograr nuestros objetivos, deber¨ªamos invertir en nuestro futuro y asegurarnos primero de que le ayudamos a deshacer la presidencia de Bush. Por tanto, m¨¢s que sobrecargar de expectativas y demandas a Obama, ayud¨¦mosle. Forzando un poco el argumento, no nos preguntemos qu¨¦ puede hacer Obama por nosotros, sino qu¨¦ podemos hacer nosotros por ¨¦l.
jitorreblanca@ecfr.eu
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