G-20, muchas luces y alguna sombra
El comunicado de la reu ni¨®n del G-20 celebrada en Washington arroja muchas luces de esperanza sobre la actual crisis. En primer lugar, pone el dedo en la llaga y llama a una acci¨®n efectiva respecto a las ra¨ªces esenciales de los males financieros presentes: la mejora de los est¨¢ndares de informaci¨®n p¨²blica de las instituciones financieras y la necesaria transparencia del mercado de activos financieros derivados, que estuvieron en el origen del gran fiasco de la banca de inversi¨®n; la eficacia y efectividad de las instituciones de rating, y las retribuciones de los altos ejecutivos. Tiene tambi¨¦n gran importancia la apelaci¨®n contra las pol¨ªticas proteccionistas: era crucial que se evitara una vuelta a las pol¨ªticas de que cada cual salga del estancamiento a costa del vecino, y tal ha sido el compromiso de los l¨ªderes reunidos en Washington.
Estados Unidos sigue resisti¨¦ndose a ceder parte de su soberan¨ªa a organismos internacionales
Algunas demandas razonables acerca de un orden econ¨®mico mundial m¨¢s adecuado al siglo XXI se ven reflejadas por primera vez en las palabras de los l¨ªderes mundiales. As¨ª, escuchar que "en las instituciones econ¨®micas que nacieron de Bretton Woods (el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial), las econom¨ªas emergentes y en desarrollo, incluyendo los pa¨ªses m¨¢s pobres, deben tener mayor voz y representaci¨®n" es un compromiso que puede tener un enorme recorrido en la reforma del orden econ¨®mico mundial.
Por ¨²ltimo, la reuni¨®n es un gran paso hacia una nueva arquitectura mundial al menos en dos aspectos relevantes. En primer lugar, la reuni¨®n se ha convocado y realizado con prontitud, lo que habla elocuentemente de un mundo que est¨¢ adquiriendo gran reflexividad, y que comienza a tener capacidad de respuesta para corregir con celeridad los errores provocados por las propias acciones humanas. En segundo lugar, ha sido el G-20 y no el G-7 el que se ha reunido, reflejando que las grandes decisiones ya no las tomar¨¢n las grandes potencias mundiales si no van acompa?adas de igual a igual por los pa¨ªses emergentes. Probablemente, en Washington, el mundo unipolar del G-7 ha muerto y ha nacido un mundo m¨¢s multipolar y multilateral.
Sin embargo, hay cosas que se dicen, o que se omiten, que lanzan alguna sombra sobre los acuerdos. El comunicado no est¨¢ a la altura de la gravedad de la recesi¨®n que nos amenaza. Quiz¨¢ el primer objetivo de este primer encuentro deber¨ªa haber consistido en encontrar cuanto antes una salida a las recesiones simult¨¢neas en una multiplicidad de pa¨ªses que, reforz¨¢ndose unas a otras, pueden llegar a arrastrar a todo el mundo en su conjunto. Sin embargo, la declaraci¨®n pasa sobre este tema con buenas recetas nacionales y vagas provisiones internacionales. El documento ofrece un plan detallado e inmediato respecto a la reforma de las instituciones financieras, pero no es ni tan detallado e inmediato respecto a la necesidad de restablecer el crecimiento de la econom¨ªa mundial. Cuando la recesi¨®n, v¨ªa exportaciones, se comience a sentir de lleno en muchos pa¨ªses emergentes y en v¨ªas de desarrollo, ?d¨®nde estar¨¢n los mecanismos precisos y los fondos necesarios para que esos pa¨ªses realicen pol¨ªticas expansivas monetarias y fiscales, como las que podr¨¢n realizar los pa¨ªses desarrollados?
Un segundo aspecto no tan positivo se refiere al horizonte que se abarca. Es cierto que el documento menciona la amenaza del cambio clim¨¢tico y los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Pero no existe una conexi¨®n conceptual entre el objetivo central de la cumbre, la crisis financiera y otros aspectos candentes, particularmente la necesidad de gestionar globalmente la creciente escasez de recursos naturales.
En tercer lugar, se ha concedido un escaso cr¨¦dito a los esfuerzos que ya realizan otras grandes potencias econ¨®micas ausentes de la cumbre: las grandes corporaciones globales y los sectores financieros que s¨ª observan est¨¢ndares de responsabilidad adecuados, en contraste con los jefes de los temerarios bancos de inversi¨®n que iniciaron el presente caos. Una llamada m¨¢s expl¨ªcita a la corresponsabilidad con tales sectores hubiera sido no s¨®lo un reconocimiento a la importancia de las iniciativas voluntarias de responsabilidad del mundo corporativo, sino tambi¨¦n una avenida a explorar para la resoluci¨®n efectiva de los problemas planteados.
Pero tal vez el elemento m¨¢s problem¨¢tico del acuerdo es el hecho elocuente de que, a pesar de que se refiere a la reforma de los mercados financieros internacionales, expresa muy claramente que esta tarea corresponde de modo primordial a las autoridades nacionales. Este ¨¦nfasis en las responsabilidades nacionales ni es anecd¨®tico ni se debe a la particular fijaci¨®n antirregulatoria de la Administraci¨®n saliente de Estados Unidos. M¨¢s bien est¨¢ relacionado con un gran obst¨¢culo que todo intento de reforma de la arquitectura econ¨®mica internacional va a encontrar: la tradicional negativa de Estados Unidos a rendir un ¨¢pice de su soberan¨ªa a organismos econ¨®micos internacionales. Y esto, en el contexto de unas conversaciones que pudieran continuar en el futuro con el mismo tono decidido, va a plantear un problema in¨¦dito: ?es realmente posible conservar el liderazgo en un mundo tan globalizado e interdependiente como el nuestro si el l¨ªder no es capaz de renunciar a alguna parcela de su poder de decisi¨®n a favor de autoridades m¨¢s globales?
Manuel Escudero es director del Centro de Investigaci¨®n del Global Compact.
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