Melancol¨ªa pol¨ªtica
Tras la tan comentada cumbre de Washington, la sensaci¨®n de impotencia y de desconcierto que nos traslada la alta pol¨ªtica institucional ante las encrucijadas del momento es espectacular. No han sido capaces de transmitir acuerdos significativos sobre los males del pasado, ni mucho menos alternativas cre¨ªbles que apuntasen a nuevas formas de relacionar pol¨ªtica y econom¨ªa, o que mostrasen algo m¨¢s que buenos prop¨®sitos de enmienda con relaci¨®n a errores pasados. Fue m¨¢s bien una reuni¨®n de pol¨ªticos sorprendidos por el nuevo y relumbrante papel que les ofrec¨ªa la coyuntura econ¨®mica, cuando de hecho se hab¨ªan ya acomodado en su papel de albaceas de las necesidades que manifestaban las ¨¦lites econ¨®mico-financieras globales. Aparentan mirar hacia el futuro, pero lo hacen usando las desgastadas claves del pasado. Pugnan por demostrar firmeza ante errores anteriores, cuando todos sabemos que el problema no es de disfunciones espor¨¢dicas y s¨®lo atribuibles a la temeridad e irresponsabilidad de unos cuantos, sino que tiene sus ra¨ªces en lo m¨¢s profundo de la raz¨®n de ser del sistema capitalista. Buscan soluciones a la crisis pasada, no tienen ni idea de cu¨¢les van a ser las causas de la pr¨®xima y tampoco parecen conscientes de las oportunidades que atesora el desconcierto actual. Expresan melancol¨ªa, ese estado de ¨¢nimo en el que no s¨®lo hay incertidumbre o vacilaci¨®n en el momento en que se debe tomar una decisi¨®n, sino tambi¨¦n rechazo a cualquier compromiso u opci¨®n concreta. Son conscientes de que tienen muchos v¨ªnculos, notables recursos y una potente oportunidad para expresar nuevas esperanzas y caminos, pero no se sienten ni con fuerzas ni con capacidad para apuntar a nada. Prefieren mirar al pasado y lamerse las heridas por los errores cometidos, aunque no saben muy bien en qu¨¦ se equivocaron cuando unos meses atr¨¢s recib¨ªan s¨®lo benepl¨¢citos.
La crisis que nos sacude tiene sus ra¨ªces en la total falta de credibilidad de la actual pol¨ªtica institucional
Se ha ido muy lejos en la p¨¦rdida de legitimidad y de funcionalidad del ejercicio de la pol¨ªtica. En este sentido, es curioso observar que muchos peri¨®dicos colocaron las noticias relacionadas con la cumbre en la secci¨®n de econom¨ªa y empresa. ?Es natural que la reuni¨®n m¨¢s importante de los ¨²ltimos a?os entre jefes de Estado y de Gobierno de los pa¨ªses m¨¢s influyentes del planeta no merezca situarse en la cabecera de la secci¨®n de pol¨ªtica? Pero ?hablaron de pol¨ªtica? Si la respuesta es no, lo l¨®gico es colocarlos en el apartado tem¨¢tico que corresponde. Se reunieron para tratar de mitigar, corregir y ayudar a superar la crisis econ¨®mica. Se pusieron al servici¨® del "mundo econ¨®mico" para volver lo m¨¢s r¨¢pidamente posible a la "normalidad". Una vez m¨¢s certificaron una de las claves de funcionamiento del sistema capitalista: la aparente disociaci¨®n entre dominio en la esfera econ¨®mica y dominio en la esfera pol¨ªtica. En la esfera econ¨®mica rige la ley de la competencia y prevalece quien m¨¢s cuota de mercado consigue y m¨¢s capital atesora; vales lo que vale tu capital. En la esfera pol¨ªtica, rige la ley de la mayor¨ªa. En democracia todos ser¨ªamos iguales y la fuerza econ¨®mica no se traducir¨ªa autom¨¢ticamente en fuerza pol¨ªtica. La legitimaci¨®n del dominio pol¨ªtico reside en buena parte en el principio de que ese dominio es aceptado y asumido, en tanto emana de la propia voluntad de cada ciudadano. Mientras que el dominio econ¨®mico busca su legitimidad en la ley del que m¨¢s tiene, del m¨¢s capaz en la dura pugna de la competencia mercantil. En la pr¨¢ctica, la esfera econ¨®mica ha ido siendo m¨¢s y m¨¢s capaz de trasladar su influencia y su capacidad de presi¨®n a la esfera pol¨ªtica. La noticia de la cumbre en las p¨¢ginas de econom¨ªa no es sino una confirmaci¨®n de la servidumbre de la pol¨ªtica institucional actual a las necesidades prioritarias de las ¨¦lites econ¨®mico-financieras, disfrazadas una vez m¨¢s de "intereses generales".
Frente a la melancol¨ªa de la pol¨ªtica institucional, se me ocurre reivindicar el romanticismo de la pol¨ªtica alternativa. Aparentemente, Sarkozy no sufre melancol¨ªa. El presidente franc¨¦s vive al minuto y no tiene un momento de respiro entre la herc¨²lea tarea de refundar el capitalismo y la labor de proteger la industria francesa, mientras trata de coronarse como el nuevo Napole¨®n III de Europa (Le Monde). Pero su agitaci¨®n fren¨¦tica esconde una total falta de criterio y de perspectiva estrat¨¦gica, m¨¢s all¨¢ de seguir siendo el centro de todas las miradas. Como dir¨ªa Bauman, vive la pol¨ªtica de forma "puntillista", instante a instante, modificando su identidad en cada momento en que la coyuntura del momento lo exige. Pero esa hiperactividad esconde una profunda melancol¨ªa, una incapacidad de elegir qui¨¦n quiere uno ser y qu¨¦ camino escoger. En el otro extremo de la cadena tenemos a Solbes, quien trata de construir su fortaleza en la inmovilidad. Cada movimiento deviene un acontecimiento heroico. Es intr¨ªnsicamente melanc¨®lico. No escoge ni plantea alternativas, porque le parece in¨²til. Todo ser¨¢ lo que tenga que ser. Y hacer o no hacer, tampoco cambiar¨¢ mucho las cosas. Reivindicar el romanticismo pol¨ªtico es reivindicar la capacidad de ilusionarse ante nuevas perspectivas de futuro, desde la recuperaci¨®n de viejas esperanzas, con la suficiente iron¨ªa como para saber que si bien buscando nuevas salidas podemos encontrarnos con nuevos fracasos, al menos habremos escogido qu¨¦ fracasos tener. Al Gore, Joschka Fisher y Benjamin Barber, entre otros muchos, han levantado estos d¨ªas sus voces para lanzar mensajes que no son para nada melanc¨®licos, aunque puedan pecar de rom¨¢nticos. Nos hablan de la crisis como oportunidad, de un nuevo "clima de cambio" para enfrentarnos al cambio clim¨¢tico buscando y construyendo formas alternativas de producci¨®n y bienestar basadas en nueves fuentes energ¨¦ticas, nuevas formas de movilidad, masivas inversiones en educaci¨®n e investigaci¨®n. Y manifiestan la importancia de recuperar la capacidad de liderazgo pol¨ªtico. La crisis que nos sacude tiene sus ra¨ªces en la total falta de credibilidad de la actual pol¨ªtica institucional, llena de melancol¨ªa, faltada de romanticismo.
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