Miriam Makeba en el Soweto italiano
"?Qu¨¦ es el blues?", se pregunta el escritor afroamericano Ralph Allison. Es lo que los negros tienen como sustituto de la libertad.
Al enterarme de la muerte de Miriam Makeba [el 10 de noviembre en N¨¢poles, tras un concierto contra la Camorra], me vino de inmediato a la mente esta frase. Mam¨¢ ?frica fue lo que durante muchos a?os tuvieron los surafricanos en lugar de la libertad: su voz. En 1963 llev¨® su testimonio al Comit¨¦ de Naciones Unidas Contra el Apartheid. Como respuesta, el Gobierno surafricano prohibi¨® sus discos y conden¨® a Miriam al destierro. Treinta a?os de destierro. Desde aquel momento, su biograf¨ªa fue una demostraci¨®n de voluntad pol¨ªtica y social, una vida itinerante de m¨²sica vetada. Cuando registraban las casas de los militantes del partido de Nelson Mandela confiscaban sus discos, considerados como "prueba" de actividad subversiva. Bastaba con poseer su voz para ser detenido por la polic¨ªa blanca. Pero la potencia de sus notas le otorga ciudadan¨ªa universal, hace que Sur¨¢frica se convierta en la tierra de todos. Y, especialmente, el infierno del apartheid, un infierno de todos.
Fue a Italia para llevar un poco de dignidad a una tierra humillada
Muri¨® mientras trataba de derribar otro gueto s¨®lo con su poderosa voz
En los a?os sesenta, al llegar a EE UU, Miriam Makeba se enamor¨® de Stokley Carmichael, l¨ªder de los Panteras Negras, y las discogr¨¢ficas de ese pa¨ªs le cancelaron los contratos, porque Mam¨¢ ?frica no combat¨ªa con los medios de la militancia pol¨ªtica sino con su voz. Y eso da miedo. Ella llega a la gente por medio de su m¨²sica, a trav¨¦s de ¨¦xitos mundiales, como Pata pata, que todos bailan y que gustan a todos, con una fuerza detonante y vital que tanto el Gobierno del apartheid como los racistas de todo el mundo no saben c¨®mo contener o combatir.
As¨ª, a los 76 a?os, vino a cantar a un sitio que parece olvidado de Dios, en el que personas conscientes hab¨ªan organizado un concierto para llevar un poco de dignidad a una tierra humillada. Y la otra tarde me llamaron, de noche. Checco, que hab¨ªa seguido la organizaci¨®n del concierto, me dijo que Miriam Makeba no se sent¨ªa bien, "pero, aun as¨ª, la se?ora quiere cantar, quiere tu libro en edici¨®n estadounidense en su camerino, Robb¨¨, ?es dura!".
Cuando me dijeron que Miriam Makeba hab¨ªa accedido a cantar en Castel Volturno, en el concierto -en solidaridad conmigo- que cerr¨® los Estados Generales de la Escuela para el Mediod¨ªa, en un primer momento me cost¨® creerlo. Ella, que luch¨® y viaj¨® cantando durante a?os por toda ?frica y por el resto del mundo, quer¨ªa venir tambi¨¦n a este rinc¨®n apartado, en el que casi dos meses antes hab¨ªa tenido lugar una matanza de siete africanos. Porque para ella eran africanos, no de Ghana, de Costa de Marfil o de Togo. Con esa concepci¨®n panafricana que tuvo Lumumba y que, en la actualidad, parece, como nunca, desgraciadamente enterrada para siempre. Mam¨¢ ?frica actu¨® a pocos metros de donde mataron al empresario Domenico Noviello, natural de esta tierra, un muerto inocente que, en cambio, ha muerto solo, sin participaci¨®n colectiva, sin revueltas y sin fraternidad.
La muerte de Miriam Makeba, que vino a traerme su solidaridad y a testimoniarla ante la comunidad africana e italiana que se resiste al poder de los clanes, me ha causado un enorme dolor. Tan enorme como la sorpresa con la que acog¨ª la demostraci¨®n de pasi¨®n y fuerza de una tierra lejana como la surafricana que ya en los ¨²ltimos meses me hab¨ªa expresado su cercan¨ªa por medio del arzobispo Desmond Tutu.
Gracias a su historia, personas como Tutu o como Miriam Makeba saben mejor que los dem¨¢s que, si no perdemos de vista el mundo, se pueden solucionar las contradicciones, prestando nuestra atenci¨®n y nuestra adhesi¨®n, sintiendo que nos conciernen incluso los acontecimientos m¨¢s lejanos. Y no con el aislamiento, con la desidia o con la ignorancia rec¨ªproca.
Sur¨¢frica sufre una presi¨®n enorme de los carteles criminales, pero sus intelectuales y sus artistas siguen estando atentos, siguen siendo vitales y combativos. El propio Desmond Tutu defini¨® Sur¨¢frica como rainbow nation, naci¨®n arco iris, e impuls¨® el sue?o de una tierra mucho m¨¢s variada, rica y pigmentada que un simple cambio de poder entre blancos y negros.
Miriam Makeba era y sigue siendo la voz de aquel sue?o. Si existe un consuelo para su tragedia, es que podemos decir que no ha muerto lejos, sino que ha muerto cerca, al lado de su gente, entre los africanos de la di¨¢spora que llegaron aqu¨ª a millares e hicieron suyos estos lugares, trabajando, viviendo y durmiendo junto a nosotros, sobreviviendo en las casas abandonadas de la urbanizaci¨®n Villaggio Coppola, construyendo dentro su realidad, a la que llamamos el Soweto de Italia. Ha muerto mientras trataba de derribar otro gueto, ¨²nicamente con el poderoso sonido de su voz. Miriam Makeba ha muerto en ?frica. No en el ?frica geogr¨¢fica, sino en aquella que su gente trajo aqu¨ª y que se ha mezclado con esta tierra que, hace pocos meses, ha mostrado la rabia de la dignidad. Y espero que tambi¨¦n la rabia de la fraternidad.
Roberto Saviano, escritor italiano, es autor de Gomorra. ? 2008 Roberto Saviano. Publicado con autorizaci¨®n de la agencia literaria Roberto Santachiara. Traducci¨®n de News Clips.
Babelia
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