Nacido preso

El reto de encontrar un nuevo lenguaje para el realismo, a trav¨¦s de la f¨¦rtil intoxicaci¨®n de estrategias del cine documental, parece unir a buena parte de las m¨¢s estimulantes y heterog¨¦neas propuestas del cine contempor¨¢neo. En algunos casos, las pel¨ªculas resultantes dialogan (o se enfrentan) a discursos de g¨¦nero susceptibles de alimentar debates sobre la moral de la representaci¨®n. La semana pasada se estrenaba la excelente Gomorra, de Mateo Garrone, que abr¨ªa un cap¨ªtulo in¨¦dito en una historia del cine de g¨¢nsteres en exceso condicionado por el influjo scorsesiano. Leonera, del argentino Pablo Trapero, propone, de modo similar, un gratificante tratamiento de choque sobre la memoria de ese subg¨¦nero tan lleno de amarillismos como el de las pel¨ªculas de c¨¢rceles de mujeres.

Desde su t¨ªtulo, el cineasta delimita su campo de visi¨®n a un claustrof¨®bico microcosmos dentro del mundo asfixiante de la c¨¢rcel: el ala habilitada en la penitenciar¨ªa bonaerense de Bat¨¢n para las presas que cumplir¨¢n parte de su condena en compa?¨ªa de sus hijos. Ah¨ª ingresar¨¢ una embarazada Julia (sensacional Martina Gusman), sobre cuya culpabilidad en un cruento crimen mantendr¨¢ Trapero una deliberada ambig¨¹edad. Leonera no es la cr¨®nica de una culpa, sino de una supervivencia, de un proyecto de vida nacido en un infierno terriblemente veros¨ªmil que lograr¨¢ abrirse paso hasta conquistar un desenlace tan provisional como cargado de promesa.

No es f¨¢cil ver Leonera: su escritura visual hiperrealista logra que el v¨ªa crucis de su heterodoxa hero¨ªna no resulte ajeno. Trapero cae de pie al recorrer los lugares comunes del subg¨¦nero para neutralizarlos y culmina su trayecto con el expediente absolutamente limpio: ni rastro del tan frecuente delito de recurrir al golpe bajo sentimental.

Tr¨¢iler de Leonera