Recordar a Darwin
Deb¨ªa haber sido m¨¦dico, pero no le agradaba esa profesi¨®n. Para evitar que "se volviera un se?orito ocioso", su padre le propuso entonces que se hiciera cl¨¦rigo, una idea que no le desagrad¨®. Para prepararse, se matricul¨® en la Universidad de Cambridge, donde mostr¨® que le gustaba m¨¢s buscar escarabajos que estudiar. Gracias a aquella afici¨®n le surgi¨® en 1831 la oportunidad de embarcarse como naturalista, sin retribuci¨®n, en un barco, el famoso Beagle. Aquel viaje, que dur¨® cinco a?os, le cambiar¨ªa la vida. Me estoy refiriendo a Charles Darwin (1809-1882).
La informaci¨®n que acumul¨® en aquel periplo se convirti¨® en semillas que exigieron de una lenta germinaci¨®n y del abono de todo tipo de detalles, as¨ª como de un marco te¨®rico que les diese sentido (lo encontr¨® leyendo a Malthus). En cuanto a la idea de hacerse cl¨¦rigo, "muri¨® de muerte natural", seg¨²n su autobiograf¨ªa. De aquellos sus esfuerzos naci¨® El origen de las especies (1859), una de las joyas del pensamiento humano. Victoriano prudente, adem¨¢s de esposo fiel de una mujer muy religiosa, Darwin no hizo menci¨®n expl¨ªcita de que tambi¨¦n se aplicaba a nuestra especie lo que se esforzaba en demostrar a lo largo de todo el libro: que las especies que han poblado la Tierra han ido cambiando a lo largo del tiempo, emparentadas unas con otras, como si la vida fuera un ¨¢rbol con muchas, entretejidas, ramas. Llegar¨ªa el d¨ªa, 1871, en que s¨ª se atrevi¨®: public¨® El origen del hombre. No hizo falta tanto para que sus ideas fuesen combatidas, una situaci¨®n que se mantiene. Ahora los creacionistas utilizan la idea de un "Dise?o Inteligente" -alguien, un dios, debi¨® dise?ar la vida, tan maravillosamente compleja, en especial la humana-, y argumentan que, en defensa de la libertad de pensamiento, el creacionismo debe ser ense?ado en las escuelas junto al evolucionismo (?deber¨ªamos hacer lo mismo con la democracia y la tiran¨ªa?). Tambi¨¦n dicen que la de Darwin "es s¨®lo una teor¨ªa". Curiosa idea de lo que es una teor¨ªa cient¨ªfica.
Cierto, la teor¨ªa de la evoluci¨®n darwiniana nos desprovee de c¨¢lidas promesas que ayudan a encarar un futuro en ¨²ltima instancia descorazonador, el de la muerte; pero defiende algo que hemos aprendido a valorar: la b¨²squeda de la verdad utilizando el razonamiento l¨®gico y la prueba experimental. De todo esto hay toneladas en la obra de Darwin, cuya lectura se ve ahora facilitada con nuevas traducciones y reediciones, aprovechando que se van a celebrar los 200 a?os de su nacimiento y 150 de la publicaci¨®n de El origen de las especies. Y no olvidemos que junto a la racionalidad iluminada por los hechos, tambi¨¦n se puede encontrar en sus libros una profunda humanidad. Dos ejemplos: las l¨ªneas que dedicaba en el Diario de un naturalista (1839) a mostrar su repulsa al encontrarse en Brasil con la esclavitud ("jam¨¢s olvidar¨¦ la sorpresa, disgusto y verg¨¹enza..."), y las que cierran El origen del hombre, empapadas de compasi¨®n y de amor por la vida, por toda la vida: prefer¨ªa, dec¨ªa, descender del monito o del cinoc¨¦falo, que se comportan con hero¨ªsmo para salvar a sus cong¨¦neres, que de "un salvaje que se complace en torturar a sus enemigos..., trata a sus mujeres como esclavas, desconoce la decencia y es juguete de las m¨¢s groseras supersticiones".
Charles Darwin, Diario de un naturalista alrededor del mundo (Espasa, 2008); El origen de las especies (Espasa, 2008); La variaci¨®n de los animales y las plantas bajo domesticaci¨®n (Los Libros de la Catarata / CSIC / Academia Mexicana de Ciencias / Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico, 2008); Plantas carn¨ªvoras (Laetoli, 2008). Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Ron (Madrid, 1949) es acad¨¦mico de la Real Academia Espa?ola y catedr¨¢tico de Historia de la Ciencia. Sus ¨²ltimos libros son El poder de la ciencia (Cr¨ªtica, 2008) y, junto a Antonio Mingote, ?Viva la ciencia! (Cr¨ªtica, 2008).
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