Un triunfo monumental
Feliciano y Verdasco ponen a Espa?a a un punto de ganar la final tras vencer en una dura batalla al dobles argentino
S¨®lo dos manos del equipo espa?ol tienen derecho a desafiar la maldici¨®n. Era Fernando Verdasco un tenista convertido en diana, con 10.000 personas cit¨¢ndole con la derrota en el primer set ?"?tiene miedo! ?Verdasco tiene miedo!"? y otras tantas dici¨¦ndole que era un caso perdido ?"?Verdasco se cag¨®!". Disparaba hiel el p¨²blico, silbando tanto espa?oles como argentinos, y la maldita palabra se repet¨ªa de esquina a esquina mientras el juez de silla intentaba calmar el desvar¨ªo. "?Miedo! ?Verdasco tiene miedo!", se o¨ªa. El madrile?o temblaba. La grada se le ven¨ªa encima. Lleg¨® entonces la mano salvadora, su pu?o cerrado y la cara del tipo contra el que todo el estadio rug¨ªa: Feliciano L¨®pez.
Todos perdieron su saque al menos una vez. Verdasco, los hizo tres
Nabaldian, que acab¨® dolorido de una u?a, estuvo muy fino, remando de lo lindo
"?Miedo!", le dec¨ªan, hasta que su juego sac¨® a Espa?a del l¨ªo en que el se estaba metiendo (5-7, 7-5, 7-6 (7-5) y 6-3). A la selecci¨®n le falta un solo punto para ganar hoy su tercera Copa Davis, sin Rafa Nadal y en Argentina. "Casi n¨¢", que dir¨ªa Feliciano, el ¨²nico espa?ol que puede tocar La Ensaladera sin temer maleficios: ya la gan¨® en 2004.
Antes del partido, el intratable David Nalbandian avis¨® de lo que se les ven¨ªa encima a los espa?oles. Una explosi¨®n sacudi¨® a Emilio S¨¢nchez Vicario, el seleccionador. Andaba el t¨¦cnico charlando tranquilamente cuando una pelota restall¨® violentamente contra la madera que le separaba de la pista. Al otro lado, el rubio argentino andaba sonriendo tras usar su raqueta como una metralleta. "Warning!", reclam¨® el t¨¦cnico contra el tenista, buscando al juez de silla con iron¨ªa. "?Qu¨¦ susto me has dado, cabr¨®n!", le recrimin¨® entre risas. "?Esperabas menos de m¨ª?", fue la respuesta.
No, por supuesto. No con la Copa Davis en juego. No cuando Espa?a lideraba 5-1 el tercer set para, de repente, encontrarse con ese parcial perdido (5-1 abajo en el tie-break). Nalbandian, que acab¨® dolorido en una u?a, estuvo muy fino. Bufando, tirando y remando de lo lindo. Haciendo de Agust¨ªn Calleri, su compa?ero de fatigas, el mejor ca?¨®n con el que jugar el partido. Fue el de procedencia armenia un astro con toques divinos. "?Maradona!, ?Maradona!", se o¨ªa como truenos desde el grader¨ªo.
"Nalbandian le da al dobles argentino mucho m¨¢s nivel", explicaba entonces S¨¢nchez Vicario. "Con ¨¦l, su pareja tiene mucha m¨¢s personalidad. Eso hace mucho m¨¢s peligroso al equipo argentino: porque David lo hace todo bien, y es un gran sacador, adem¨¢s de restar. ?Pero nosotros tambi¨¦n lo hacemos todo bien!".
Mucho, y bien, hicieron los espa?oles, y tambi¨¦n la corneta, los pasodobles y los gritos de su escaso p¨²blico. La mujer qued¨® retratada por las c¨¢maras. Andaba la cosa seria, con los espectadores argentinos indignados por una advertencia del ¨¢rbitro contra su inacabable ruido. Sacaba Nalbandian para ponerle m¨¢s de media firma al tercer set, ya metidos en la harina del tie-break (5-1), y una espa?ola le grit¨® entre su primer y su segundo servicio. Doble falta. Tumulto may¨²sculo.
La fiesta, los tambores, el mosaico de pelucas y de caras pintadas de Argentina, amenazando con devenir en disturbios, muy en el tono de los aleda?os del estadio, donde el Partido Socialista se manifestaba contra los gastos de organizaci¨®n del torneo ?"?tres d¨ªas de Copa Davis son siete a?os de atenci¨®n sanitaria p¨²blica en Mar del Plata!"?, se quejaban lo manifestantes. No lleg¨® la cosa a mayores porque Alberto Mancini, el capit¨¢n local, se levant¨® a pedir calma. Lo mismo hizo Feliciano L¨®pez, de nuevo disparado con su servicio, distribuido por zonas m¨¢s que buscando un gran tiro. El p¨²blico volvi¨® entonces a lo suyo. Al grito, la burla sana y el buen ritmo, que no impidi¨® a Espa?a ganar el tie-break del tercer set, decisivo.
"?Esta tarde, cueste lo que cueste; esta tarde tenemos que ganar!", se arrancaban los espectadores, de nuevo entregados a Argentina durante la larga batalla de puntos cortos que fueron la t¨®nica en las m¨¢s de tres horas de partido. Todos los doblistas cedieron su servicio en al menos una ocasi¨®n. Todos vieron c¨®mo Nalbandian le protestaba al juez ¨¢rbitro con los ollares dilatados y los ojos encendidos. Todos, entre gritos, palmas y una tensi¨®n el¨¦ctrica, disputaron un partido grande en emociones, serrado en el irregular rendimiento de los espa?oles, y duro, dur¨ªsimo, para Verdasco, que cedi¨® su saque en tres ocasiones, una clave para perder la primera manga. Todos, al fin, vieron lo mismo. La victoria de Espa?a. Y a un tenista desatado. Feliciano es su nombre. L¨®pez, su apellido.
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