Con crisis no hay Oriente ni Occidente
En un momento en el que el centro de la pol¨ªtica internacional bascula hacia Asia, las turbulencias econ¨®micas obligan a que las grandes potencias colaboren por encima de divisiones ancestrales
En Hong Kong, ese punto de encuentro en vertical, sus habitantes combinan con escepticismo el modelo estadounidense y el modelo chino. Quiz¨¢ podemos aprender algo de ellos.
Los canguros, leo en el South China Morning Post, son originarios de China. La fuente del peri¨®dico es el Centro de Gen¨®mica Avanzada del Canguro en Australia, as¨ª que debe de ser verdad. ?Qu¨¦ ser¨¢ lo pr¨®ximo? ?Que los pandas salieron de Francia? ?Los kiwis de Costa Rica?
Nuestro tiempo se ha vuelto loco. Los cielos est¨¢n llenos de augurios. Los titanes financieros de otra ¨¦poca est¨¢n reducidos a cenizas, y General Motors se ha convertido en un mendigo a las puertas del Gobierno. El mundo est¨¢ cambiando ante nuestros ojos, y aqu¨ª, en Hong Kong, algunos de los operadores m¨¢s astutos del mundo est¨¢n influyendo discretamente en esos cambios.
Algunos estudios calculan que el Gobierno de EE UU redistribuye una parte mayor del PIB que el chino
No hay duda de que la econom¨ªa de libre mercado de estilo estadounidense est¨¢ bajo cierta sospecha
Visto desde este extraordinario punto de encuentro entre Oriente y Occidente, el primer cambio evidente es precisamente el traspaso de influencia de Occidente a Oriente. M¨¢s en concreto: el fortalecimiento de la mano de China y el debilitamiento de la de Estados Unidos. Cuando uno navega por el archipi¨¦lago de rascacielos de Hong Kong, conectados entre s¨ª por medio de pasarelas, ve con un poco m¨¢s de inquietud la torre de AIG y quiz¨¢ con algo m¨¢s de respeto el vanguardista edificio de cristal oscuro construido por I. M. Pei para el Banco de China; aunque el HSBC de Norman Foster parece resistir bastante bien. En televisi¨®n, pasamos de ver c¨®mo Hank Paulson, ese t¨ªpico jugador de f¨²tbol americano convertido en secretario del Tesoro, pierde la calma -cosa poco habitual- ante una comisi¨®n del Congreso estadounidense, a contemplar a Hu Jintao que se dirige tranquilamente con una delegaci¨®n de 600 miembros a Per¨², donde el presidente chino va a firmar un acuerdo comercial bilateral con el que China podr¨ªa desplazar a Estados Unidos como principal socio comercial de ese pa¨ªs del hemisferio americano.
Entrevistado en un canal regional, el ministro indio de Finanzas destaca con satisfacci¨®n que en la cumbre financiera de Washington no se reuni¨® el G-8, sino el G-20. As¨ª debe ser, afirma, y as¨ª debe seguir siendo. La mueca de modestia de las autoridades chinas ("?una superpotencia?, ?qui¨¦n, nosotros?") se desvanece moment¨¢neamente cuando el presidente del consejo supervisor de los fondos soberanos chinos, Jin Liqun, dice que los pa¨ªses desarrollados deber¨ªan pedir ayuda a pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo como China "con humildad". Al referirse a la solicitud de una nueva inyecci¨®n de capital en el FMI, comenta: "Nadie va a estar dispuesto a jugar con quienes quieren que China gaste m¨¢s dinero, en medio de una crisis financiera cada vez m¨¢s profunda, pero siguen concedi¨¦ndonos escasa capacidad de voto".
?Ir¨¢ acompa?ado este cambio de poder de un cambio ideol¨®gico? Desde luego, no hay duda de que la econom¨ªa de libre mercado de estilo estadounidense est¨¢ bajo cierta sospecha, incluso en un vivero de libre comercio como Hong Kong, mientras que la mezcla china de una econom¨ªa de mercado m¨¢s estatalizada, con inmensas reservas acumuladas para utilizarlas en una crisis como ¨¦sta, parece m¨¢s prometedora. Me cuentan que algunos habitantes chinos de la ciudad son de esa opini¨®n e incluso hablan con cierto orgullo nacional. Pero, al mismo tiempo, conocen demasiado bien las debilidades del sistema chino actual, a trav¨¦s de sus amigos y familiares de tierra firme -las desigualdades, la corrupci¨®n, la inseguridad e incluso la ineficacia-, como para tragarse cualquier idea simplista de que el modelo chino es perfecto.
En realidad, lo que me est¨¢n contando aqu¨ª es mucho m¨¢s interesante y sutil. Es la historia de un gran debate en toda China, mucho m¨¢s pragm¨¢tico, y en el que los intelectuales y activistas civiles de Hong Kong tambi¨¦n participan. ?C¨®mo puede combinar China la eficacia de una econom¨ªa de mercado y la existencia de un esp¨ªritu emprendedor comparable con el de Estados Unidos con cierto grado de igualdad, cohesi¨®n social e incluso armon¨ªa? Detr¨¢s de esas palabras tan importantes y redondas, se encuentra una realidad social a menudo desesperada e inestable que hace que los ciudadanos de la Rep¨²blica Popular de China salgan con frecuencia a las calles para protestar -el Ministerio de Seguridad P¨²blica cont¨® alrededor de 74.000 "incidentes de masas" en 2004- e incluso, como ocurri¨® esta semana en la provincia de Gansu, a enfrentarse a los antidisturbios y destrozar edificios oficiales. ?C¨®mo se consigue que esa situaci¨®n funcione? Se agradecen todas las sugerencias. Bueno, casi todas.
Por supuesto, el marco ideol¨®gico sigue siendo importante. El presidente Hu no va a impulsar lo que ¨¦l llama "capitalismo democr¨¢tico", y el presidente (ya no por mucho tiempo) Bush no va a adoptar un "socialismo con caracter¨ªsticas norteamericanas". Ahora bien, debajo de las grandes etiquetas, las realidades son, muchas veces, sorprendentes. Por ejemplo, la mayor¨ªa de la gente cree seguramente que Estados Unidos es la tierra de la poca intervenci¨®n del Gobierno, y China es la tierra de la mucha intervenci¨®n del Gobierno. Sin embargo, Wang Shaoguang, profesor chino de Hong Kong, calcula que, en la China actual, el Gobierno central y los Gobiernos locales no redistribuyen, en conjunto, m¨¢s que alrededor del 20% del PIB. En Estados Unidos, esa cifra es mucho m¨¢s elevada. Cu¨¢nto exactamente, depende del Estado en el que uno viva, pero, desde luego, en los Estados azules (dem¨®cratas) de EE UU, el Gobierno redistribuye mucho m¨¢s que en la China roja.
Lo que importa verdaderamente es qu¨¦ resulta eficaz. Aqu¨ª, algunos extienden ese complejo pragmatismo incluso al sistema pol¨ªtico. No se trata s¨®lo de democracia o no democracia, dicen, de blanco o negro. La democracia tiene muchos matices. Sugieren, cosa interesante, que el sistema que emplea Hong Kong para elegir a su presidente, que combina un Comit¨¦ Electoral, formado principalmente por representantes designados de los llamados electorados funcionales (diversos sectores de la econom¨ªa, grupos religiosos, incluso 20 miembros que representan a la medicina china), con la ¨²ltima palabra de las autoridades chinas, es un modelo que estas ¨²ltimas est¨¢n estudiando dentro de su reflexi¨®n sobre c¨®mo ampliar lo que llaman democracia en su propio sistema.
Si es verdad lo que dicen, es fascinante y ser¨ªa un avance. Pero tengo todav¨ªa demasiado fresca la impresi¨®n causada por las elecciones presidenciales estadounidenses para creerme eso de que todo esto es democracia. S¨ª, hay muchas variantes entre la tiran¨ªa absoluta y la democracia liberal, pero en alg¨²n punto existe una l¨ªnea clara; y no es tan dif¨ªcil de encontrar. He aqu¨ª una forma de probarlo: si no sabemos qui¨¦n va a ganar en las elecciones, probablemente estamos en una democracia. No est¨¢bamos seguros de que Obama fuera a ganar, ?se acuerdan? Al sucesor de Hu no lo elegir¨¢ el pueblo chino. La l¨ªnea est¨¢ clara y es fundamental.
En cambio, por lo que respecta al sistema socioecon¨®mico, al complejo toma y daca entre crecimiento, cohesi¨®n social y sostenibilidad ambiental, o entre las funciones del sector p¨²blico y el sector privado, s¨ª creo que -dentro del universo de las econom¨ªas de mercado- ya no existe una frontera clara, no hay blanco y negro. Del mismo modo que China, Hong Kong e incluso Taiwan est¨¢n en un complejo di¨¢logo, a veces indirecto, sobre c¨®mo conseguirlo en una sociedad china, ser¨ªa tremendamente importante que las autoridades chinas se sentaran con los dirigentes de India o Brasil y dijeran: ?y c¨®mo abord¨¢is este asunto vosotros? Nosotros estamos tratando de hacerlo as¨ª.
Rudyard Kipling, el poeta del Imperio Brit¨¢nico que, como es natural, visit¨® Hong Kong, escribi¨® un famoso poema titulado La balada de Oriente y Occidente: "Oh, Oriente es Oriente y Occidente es Occidente, y los dos nunca se encontrar¨¢n...". Eso ha dejado de ser cierto, si es que alguna vez lo fue. Se encuentran y se mezclan todo el tiempo. El poema continuaba: "No hay Oriente ni Occidente... cuando dos hombres fuertes se ven cara a cara". Hoy podr¨ªamos decir, m¨¢s bien, que no hay Oriente ni Occidente cuando unos Gobiernos d¨¦biles intentan satisfacer las demandas de unas poblaciones inquietas, en un planeta recalentado. -
www.timothygartonash.com. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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