?ltima oportunidad
El escritor brit¨¢nico Ian McEwan opina que el reto m¨¢s urgente para Obama es el de combatir el cambio clim¨¢tico mediante el recurso a las energ¨ªas renovables. La crisis econ¨®mica hace el momento especialmente dif¨ªcil, pero, si no, ?queda mucho tiempo?
As¨ª lo refuto!", fue la famosa y contundente r¨¦plica de Samuel Johnson, una ma?ana de 1763, al salir de la iglesia. Mientras hablaba, seg¨²n su amigo James Boswell, dio patadas "con una fuerza inmensa" a una gran piedra "hasta que sali¨® rebotando". El bueno del doctor Johnson estaba rechazando el idealismo filos¨®fico del obispo Berkeley, la opini¨®n de que el mundo externo, f¨ªsico, no existe, sino que es producto de la mente. No es que aquella fuera una gran prueba en contra, pero podemos simpatizar con su s¨®lido sentido com¨²n y su exhibici¨®n f¨ªsica de pragmatismo anglosaj¨®n, si no anglicano.
Aun as¨ª, quiz¨¢ hayamos demostrado que Berkeley ten¨ªa parte de raz¨®n; en una era de medios electr¨®nicos, en la que los rumores, las opiniones y los hechos est¨¢n estrechamente interrelacionados, y en la que los pol¨ªticos tienen que cantar para ganarse nuestro afecto, la cosa p¨²blica tiene un cierto aire de enso?aci¨®n, de solipsismo colectivo en el que la conexi¨®n exacta con el mundo de las piedras a las que es posible dar patadas no est¨¢ clara, aunque sabemos con certeza que existe.
Un extraterrestre que viera la tierra inundada de luz se asombrar¨ªa de que creamos que sufrimos un problema energ¨¦tico
Los cient¨ªficos del clima creen que tenemos menos de ocho a?os antes de alcanzar el punto sin retorno
La carrera hacia la presidencia, como todas las elecciones -y ¨¦sta fue mucho mejor que la mayor¨ªa-, tuvo el car¨¢cter concentrado de un partido de squash, una partida de ajedrez, una novela posmoderna. Aunque los candidatos parec¨ªan dirigirse a una realidad externa, deb¨ªan atenerse a unos requisitos estrictamente et¨¦reos: hechizar a grandes multitudes sin dejar de parecer normales, pisotear al oponente manteniendo un aire agradable, inspirar pero conservar la sensatez, evitar ofender a un mont¨®n de grupos sensibles y, el viejo truco de prestidigitador, prometer al electorado m¨²ltiples regalos sin tener que pedir prestado m¨¢s dinero ni subir los impuestos.
Y ganar. Ahora, mientras Barack Obama da un paso adelante, se empiezan a guardar las m¨¢quinas de fabricar trucos; aunque quiz¨¢ nunca podremos, o no deber¨ªamos, dejar de utilizarlas. Para quienes creen que el cambio clim¨¢tico, en el contexto de la pobreza mundial, es nuestro problema m¨¢s acuciante, la base de todos los dem¨¢s, que exige un grado de cooperaci¨®n y racionalidad del que tal vez no seamos capaces, la elevaci¨®n de este hombre esbelto y atractivo se ha convertido en objeto de unas expectativas nada realistas. Es inevitable que, tras una larga campa?a en la que se ha dedicado a complacer a las multitudes, surja una pregunta: ?Es posible que se haya limitado a acu?ar con pericia un discurso emocionante o tiene el acero necesario para convertir las intenciones en resultados? En el peor de los casos, el pa¨ªs tiene por fin un presidente que, independientemente de su fe, siente un enorme respeto por la ciencia (no hay m¨¢s que ver sus s¨®lidas opiniones sobre el dise?o inteligente en el n¨²mero del 25 de septiembre de la revista Nature), se ha rodeado de asesores cient¨ªficos de impecables credenciales y ha prometido luchar para alcanzar el so?ado objetivo de una reducci¨®n del 80% por debajo de los niveles de 1990 en las emisiones de CO2 de aqu¨ª a 2050.
La cuesti¨®n del cambio clim¨¢tico es, en s¨ª, otra realidad casi virtual. Desde 1979, cuando el Grupo Ad Hoc sobre el CO2 dirigido por James Hansen present¨® su informe al presidente Carter, ha habido simposios, negativas, cumbres, documentales, manifestaciones, leyes, reg¨ªmenes de comercio de derechos y, sobre todo, sonoros discursos llenos de ambiciones: en Europa se nos dan bastante bien estos ¨²ltimos.
Sin embargo, en esta piedra a la que es demasiado f¨¢cil dar patadas y que llamamos Tierra, cuando se confrontan los resultados de miles de mediciones en oc¨¦anos y continentes con los datos del sat¨¦lite, se ve que la temperatura media no ha dejado de aumentar. En 2006, y todav¨ªa m¨¢s en 2007, la reducci¨®n de la capa de hielo en el ?rtico super¨® las previsiones m¨¢s pesimistas. Los datos del a?o pasado, en un periodo de empeoramiento econ¨®mico, muestran que los niveles de CO2 siguieron aumentando tan deprisa como siempre. Me parece que no existen pruebas documentales de que se haya cerrado ninguna central energ¨¦tica de las que producen carbono para hacer sitio a una planta de energ¨ªa limpia.
Los bosques que arden, los arrecifes de coral que se disuelven, la extinci¨®n de especies: nos hemos anestesiado con estas letan¨ªas tan familiares. Durante los ¨²ltimos 30 a?os s¨®lo hemos abordado el problema, si es que lo hemos hecho, mentalmente. Es cierto que existen los primeros indicios de una infraestructura de energ¨ªa limpia -en ciertos tramos de la costa de Dinamarca, en unos cuantos tejados alemanes y japoneses, en algunos desiertos, pero el efecto, hasta ahora, es m¨ªnimo. Seguimos so?ando, murmurando semidormidos mientras tratamos de apretar los botones que conectan las ideas con las acciones.
En su propio pa¨ªs, Obama contar¨¢ con varios factores de su parte, y no s¨®lo unas mayor¨ªas holgadas en las dos c¨¢maras del Congreso. Por lo menos existe el consenso de que hay un problema: el clima antropog¨¦nico es una realidad para Estados Unidos. No hacer nada es demasiado caro. Un sector importante del Partido Republicano lo acepta, como tambi¨¦n lo aceptan las grandes empresas e incluso las compa?¨ªas petrol¨ªferas. Los que se han dedicado a negarlo est¨¢n, o deber¨ªan estar, haciendo las maletas. Al fin y al cabo, ?qu¨¦ es lo que hab¨ªa que negar? Una mol¨¦cula de CO2 absorbe la longitud de onda m¨¢s larga de la luz y atrapa el calor que irradia de la tierra. A m¨¢s CO2, m¨¢s calor atrapado. Si las temperaturas suben mucho m¨¢s de dos grados por encima de los niveles preindustriales, las consecuencias humanas y econ¨®micas podr¨ªan ser catastr¨®ficas. Los estadounidenses ya han visto lo que ocurre cuando un oc¨¦ano Atl¨¢ntico m¨¢s caliente suministra m¨¢s energ¨ªa a los huracanes.
Por consiguiente, el problema est¨¢ en c¨®mo pasar de la virtud, el idealismo y las solemnes invitaciones a la abnegaci¨®n, que suscitan la desconfianza del Gobierno, los mercados y el electorado, al propio inter¨¦s y la necesidad, dos cosas que todos respetan. De todas formas, pronto empezar¨¢ a disminuir la producci¨®n de petr¨®leo y hay que encontrar alternativas; muchos pa¨ªses productores son espeluznantes organizaciones humanas de las que nadie desea depender. Si Estados Unidos no invierte hoy en tecnolog¨ªas verdes tendr¨¢ que comprarlas despu¨¦s a sus competidores; Alemania ha creado un cuarto de mill¨®n de puestos de trabajo en el sector de las energ¨ªas renovables, y est¨¢ empezando a ser evidente que se puede ganar mucho dinero adaptando y suministrando nuevas fuentes de energ¨ªa para toda una civilizaci¨®n.
Las tecnolog¨ªas est¨¢n desarroll¨¢ndose con rapidez, pero las ideas b¨¢sicas tienen el atractivo de la sencillez. Por ejemplo, pensemos s¨®lo en una forma de energ¨ªa solar. Un extraterrestre que aterrizase en nuestro planeta y viera que est¨¢ inundado de luz se asombrar¨ªa al saber que creemos tener un problema energ¨¦tico, que alguna vez se nos ha ocurrido sobrecalentarnos o envenenarnos a base de quemar combustibles f¨®siles o generar plutonio. La luz del sol nos llega en un chorro constante, una dulce lluvia de fotones imposible de calcular. Seg¨²n los c¨¢lculos de la NASA, son, por t¨¦rmino medio, 200 vatios por cada metro cuadrado de la superficie terrestre. Un solo fot¨®n que alcance un semiconductor libera un electr¨®n, y as¨ª nace la electricidad, directamente de los rayos del sol. ?sa es la energ¨ªa fotovoltaica que Einstein describi¨® y por la que obtuvo un Premio Nobel. Si uno cree en Dios podr¨¢ decir que esta energ¨ªa gratuita fue su mayor regalo. ?H¨¢gase la luz! Si no cree, podr¨¢ maravillarse ante lo afortunado de las leyes de la f¨ªsica. Como se se?ala a menudo, menos de una hora de la luz del sol que llega a la Tierra podr¨ªa satisfacer las necesidades de todo el mundo durante un a?o. Una fracci¨®n de nuestros desiertos c¨¢lidos podr¨ªa dar energ¨ªa a toda nuestra civilizaci¨®n.
En el suroeste de Estados Unidos ya se han identificado miles de kil¨®metros cuadrados apropiados para parques energ¨¦ticos. Est¨¢n empezando a aparecer instalaciones, en algunos casos financiadas por empresas europeas que se benefician de los recortes fiscales. Se inventan nuevas tecnolog¨ªas en laboratorios p¨²blicos y privados. ?C¨®mo puede producir energ¨ªa de noche una planta solar o una planta e¨®lica? Daniel Nocera, del MIT, ha imitado la fotos¨ªntesis para descomponer el agua en hidr¨®geno y ox¨ªgeno de forma rentable; de noche, estos gases vuelven a combinarse en una celda de combustible para propulsar una turbina. En otros laboratorios se trabaja contrarreloj para hallar el huevo de oro industrial, una bater¨ªa m¨¢s barata, m¨¢s ligera y m¨¢s potente que pueda utilizarse en los coches el¨¦ctricos; se utiliza la nanotecnolog¨ªa para derivar dos electrones de un fot¨®n; se producen paneles solares de un grosor cada vez m¨¢s fino; otros laboratorios investigan pinturas solares. Las l¨ªneas de investigaci¨®n se multiplican sin cesar. La emprendedora generaci¨®n de californianos que hizo fortuna perfeccionando Internet est¨¢ viviendo una segunda juventud con las energ¨ªas limpias. Todo el sector es como un muelle que espera saltar con toda su fuerza y entrar en la econom¨ªa.
En otras palabras, Obama llega al poder en un momento en el que las energ¨ªas renovables han dejado de ser una preocupaci¨®n marginal. Es posible que sea ese momento el que haya hecho que saliera elegido, pero es un momento especialmente dif¨ªcil. Como si fu¨¦ramos Berkeley, hemos entrado en una recesi¨®n mundial porque siempre pens¨¢bamos que iba a ser as¨ª. La cabeza de una serpiente de ficci¨®n ha empezado a devorar su cola real, un c¨ªrculo que le habr¨ªa encantado al gran fabulista argentino que fue Borges. Hab¨ªamos so?ado con esta recesi¨®n, la ve¨ªamos venir, as¨ª que ha llegado. Mientras tanto, en la econom¨ªa real de Johnson, las f¨¢bricas, los sistemas de distribuci¨®n, la creatividad humana, el deseo de trabajar, la necesidad de bienes y servicios, son los mismos que eran el a?o pasado, salvo que, a medida que se afianza la certidumbre de la recesi¨®n, la gente tiene m¨¢s miedo y gasta menos, las empresas empiezan a despedir gente y la recesi¨®n se convierte en una trampa.
Por lo dem¨¢s, los problemas son solucionables, pero son tremendos. El presidente saliente ha tocado teclas energ¨¦ticas en el mundo real, ha facilitado centrales alimentadas con carb¨®n, ha abierto zonas naturales de propiedad federal a las extracciones de gas y petr¨®leo y ha fomentado la explotaci¨®n comercial de la pizarra bituminosa. El presidente Obama tendr¨¢ que revocar todas estas decisiones. Las centrales solares y e¨®licas suelen estar alejadas de las ciudades; es necesaria, como en Europa, una nueva red de corriente continua, porque la vieja est¨¢ en manos locales, con el consiguiente caos. Los costes ser¨¢n inmensos, los beneficios no se ver¨¢n inmediatamente, y el Gobierno estadounidense tiene una deuda gigantesca. El carb¨®n es a¨²n una fuente de energ¨ªa fundamental en Estados Unidos, pero el carb¨®n limpio sigue siendo una fantas¨ªa, y llevar el CO2 a los yacimientos geol¨®gicos adecuados para enterrarlo es muy caro. Los intereses petroleros no estar¨¢n contentos de perder su hegemon¨ªa y sus viejos privilegios, ni de tener que pensar en un plan de comercio de derechos de emisi¨®n en plena recesi¨®n. Los veh¨ªculos el¨¦ctricos verdaderamente aceptables est¨¢n todav¨ªa bastante lejos.
Y aparte de los problemas administrativos y tecnol¨®gicos est¨¢n los obst¨¢culos habituales. No son s¨®lo "los acontecimientos, querido, los acontecimientos" de Harold Macmillan los que pueden hacer que un pol¨ªtico pierda el rumbo. Hay otra media docena de graves preocupaciones nacionales e internacionales, y luego los errores, los enemigos, el proceso pol¨ªtico, las torpezas o los planes ambiciosos de los lugartenientes, el desencanto cuando desaparezca la novedad de un nuevo rostro presidencial. Y, sobre todo, un exceso de cautela.
Entre los cient¨ªficos del clima existe una facci¨®n que murmura en tono pesimista que ya es demasiado tarde. La opini¨®n m¨¢s extendida no es mucho m¨¢s tranquilizadora: tenemos menos de ocho a?os para que empiecen a notarse cambios significativos en las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero, ocho a?os para pasar del solipsismo de Berkeley al pragmatismo de Johnson. A partir de ese momento, cuando se alcance el punto sin retorno y se estrechen los lazos de retroalimentaci¨®n, la curva de las emisiones subir¨¢ demasiado deprisa para poder contenerla. En palabras de John Schellnhuber, uno de los principales cient¨ªficos europeos del clima y principal asesor cient¨ªfico de Angela Merkel, la canciller alemana, "lo que hace falta es una revoluci¨®n industrial de sostenibilidad que comience ya".
Eso s¨®lo puede funcionar mediante la cooperaci¨®n internacional, algo mucho m¨¢s dif¨ªcil de conseguir que cualquier avance tecnol¨®gico. El a?o pr¨®ximo, a finales de noviembre, est¨¢ prevista una cita en Copenhague para la que est¨¢n prepar¨¢ndose los especialistas de todo el mundo en el clima, y que, en opini¨®n de muchos, ser¨¢ nuestra mejor -y quiz¨¢ ¨²ltima- esperanza de abordar el problema antes de que se nos vaya de las manos. Es la sucesora mundial de Kioto, y en el sector es conocida como Conferencia de las Partes (COP) 15. Podr¨ªa decirse que ser¨¢ una de las reuniones internacionales m¨¢s importantes jam¨¢s celebradas. Si de ella no salen medidas dr¨¢sticas y aplicables en la pr¨¢ctica, es muy posible que perdamos la lucha para controlar nuestro futuro. Todos los pa¨ªses del planeta estar¨¢n representados. El sentimiento general es que no podemos permitir que fracase la reuni¨®n. Y no puede tener ¨¦xito si Estados Unidos no asume el liderazgo. Algunos temen que Obama act¨²e con demasiada cautela en relaci¨®n con el cambio clim¨¢tico, por motivos pol¨ªticos, y ¨¦se ser¨ªa un error tr¨¢gico. Schellnhuber dice: "Si estuviera dispuesto a venir en persona a Copenhague y pronunciar un discurso, comprometerse de forma valiente, como hizo Reagan en Reikiavik, se convertir¨ªa en un h¨¦roe para todo el planeta y para siempre".
De modo que los mecanismos de lo irreal, los trucos de magia, quiz¨¢ tengan que acudir en ayuda de nuestro mundo real y sobrecalentado. El proceso que nos dej¨® creer que est¨¢bamos haciendo algo respecto al cambio clim¨¢tico cuando, en realidad, no est¨¢bamos haciendo nada, o que nos dej¨® encaminarnos hacia una recesi¨®n a sabiendas, esos productos del enso?amiento colectivo y com¨²n pueden tener su aspecto positivo. Tal vez Barack Obama consiga empujar los pa¨ªses hacia un futuro de menos carbono simplemente porque la gente piensa que puede. Los cient¨ªficos, cuya principal caracter¨ªstica es el escepticismo; los diplom¨¢ticos, cansados de reuniones; millones de personas en todo el mundo atribuyen a Obama algo parecido a unos poderes sobrenaturales. Est¨¢ imbuido de m¨¢s simbolismo -de renovaci¨®n, de racionalidad- del que puede soportar su gr¨¢cil cuerpo. Pero ya que ha convencido a todos los dem¨¢s, quiz¨¢ se convenza doblemente a s¨ª mismo. Esa aura ser¨¢ lo que le dar¨¢ su poder, tan luminoso como la buena suerte y tan permanente como la nieve de primavera. Por eso tiene que actuar con decisi¨®n. Hubo quienes durante la campa?a dijeron que Barack Obama hablaba muy bien, pero con palabras huecas; que era, como dicen en Tejas, todo sombrero, pero sin ganado. Debe demostrar a sus detractores que est¨¢n equivocados, iniciar los preparativos detallados y pr¨¢cticos para Copenhague y, as¨ª, refutarlos.
? Ian McEwan 2008 Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.