Guerra de sucesi¨®n en el espionaje
El fin del mandato de Alberto Saiz desata las presiones para controlar el CNI
Los guardias civiles que el pasado lunes asistieron en Cauterets (Francia) a la detenci¨®n de Txeroki se abrazaron emocionados. Algunos hab¨ªan sido compa?eros de Centeno y Trapero, asesinados hace casi un a?o en Capbreton por el propio pistolero. Luego, mostraron su agradecimiento a los agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), con quienes hab¨ªan compartido noches de insomnio e interminables jornadas de vigilancia con resultado incierto.
La investigaci¨®n que culmin¨® en una localidad tur¨ªstica del Pirineo franc¨¦s se inici¨® en 2003, todav¨ªa con el Gobierno del PP. Al principio era un hilo, luego una red que se fue cerrando lentamente en torno al etarra m¨¢s buscado. Muy pocos d¨ªas antes del desenlace, pareci¨® que todo estaba a punto de irse al garete debido a una filtraci¨®n period¨ªstica cuyo origen se desconoce. Pero al final, el CNI -en colaboraci¨®n con la Guardia Civil y la polic¨ªa francesa- asest¨® un duro golpe en el coraz¨®n del aparato militar de ETA. Algo que no hab¨ªa logrado hasta entonces.
El jefe del servicio secreto reconoci¨® a los suyos que hab¨ªa cometido un error
Saiz zanj¨® con un cese fulminante las diferencias entre dos directores generales
?se pod¨ªa haber sido el momento m¨¢s feliz para el hombre que desde 2004 dirige con categor¨ªa de secretario de Estado a los esp¨ªas espa?oles. Pero Alberto Saiz no estaba para celebraciones. S¨®lo cinco d¨ªas antes, hab¨ªa tenido que beber su trago m¨¢s amargo: reconocer ante sus propios subordinados que hab¨ªa cometido un grave error.
Fue en la toma de posesi¨®n de la nueva directora general de Inteligencia, Raquel G, donde admiti¨® abiertamente que estaba corrigiendo la equivocaci¨®n que supuso nombrar a su antecesor. Lo destituy¨® poco m¨¢s de tres meses despu¨¦s de haberle mando venir desde Londres para hacerse cargo del puesto clave de una instituci¨®n que trabaja para poner cada ma?ana la informaci¨®n m¨¢s valiosa sobre la mesa del presidente del Gobierno.
El cese fulminante de un director general con tan escaso tiempo en el puesto resulta siempre traum¨¢tico, pero mucho m¨¢s en una casa donde es costumbre hablar en voz baja y la moqueta amortigua el eco de los pasos. En otros departamentos, a los directores generales los nombra el Consejo de Ministros. En el CNI, en cambio, los designa y los destituye Saiz. Bajo su exclusiva responsabilidad.
El jefe del servicio secreto no se explay¨® ante sus subordinados sobre los motivos que le llevaron a adoptar tan dr¨¢stica decisi¨®n. Pero todos entendieron que se hab¨ªa producido una irreparable quiebra de confianza en Agust¨ªn Cassinello (resulta pueril resguardar su apellido, dada la popularidad de su padre, teniente general en la reserva y jefe de Informaci¨®n de la Guardia Civil en el 23-F) y tambi¨¦n un enfrentamiento entre ¨¦ste y Francisco M., responsable de operaciones del CNI.
Ambos proceden del Ej¨¦rcito de Tierra, son cincuentones y ostentan el grado de coronel. La carrera de Cassinello, que empez¨® como teniente en el Pa¨ªs Vasco, incluye destinos en la lucha contra ETA, en el departamento responsable de la informaci¨®n clasificada de la OTAN y en Estados Unidos, adem¨¢s de Londres.
Durante su breve permanencia en el cargo, mantuvo estrechas relaciones con el Cuerpo Nacional de Polic¨ªa, con el que el CNI nunca hab¨ªa logrado entenderse del todo, al contrario que con la Guardia Civil. Le ayud¨® seguramente el hecho de que un hermano suyo sea inspector.
Por eso, las diferencias entre Cassinello y Francisco M. no s¨®lo dividieron al personal del CNI, entre partidarios de uno y otro, sino que se trasladaron al Ministerio del Interior. En realidad, la propia estructura del servicio secreto propicia la pugna entre el jefe de inteligencia y el de operaciones. Sobre todo, si ambos comparten el rango de director general. La obligaci¨®n del primero es atender las demandas de informaci¨®n del Gobierno. La del segundo, obtenerla; aunque para ello haya que entrar en un domicilio o pinchar un tel¨¦fono. La tensi¨®n entre quienes administran la informaci¨®n y los que administran los medios debe resolverla un tercero. Y el ¨²nico que puede hacerlo es el secretario de Estado.
Saiz pod¨ªa haber dejado pasar unos meses, de forma que el relevo de Cassinello hubiera sido menos traum¨¢tico. Pero seguramente le habr¨ªa resultado m¨¢s dif¨ªcil explicarlo a medida que se acercara el 20 de abril.
Ese d¨ªa cumple un lustro al frente del CNI y su ley reguladora se?ala que "el mandato ser¨¢ de cinco a?os". Se trata de un plazo at¨ªpico, pues la limitaci¨®n temporal s¨®lo est¨¢ prevista para cargos de elecci¨®n parlamentaria (como el Defensor del Pueblo) o relativamente independientes y blindados (como el fiscal general del Estado), mientras que al director del CNI puede relevarlo el Gobierno cuando quiera y sin dar explicaciones.
Pero el precepto legal est¨¢ ah¨ª, fruto del s¨ªndrome Manglano (en alusi¨®n a quien dirigi¨® el servicio secreto durante 13 a?os) y hay interpretaciones jur¨ªdicas para todos los gustos: algunos consideran que el mandato es improrrogable; y otros que, como la ley no lo especifica, se pueden encadenar periodos sucesivos de cinco a?os.
Saiz, que lleg¨® a la direcci¨®n del CNI de la mano de Jos¨¦ Bono -sin m¨¢s experiencia pol¨ªtica que su paso por la Junta de Castilla-La Mancha- hace mucho que cort¨® el cord¨®n umbilical con el actual presidente del Congreso, como evidencia la reconvenci¨®n que le hizo Bono en la comisi¨®n parlamentaria de secretos oficiales, el pasado d¨ªa 5.
Tampoco forma parte del equipo de Carme Chac¨®n, a quien legalmente corresponde proponer el nombre del jefe del espionaje. En cambio, cuenta con el reconocimiento de la vicepresidenta Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega, con la que ha coincidido en las reuniones semanales dedicadas a abordar el problema de la inmigraci¨®n, en el que el CNI se ha volcado.
La ¨²ltima palabra la dir¨¢ el presidente Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. Mientras tanto, la guerra de sucesi¨®n arrecia y ya circulan dossiers an¨®nimos que pretenden salpicar a Saiz con presuntos casos de malversaci¨®n de fondos del centro.
El CNI en datos
- Art¨ªculo 9 de la Ley Reguladora del Centro Nacional de Inteligencia (2002). El secretario de Estado director del CNI ser¨¢ nombrado por real decreto a propuesta del ministro de Defensa. El mandato ser¨¢ de cinco a?os, sin perjuicio de la facultad del Consejo de Ministros de proceder a su sustituci¨®n en cualquier momento.
- Presupuesto. El CNI tendr¨¢ 255 millones de euros en 2009 (10 millones menos que este a?o). De esta cantidad, 17,8 millones corresponden a fondos reservados (la misma cantidad que este a?o).
- Personal. El CNI cuenta con unos 3.100 agentes (hace cuatro a?os eran alrededor de 1.900).
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