"?No me la quiten! ?No quiero dejar a mi hija con estos verdugos!"
Los ni?os robados por el franquismo relatan su historia, recuperada por Garz¨®n
"O¨ª gritos desgarradores: '?No me la quiten! ?Me la quiero llevar al otro mundo!'. Otra exclamaba: '?No quiero dejar a mi hija con estos verdugos. Matadla conmigo!'. (...) Se hab¨ªa entablado una lucha feroz: los guardias que intentaban arrancar a viva fuerza las criaturas del pecho y brazos de sus madres y las pobres madres que defend¨ªan sus tesoros a brazo partido. Jam¨¢s pens¨¦ que hubiese tenido que presenciar escena semejante en un pa¨ªs civilizado". Esto lo escribi¨® el fraile Gumersindo de Estella en sus memorias. Como capell¨¢n de la prisi¨®n de Torrero (Zaragoza) presenci¨® en sus m¨²ltiples formas, el encarnizamiento de los vencedores con los vencidos, sus mujeres y sus hijos. El robo de ni?os es quiz¨¢ la f¨®rmula m¨¢s atroz y menos conocida de la represi¨®n franquista. "Durante m¨¢s de 60 a?os no ha sido objeto de la m¨¢s m¨ªnima investigaci¨®n", denunci¨® esta semana el juez Baltasar Garz¨®n en el auto en el que se inhibe de la causa abierta contra Franco.
De lo que pasaba despu¨¦s con aquellos ni?os da cuenta otro capell¨¢n con inquietudes bien distintas en una carta que escribi¨® desde la Casa Cuna de Sevilla a los futuros padres de una de aquellas criaturas: "Mis queridos amigos: la madre de la ni?a se present¨® en la Diputaci¨®n (...) al ver esto y prever que les pod¨ªan hacer pasar a ustedes un mal rato, decid¨ª no hablar ni tocar el asunto en la Diputaci¨®n hasta que no estuviera alejada la idea de esta mujer y cuando ustedes fueran ni se acordaran que tal mujer hab¨ªa ido a reclamar nada".
El r¨¦gimen rob¨® ni?os a las madres presas, los repatri¨® sin permiso de sus padres ni de los pa¨ªses a los que la Rep¨²blica los hab¨ªa evacuado durante la guerra y desde 1941, permiti¨® por ley que les cambiaran los apellidos, impidiendo para siempre que su familia los encontrara. No se sabe cu¨¢ntos fueron. Muchos de esos ni?os habr¨¢n muerto ancianos sin saber cu¨¢l era su verdadero nombre. Estas son algunas historias de las madres que no olvidaron, los que tuvieron la suerte de reencontrarse y los que siguen buscando.
ANTONIA RADAS
"Me llamaba Pasionaria"
Tuvieron s¨®lo un a?o y medio para conocerse, "para hacernos preguntas", aclara Antonia. "Yo ten¨ªa 54 a?os cuando conoc¨ª a mi madre. Ella, 87". Carmen y Antonia se encontraron gracias a un programa de televisi¨®n, Qui¨¦n sabe d¨®nde. "La reconoc¨ª enseguida. ?Era id¨¦ntica a m¨ª, pero con 30 a?os m¨¢s! Mi madre me gust¨® mucho. Era aut¨¦ntica, ten¨ªa un poco de genio, igual que tengo yo". El a?o y medio que vivi¨® Carmen desde aquel encuentro se esfum¨® en presentar a hermanos y nietos, en llorar por el tiempo perdido y en aclarar una mentira.
"Yo siempre pens¨¦ que mi madre me hab¨ªa abandonado. Fue lo que me dijeron mis padres adoptivos. Y cuando en mi primera comuni¨®n se present¨® un chico diciendo que era mi hermano y que me fuera con ¨¦l porque mi madre me estaba esperando, yo le grit¨¦ '?es mentira!'. Pero era verdad".
-D¨¦janos a la ni?a, que nosotros te la cuidaremos-, le dijeron a su madre.
- ?Antes de eso, yo la ahogo!
"Mi madre me cont¨® que hab¨ªa o¨ªdo que robaban a los ni?os en la c¨¢rcel, por eso reaccion¨® as¨ª. Pero viendo que tarde o temprano me iban a apartar de ella, decidi¨® darme a otra presa que ya sal¨ªa en libertad para que cuidara de m¨ª los seis meses que le quedaban a ella de condena. Pero la amiga me vendi¨® o me regal¨® a mi familia adoptiva. Por no querer perderme, al final casi me pierde para siempre", recuerda Antonia, que a los 54 a?os descubri¨® que se llamaba Pasionaria. "A ella la hab¨ªan hecho presa para coger a mi padre, que estaba en el monte. ?l se entreg¨® y lo fusilaron y a mi madre no la soltaron. Me puso Pasionaria para fastidiar a los que hab¨ªan matado a mi padre. Pero en cuanto mis padres adoptivos me bautizaron, me lo cambiaron por Antonia".
ANTONIO PRADA GIR?N
A¨²n busca a su hermano
Aunque nunca supo si segu¨ªa vivo o con qu¨¦ nombre hab¨ªa muerto, Emilia Gir¨®n nunca olvid¨® a su segundo hijo. Quer¨ªa llamarle Jes¨²s y se lo quitaron en el hospital de Salamanca, adonde la hab¨ªan desterrado por ser hermana de uno de los guerrilleros m¨¢s famosos de Espa?a, Manuel Gir¨®n, El le¨®n del Bierzo.
Antes de dar a luz a Jes¨²s, Emilia hab¨ªa sido torturada decenas de veces para que confesara el paradero de su hermano. "Iban a buscarla a casa casi cada d¨ªa. Una hora despu¨¦s de parirme a m¨ª fueron a por ella y se la llevaron todav¨ªa sangrando al puesto de la Guardia Civil para que identificara a un guerrillero que hab¨ªan matado, para ver si era mi t¨ªo. La molieron a palos", explica Antonio Prada Gir¨®n, otro de sus hijos, que ha o¨ªdo muchas veces aquel relato.
"Yo s¨¦ que lo par¨ª. Se lo llevaron para bautizarlo, pero no me lo devolvieron. No lo volv¨ª a ver m¨¢s. Supongo que un matrimonio que no tuviera hijos se lo qued¨®, pero a m¨ª no me pidieron permiso", relat¨® Emilia Gir¨®n ante la c¨¢mara de Montserrat Armengou, autora del documental Los ni?os perdidos del franquismo. Ahora es su hijo Antonio quien le sigue buscando. "Mi madre muri¨® el a?o pasado, a los 96 a?os, con la pena de no haberle encontrado. No dej¨® de pensar en ¨¦l ni un solo d¨ªa. Porque mi madre lo pari¨®, y de eso no pudo olvidarse", explica Antonio. "Le ten¨ªa siempre en el pensamiento. Nos repiti¨® muchas veces que ten¨ªamos otro hermano y que se lo hab¨ªan robado. Le quer¨ªa tanto como a nosotros cinco".
MAR?A JOS? HUELGA
Cinco pruebas de ADN
Antes de morir, a los 84 a?os, Marina ?lvarez Guti¨¦rrez se hizo cinco pruebas de ADN con cinco mujeres que viv¨ªan en Francia, B¨¦lgica, La Rioja, Murcia y Zamora para averiguar si alguna de ellas era su hermana Mar¨ªa Luisa. No tuvo suerte. "La primera se la hizo muy ilusionada porque estaba convencida de que iba a ser su hermana. No se imaginaba que hubiera m¨¢s casos como el suyo, y que hab¨ªan robado a tantos ni?os", explica su hija Mar¨ªa Jos¨¦ Huelga. Marina no tuvo suerte. Ninguna de aquellas cinco mujeres era la ni?a que recordaba haber llevado de la mano hasta el carguero ingl¨¦s en el que fueron evacuados a Burdeos.
Intentando poner a sus seis hijos a salvo, su padre pidi¨® para ellos un pasaporte de guerra. "Le dijeron que no les iba a pasar nada, y mira lo que pas¨®. Mi madre ten¨ªa entonces tres a?os y medio y mi t¨ªa, poco m¨¢s de un a?o. Iban a Burdeos pero al final los separaron a todos. Mar¨ªa Luisa, la m¨¢s peque?a, nunca volvi¨®".
Mientras el miedo a Franco le impidi¨® preguntar por ella a la Guardia Civil, Marina acudi¨® con frecuencia a un echador de cartas para saber c¨®mo estaba su hermana. "Le dec¨ªan que estaba viva y mi madre se quedaba contenta. Siempre estaba pensando en ella, imaginando c¨®mo ser¨ªa ahora su hermana. A veces dec¨ªa: 'Siento que no est¨¢ muerta. A lo mejor es monja...'. Toda la vida tuvo la angustia de haberla perdido", recuerda Mar¨ªa Jos¨¦. "Por eso ahora, si consigo encontrar a mi t¨ªa, por una parte va a ser una alegr¨ªa, pero por otra va a ser una pena tremenda, porque mi madre se ha muerto sin verla. A¨²n as¨ª me encantar¨ªa encontrarla y decirle que no la abandonaron. Poder contarle lo que pas¨® y qui¨¦n es. Nadie se merece menos que eso. Pero es tan dif¨ªcil... si nosotras encontramos cinco mujeres con casos parecidos y ninguna era mi t¨ªa, ?cu¨¢ntos ni?os habr¨¢n podido robar los franquistas?".
MAR?A CALVO
Cuatro nombres distintos
Mar¨ªa ha tenido, en 76 a?os, cuatro nombres distintos: fue Mar¨ªa del Carmen Calvo Garc¨ªa al nacer. Mar¨ªa Exp¨®sita en Francia. Mar¨ªa P¨¦rez G¨®mez de vuelta a Espa?a. Y para que pudiera casarse, le pusieron Mar¨ªa L¨®pez Garc¨ªa, los apellidos de sus padres adoptivos.
El suyo, el que le hab¨ªan puesto sus padres, lo descubri¨® hace muy poco. "Te llamas Carmen Calvo Garc¨ªa", le tuvo que decir Florencia, su hermana, que tambi¨¦n la encontr¨® gracias a Paco Lobat¨®n, casi 70 a?os despu¨¦s de que un bombardeo alem¨¢n las separara en Francia cuando Mar¨ªa a¨²n era muy peque?a para recordar aquella imagen.
"Mi madre no sab¨ªa c¨®mo se llamaba. Tuvo que ir a la televisi¨®n para saber qui¨¦n era. Y a un forense para que le dijera mir¨¢ndole la dentadura cu¨¢ntos a?os ten¨ªa. ?Puede haber algo m¨¢s penoso?", se pregunta su hija Encarnaci¨®n, que pide hablar en nombre de su madre para que ella no sufra recordando la vida que perdi¨®.
Como tantos otros ni?os, Mar¨ªa y Florencia llegaron a Francia huyendo de una guerra y tropezaron con otra. Fueron a parar a distintas familias en Francia. Hasta que Franco reclam¨® la repatriaci¨®n de los 34.037 ni?os que el Gobierno rojo hab¨ªa expatriado durante la guerra obedeciendo "a consignas emanadas del Kremlin con objeto de obtener valiosos instrumentos para sus planes ulteriores", seg¨²n un informe de Falange sobre las repatriaciones, de noviembre de 1949. Las hermanas fueron separadas y tuvieron vidas muy distintas.
"Mi madre recuerda perfectamente el d¨ªa en que su madre adoptiva la recogi¨® en el colegio al que la hab¨ªan llevado en Madrid. Pusieron a todas las ni?as en el patio y mi abuela dijo: 'Esa es la que quiero'. Le dijo 'soy tu madre' y se la llevaron a Jumilla (Murcia)", explica Encarnaci¨®n. "Florencia tuvo una vida muy distinta. La pobre sufri¨® mucho...".
Entr¨® en un asilo a los 10 a?os y no sali¨® de ¨¦l hasta los 18. "Me qued¨¦ hasta ciega de tanto llorar. Reci¨¦n llegada de Francia, me orin¨¦ m¨¢s de una vez en la cama y las monjas me pon¨ªan las s¨¢banas por la cabeza. Me hac¨ªan pasar por el comedor de los ni?os con la s¨¢bana mojada para que me diera m¨¢s verg¨¹enza...", relata Florencia en el documental Los ni?os perdidos del franquismo justo antes de ahogarse en su propia voz. Falleci¨® hace a?os, poco tiempo despu¨¦s de que el ADN confirmara que la mujer a la que hab¨ªa encontrado en Qui¨¦n sabe d¨®nde era su hermana.
Mar¨ªa nunca se hab¨ªa atrevido a preguntar a sus padres adoptivos si era verdad lo que le hab¨ªan dicho otras ni?as: "T¨² no eres t¨²". Cuando se estaba muriendo, su madre adoptiva le confes¨® que hab¨ªa "un secreto", pero le dijo que se lo llevar¨ªa a la tumba. Y as¨ª fue. Con la ayuda de su hija, Mar¨ªa comenz¨® a buscar su identidad. Hasta que vio a su hermana en Qui¨¦n sabe d¨®nde. "No te conozco pero yo te quiero mucho", le dijo ella. Florencia nunca se hab¨ªa cre¨ªdo lo que le hab¨ªan dicho en el asilo: "Mar¨ªa est¨¢ muerta. La tiraron por la ventanilla del tren".
La regeneraci¨®n de la raza seg¨²n Vallejo N¨¢jera
El r¨¦gimen no intent¨® buscar a los padres de los ni?os que hab¨ªan sido evacuados, o directamente se los rob¨® a sus madres en las c¨¢rceles, en el intento de "recatolizarlos a la fuerza", explica el historiador Juli¨¢n Casanova, autor de La Iglesia de Franco. "La Iglesia fue la principal responsable del robo de estos ni?os, quer¨ªa purificar a aquellas criaturas, de familias rojas y descarriadas. Por eso estaban mucho m¨¢s interesadas en las ni?as que en los ni?os. Y a ese intento de purificaci¨®n obedece tambi¨¦n el aceite de ricino que les hac¨ªan beber a las mujeres cuando las torturaban", a?ade.
Para construir aquel sistema cruel que borraba la identidad de los ni?os, el r¨¦gimen se empe?¨® en conseguir que odiaran a sus padres, los rojos. Hizo falta un psiquiatra, el comandante Antonio Vallejo N¨¢jera, y una teor¨ªa disparatada sobre la Eugenesia de la hispanidad y la regeneraci¨®n de la raza.
En un intento de cuajar aquellas teor¨ªas con su fe cat¨®lica, Vallejo N¨¢jera ide¨® una suerte de "eugenesia positiva" con el fin de "multiplicar a los selectos y dejar que perezcan los d¨¦biles", entendiendo como d¨¦biles a los rojos, y como recuperables, a sus hijos, a los hijos robados del franquismo.
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