Federico, usurpado
"Despu¨¦s de Cervantes y de Garc¨ªa M¨¢rquez, Federico Garc¨ªa Lorca es con toda seguridad el escritor en lengua espa?ola m¨¢s conocido y universal. A ello ha contribuido de manera poderosa su final tr¨¢gico, asesinado en una cuneta por pistoleros fascistas en los albores de la Guerra Civil espa?ola, junto con un maestro de escuela y dos banderilleros de fama. Ten¨ªa entonces 38 a?os y se encontraba en la plenitud de su producci¨®n literaria. Conocedor del peligro que corr¨ªa, se hab¨ªa refugiado en la casa familiar del poeta Luis Rosales, adonde le fueron a buscar sus matarifes. La peripecia humana de Federico, que proced¨ªa de una familia acomodada de Granada; su orientaci¨®n sexual, en un tiempo en que la homofobia distingu¨ªa los comportamientos de la derecha cat¨®lica; la finura de su car¨¢cter, que al juzgar de sus amigos le convert¨ªa en un ser singularmente alegre, hasta infantil, son circunstancias que contribuyeron, junto a la proteica condici¨®n de sus poemas y al dram¨¢tico desenlace de su vida, a construir un mito de proporciones casi descomunales. De ¨¦l, como de Rimbaud o de tantos otros, bien puede decirse que entre sus obras literarias m¨¢s importantes se encuentra la de su propia existencia.
"Escribir era una obsesi¨®n para ¨¦l, pero era tambi¨¦n un deber"
(...) Su paso por la Residencia de Estudiantes de Madrid; su amistad con Salvador Dal¨ª; su compromiso irrenunciable con el car¨¢cter popular de la cultura (del que nace la que es probablemente su obra m¨¢s difundida, el Romancero Gitano); el desconcierto de su estancia americana; su reencuentro con el color y la sonoridad del verso a su paso por Cuba, de regreso a Espa?a; su compromiso personal con el teatro, a lomos de La Barraca, antes de concebir dos de las piezas m¨¢s s¨®lidas de toda la historia de la dramaturgia espa?ola, Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba..., todos ¨¦sos son hitos de una vida marcada por la b¨²squeda de la belleza y la armon¨ªa frente a un mundo hostil, refractario a la modernidad de sus propuestas y al desparpajo de su comportamiento. (...).
La literatura de Garc¨ªa Lorca remeda por doquier su propia existencia, se expresa en di¨¢logo continuo con la vida del artista, la reproduce y crea, fundiendo la experiencia personal en un mundo incomparable de palabras sonoras, hermosas, profundas, musicales, coloristas y et¨¦reas. La magia de la literatura lorquiana, lo que la hace tan irrepetible y explica su universalidad, es que se muestra a la vez popular y elitista, folcl¨®rica e intelectual, en un espejo probable de las propias caracter¨ªsticas personales del poeta. La pintura y la m¨²sica, el sentido del ritmo y la armon¨ªa, juegan un papel considerable en todo ello. Garc¨ªa Lorca gustaba de ilustrar con dibujos sus cartas y dedicatorias, hizo una exposici¨®n de cuadros en Barcelona, y sus escritos rinden culto a una concepci¨®n pl¨¢stica del arte literario. Pl¨¢stica y tambi¨¦n sonora. Le gustaba poner m¨²sica a muchos de sus poemas, recitados a los acordes del viejo Pleyel de la Residencia de Estudiantes, seg¨²n evocaba Neruda, o cantados por la cupletista de moda, La Argentinita, con el mism¨ªsimo Federico acompa?¨¢ndola al piano. Incluso lleg¨® a grabar un disco de El Caf¨¦ de Chinitas. Pero nadie crea que esta forma de proceder era apenas fruto del azar o de las indudables dotes naturales del poeta. Desde bien temprano expres¨® su decidida vocaci¨®n de escritor profesional, su convicci¨®n irrenunciable de que deb¨ªa dedicar su vida a la literatura, hasta el punto de que proyect¨® opositar como catedr¨¢tico de esa disciplina. Toda su trayectoria se enmarca en un esfuerzo consciente por llegar a ser un escritor profesional y tras el ¨¦xito memorable de Bodas de sangre pudo gozar, bien que ef¨ªmeramente, de la fama y el dinero de los autores de ¨¦xito. Escribir era una obsesi¨®n para ¨¦l, pero era tambi¨¦n un deber. Ning¨²n diletantismo al respecto; nada dejado a la improvisaci¨®n o a la casualidad, aunque tantas veces sucumbiera al soplo que inspira los sue?os de los genios: la muerte de Anto?ito el Camborio la redact¨® de un tir¨®n, acostado en su cama de la Residencia.
Los restos mortales de Garc¨ªa Lorca yacen amontonados en una fosa com¨²n, junto con los de sus compa?eros de fusilamiento, al pie de la sierra de Granada. Ni la familia, ni la fundaci¨®n que lleva su nombre, ni las autoridades, ni la comunidad literaria han hecho nada para remediar esta situaci¨®n. Antes bien, muchos de ellos han preferido no remover la memoria de uno de los sucesos m¨¢s oprobiosos de la historia de nuestra cultura, invocando razones de conveniencia pol¨ªtica o de farisaica moralidad en la instrumentaci¨®n de la convivencia entre espa?oles. Pero el legado de Federico no les pertenece, nos pertenece a todos nosotros, porque es un legado popular y universal, como a ¨¦l le habr¨ªa gustado que fuera. Cualquier manipulaci¨®n al respecto, la haga quien la haga, seguir¨¢ constituyendo una usurpaci¨®n. Y usurpaci¨®n es negar a sus millones de lectores, a tantos como han experimentado momentos de dolor y de alegr¨ªa, de estupor y plenitud, con la recitaci¨®n hasta exaltada de sus versos, la posibilidad de depositar una flor, entonar una sole¨¢ o rasguear el lamento de su guitarra ante el t¨²mulo civil del m¨¢s importante escritor espa?ol del siglo XX. Esperemos que las recientes iniciativas para poner fin a este sinsentido sean pronto coronadas con el ¨¦xito que la justicia y la raz¨®n demandan".
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