Primer asalto de un duelo
Durante toda la campa?a interna que las ha enfrentado, Martine Aubry y S¨¦gol¨¨ne Royal se han pasado el tiempo diciendo en esencia: pong¨¢monos al trabajo, los franceses nos est¨¢n mirando y esperan nuestras soluciones para la crisis financiera, y ahora econ¨®mica, que atravesamos. Pues bien, los franceses no han quedado decepcionados: tanto una como otra encontraron el remedio anticrisis infalible, que consiste en desviar la atenci¨®n, en hacer como si la crisis no existiese, para enfrentarse mejor. ?Qu¨¦ puede haber m¨¢s importante que saber qui¨¦n ha ganado, Martine o S¨¦gol¨¨ne?
Pero basta de iron¨ªas. Esta crisis en el seno del PS es, evidentemente, un asunto serio. Y el espect¨¢culo que nos ofrece -es decir, el de un partido dividido en dos bloques hostiles, que, sin embargo, tendr¨¢n que aprender a cohabitar si quieren evitar su desmembramiento- es desolador. Hace ya 10 a?os, en todo caso, que los socialistas franceses no ganan unas elecciones nacionales.
En Francia, la pol¨ªtica sigue siendo una inversi¨®n a largo plazo, y un fracaso puede dar legitimidad
Diez a?os. Fue el Gobierno de Lionel Jospin. Luego vino la cat¨¢strofe de 2002 (Jospin ausente de la segunda ronda de las presidenciales que dieron la victoria a Jacques Chirac frente a la extrema derecha de Jean-Marie Le Pen) y, en 2007, la derrota, honorable, sin duda, pero derrota al fin y al cabo, de S¨¦gol¨¨ne Royal frente a Nicolas Sarkozy.
En Francia, donde la pol¨ªtica sigue siendo una inversi¨®n a largo plazo, al rev¨¦s que en otros pa¨ªses, que renuevan sus ¨¦lites pol¨ªticas tras una derrota, un fracaso puede forjar una legitimidad. Fue el caso de Mitterrand, candidato de la izquierda en 1965 y 1974, antes de ganar en 1981 y 1988; o el de Chirac, candidato de la derecha en 1981 y 1988, antes de ganar en 1995 y 2002. La l¨®gica cl¨¢sica hubiera querido por tanto que S¨¦gol¨¨ne Royal, respaldada por la legitimidad del 47% de votos de izquierda en la segunda ronda de las presidenciales fuese aupada a la cabeza del PS para preparar las pr¨®ximas elecciones. Sin duda le ha faltado rapidez en la maniobra, pero es lo que intenta hacer con la obstinaci¨®n que le conocemos.
Sus dificultades obedecen al hecho de que, para empezar, la mayor¨ªa de los l¨ªderes socialistas (de Fabius a Strauss-Kahn, pasando por Aubry) no aceptaron su designaci¨®n como candidata por los militantes y, en mayor o menor medida, boicotearon la campa?a presidencial. S¨¦gol¨¨ne Royal tiene, desde este punto de vista, un doble problema: por una parte, desde la partida de Lionel Jospin y su desafortunada retirada de la escena pol¨ªtica, los socialistas est¨¢n hu¨¦rfanos; carecen de un l¨ªder y ninguno de aquellos y aquellas que podr¨ªan aspirar a serlo acepta a los dem¨¢s. Al grito de "?Por qu¨¦ no yo?", unos y otros amenazan con llevar al absurdo la l¨®gica presidencial: cualquiera con alg¨²n peso en la opini¨®n del PS sue?a con verse un d¨ªa en el palacio del El¨ªseo. Por otra parte, el estilo de S¨¦gol¨¨ne Royal y su forma de hacer pol¨ªtica -a menudo la comparan con una telepredicadora- molestan; y, durante la campa?a, ella misma sembr¨® dudas sobre su capacidad para ejercer la funci¨®n presidencial. Tanto es as¨ª que, m¨¢s que los dem¨¢s, S¨¦gol¨¨ne suscita una adhesi¨®n casi religiosa entre sus partidarios y un rechazo violento y excesivo entre sus adversarios.
De forma que los ¨²ltimos episodios de la historia del PS pueden interpretarse como el resultado de una voluntad de eliminaci¨®n de S¨¦gol¨¨ne Royal por todos aquellos que consideraban que el congreso de Reims era la ¨²ltima oportunidad para frenarla antes de las pr¨®ximas presidenciales de 2012.
?Y el fondo en todo esto? ?Y la doctrina? ?Tantas diferencias hay entre Royal y Aubry? Desde luego que no. De hecho, dicen exactamente lo mismo: ambas son europe¨ªstas y reformistas, y creen en las "virtudes" de la redistribuci¨®n fiscal y en las del d¨¦ficit p¨²blico; y ni una ni otra han propuesto ni una idea nueva para afrontar la crisis, sino que se han limitado a celebrar el retorno del Estado. De lo que se trata, en realidad, es de alergia y rechazo, o no, hacia S¨¦gol¨¨ne Royal. Unos siguen creyendo en ella; otros hacen de Martine Aubry un baluarte. Pero no hay que contar con la alcaldesa de Lille para sacrificarse por una organizaci¨®n colectiva: lo que tiene en mente es preparar su candidatura para enfrentarse a Nicolas Sarkozy en 2012. As¨ª que los sufrimientos de los socialistas est¨¢n lejos de haber terminado: estamos s¨®lo en el primer asalto del duelo Aubry-Royal. Sin embargo, las dos, y con ellas todos los socialistas, se hab¨ªan reunido en torno a Obama.
Nunca hubo una batalla tan virulenta y detestable como la de las primarias estadounidenses. Con tantos votos como Barack Obama, Hillary Clinton decidi¨® respetar una regla del juego que le era desfavorable. Ahora se dispone a convertirse en secretaria de Estado del presidente Obama. Los dirigentes socialistas deber¨ªan inspirarse en el Partido Dem¨®crata norteamericano para que sus actos fueran coherentes con sus proclamas admirativas. ?Vamos, queridos socialistas, un esfuerzo m¨¢s para ser verdaderamente dem¨®cratas!
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.