Dos escritores contra la barbarie
Salman Rushdie y Roberto Saviano charlan en Estocolmo sobre su falta de libertad
Cuando Salman Rushdie recomend¨® anoche en Estocolmo a Roberto Saviano "no concederle al miedo m¨¢s poder que el que realmente tiene" qued¨® claro que por esta vez las palabras pudieron con los tozudos hechos. Eso ocurri¨® durante el emocionante encuentro entre dos escritores amenazados mantenido ayer en el edificio de la Bolsa, sede de la Academia Sueca.
De un lado, Rushdie, autor angloindio en permanente huida entre 1989 y 1998 a causa de la fetua (edicto isl¨¢mico) con la que las autoridades iran¨ªes pusieron precio a su cabeza (cuatro millones de d¨®lares) por "blasfemar" contra Mahoma con Los versos sat¨¢nicos, un arma tan aparentemente inofensiva como un libro. Del otro, Saviano, de 29 a?os, que un d¨ªa fue un periodista valiente y desde 2006 malvive como autor amenazado de muerte por la Camorra debido al ¨¦xito (m¨¢s de un mill¨®n de ejemplares vendidos) del retrato duro y desapasionado que de la organizaci¨®n criminal napolitana construy¨® en su reportaje novelado Gomorra. Un autor enca?onado. Todo un s¨ªmbolo de la libertad de expresi¨®n. Y un creciente problema de seguridad all¨¢ donde va, a¨²n m¨¢s a medida que se acerca la Navidad, fecha l¨ªmite para la sentencia de muerte dictada desde la c¨¢rcel por el capo napolitano Carmine Schiavone.
'La palabra libre y la violencia sin ley' fue el lema que uni¨® a los dos escritores
Rushdie aconsej¨® a Saviano no conceder al miedo m¨¢s poder del que tiene
Y ah¨ª es donde entran los tozudos hechos que sobrevolaron anoche las cabezas de los 450 asistentes por entre las molduras barrocas y las l¨¢mparas de ara?a del gran sal¨®n de la Academia. La decena de polic¨ªas en el exterior, los pinganillos, las ¨®rdenes susurradas en sueco. Los fornidos muchachos que miraban de hito en hito y aguardaron de pie en los pasillos con las manos cruzadas sobre el regazo. La hilera de Volvos de alta cilindrada y cristales tintados. O la angosta entrada por la que se hizo desfilar a los invitados.
Se les hab¨ªa convocado a una charla sobre La palabra libre y la violencia sin ley y, en efecto, se habl¨® de una cosa y de la otra. Fue tras la presentaci¨®n del secretario, el proverbial Horace Engdahl, que convoc¨® a los autores pese a haber declarado que el asunto Saviano era "cosa de jueces y no de acad¨¦micos" y aunque la instituci¨®n se neg¨® a terciar en favor de Rushdie cuando los vientos del fanatismo azotaron el mundo literario a finales de los ochenta. Acaso por eso mismo, entre el p¨²blico se cont¨® con la sorprendente y desafiante presencia de la acad¨¦mica Kerstin Ekman, que acudi¨® al acto aunque no se la esperaba por haber sido beligerante contraparte en ambas pol¨¦micas.
El primero en empu?ar la palabra fue Saviano. Algo nervioso (a esa edad uno no habla en p¨²blico en lugares como ¨¦ste), trat¨® de explicar a una audiencia escandinava, y quiz¨¢ a s¨ª mismo, c¨®mo un libro era capaz de poner en marcha la maquinaria criminal de la Camorra. "La literatura da miedo. Conecta la barbarie con las cabezas y los corazones de los lectores. Y eso es peligroso. Porque pueden matarme a m¨ª, pero ya es demasiado tarde para acabar con todo los lectores de Gomorra", explic¨®. "En esta sociedad podemos hablar, opinar, incluso gritar. Pero no podemos traspasar la barrera del silencio. Viajar m¨¢s all¨¢ de las cosas que no se pueden decir".
Rushdie trat¨® de reconfortarle, como un involuntario maestro de la supervivencia a la sinraz¨®n, para soportar las cr¨ªticas de aquellos que le acusaron a ¨¦l ("como ahora te acusan a ti", se?al¨®) de buscar la notoriedad. "Aquellas maledicencias son algunas de las peores heridas que conservo de una ¨¦poca nefasta", record¨®. "Hubo quien dijo: 'si te hubieses quedado calladito, nada de esto habr¨ªa pasado'. Como si todo se redujese a una cuesti¨®n de gastar dinero de los impuestos en la seguridad de un escritor". Entonces pidi¨® a los presentes comprensi¨®n en dos niveles: "el conceptual" y "el pr¨¢ctico". "Parece que no, pero lo peor de todo son las peque?as cosas, como cruzar una calle. O vivir con cuatro tipos grandullones [los guardaespaldas] en un peque?o apartamento y no por gusto precisamente".
-?Existe entonces la libertad de expresi¨®n hoy?, se pregunt¨® Enghdal.
-Hay muchos canales, como Internet o la televisi¨®n. Pero eso no debe confundirnos. Ya saben lo que dicen. Cuando hay una inundaci¨®n, lo primero que falta es el agua potable- explic¨® Saviano a trav¨¦s de sus dos traductoras (anoche, a sus jaulas habituales se a?adi¨® la del idioma).
-Son tiempos agresivos para la libertad de expresi¨®n -repuso un brillante Rushdie que ayer se permiti¨® hasta el sarcasmo-. F¨ªjese en que los m¨¢s importantes escritores del mundo ¨¢rabe est¨¢n en el exilio. Siempre que edito un nuevo libro me preguntan: ?A qui¨¦n busca cabrear esta vez? Y yo digo: si la literatura no puede consternar a los poderosos, no sirve de nada. El hombre es un animal contador de historias y los violentos y los poderosos quieren controlar el modo en el que se cuentan las historias. Quieren que se relaten a su manera. Porque s¨®lo as¨ª controlan la condici¨®n humana. Los artistas siempre han tenido la obligaci¨®n de ir adonde no pod¨ªan ir, aunque eso fuese al otro lado de la frontera. Voltaire siempre recomendaba vivir cerca de una frontera internacional...
La velada trascendi¨® la an¨¦cdota morbosa para devenir verdadero acontecimiento cultural en Estocolmo. Cap¨ªtulo aparte fue la seguridad, que se reparti¨® entre la polic¨ªa local y el cuerpo especializado en terrorismo y espionaje. O r¨¦cords como ¨¦ste; las 450 entradas, gratuitas, se agotaron en "menos de un minuto", debido a lo que Ulrika Kjelin califica como el "inter¨¦s m¨¢s extraordinario" despertado nunca por un evento de la Academia Sueca. La misma que entregar¨¢ en un par de semanas el Nobel de Literatura a J. M. Le Cl¨¦zio.
Cuando los asistentes, tras hora y media de charla, se perdieron por las callejuelas del casco antiguo entre el crujir sordo de la nieve dura bajo lo pies, la bell¨ªsima fortaleza del edificio de la bolsa de Estocolmo y la claustrofobia de las vidas condenadas que contemplaron qued¨® atr¨¢s para ellos. No as¨ª para Saviano, que se escabull¨® del lugar (estar¨¢ en la ciudad hasta ma?ana) en el interior de su propia jaula. La c¨¢rcel de los tozudos hechos y las serias amenazas en la que se halla confinado.
Reflexiones literarias, consejos frente a la sinraz¨®n
- ROBERTO SAVIANO. "La literatura da miedo. Conecta la barbarie con las cabezas y los corazones de los lectores. Y eso es peligroso. Porque ahora pueden matarme a m¨ª, pero no a todos los lectores de
Gomorra".
"En esta sociedad podemos hablar, opinar, incluso gritar. Pero no podemos traspasar la barrera del silencio. De lo que no se puede decir".
"Hoy hay muchos canales en el mundo para expresarnos, como por ejemplo la televisi¨®n o Internet, pero eso no debe confundirnos. Ya saben ustedes lo que se dice: cuando hay una inundaci¨®n, lo primero que falta es el agua potable".
SALMAN RUSHDIE. "Las maledicencias son algunos de las peores heridas que conservo de una ¨¦poca nefasta. Hubo quien dijo: '?Si te hubieras quedado calladito nada de esto habr¨ªa pasado!".
"Parece que no, pero lo peor son las peque?as cosas, como cruzar una calle o vivir con cuatro grandullones en un peque?o apartamento".
"Son tiempos agresivos para la libertad de expresi¨®n. Los m¨¢s importantes escritores del mundo ¨¢rabe est¨¢n en el exilio".
"Si la literatura no puede consternar a los poderosos no sirve para nada".
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