"Lavar coches era un buen trabajo"
El defensa mexicano Salcido, tres veces 'espalda mojada', es el comod¨ªn de Stevens
Aunque ahora es millonario y se le califica como uno de los mejores defensas del momento -desde que ingres¨® en el PSV, tras el Mundial de 2006, ha jugado en todas las posiciones posibles de la zaga "sin desentonar", aunque por donde mejor rinde "es por la izquierda"-, Carlos Salcido (Ocotl¨¢n, M¨¦xico; 28 a?os) est¨¢ marcado "a fuego" por una ni?ez y adolescencia de espanto. Apenas contaba nueve a?os cuando su madre, Flores Ruiz, muri¨® a causa de un c¨¢ncer. La p¨¦rdida fue tan dura que el clan Salcido se desgaj¨® y los lazos familiares pr¨¢cticamente se desintegraron.
"Lo primero que hace siempre que viene es visitarla, ir a verla al pante¨®n. All¨ª recuerda los valores que le inculc¨®: la paciencia y el trabajo diario tienen su recompensa", asiente don Pablo, su padre, que carga y descarga muebles de sol a sol. Hartos de una vida sin esperanza, los hermanos mayores probaron fortuna en Houston, en el vecino Estados Unidos. Carlos, el pen¨²ltimo de seis, se fue "con 14 a?itos" a Guadalajara, la capital del Estado de Jalisco. "Durante dos a?os fui lavacoches, aunque tambi¨¦n ca¨ªa alg¨²n cami¨®n. Era un buen trabajo", cuenta Salcido; "pero mis pies empezaron a resentirse por el agua y por las botas de hule, as¨ª que tuve que dejarlo".
Mientras iba de un lado a otro, de una f¨¢brica de vidrio soplado a una ferreter¨ªa, de una carpinter¨ªa a "un lavadero de carros haciendo trabajos normales, cosas normales", el internacional mexicano desde septiembre de 2004 intent¨® cruzar en tres ocasiones, como un espalda mojada m¨¢s, "como uno de tantos", el desierto que separa M¨¦xico del sue?o americano. Las tres veces que lo intent¨® le descubrieron y deportaron. Entretanto, Salcido, que "nunca" pens¨® que ser¨ªa futbolista, jugaba como amateur hasta que Ram¨®n Candelario, ojeador del Chivas, le descubri¨® a los 20 a?os: "Unos amigos suyos iban a hacer unas pruebas y, mire por d¨®nde, descubr¨ª una mina de oro".
"El f¨²tbol me ha dado madurez, conciencia. He demostrado que val¨ªa", asiente el comod¨ªn de la escuadra holandesa; "por eso di el salto a Europa. No vine por dinero [su sueldo anual es de 3,8 millones de euros] porque en mi tierra cobraba lo mismo. ?Yo quer¨ªa ser campe¨®n, compadre! No lo hab¨ªa sido ni en el barrio y ansiaba ver qu¨¦ se sent¨ªa. Gritarlo".
La adaptaci¨®n no fue sencilla: "A los 15 d¨ªas de llegar a Eindhoven estaba desesperado. No conoc¨ªa a nadie. Me met¨ªa a comer en un McDonalds o en un Kentucky porque era lo m¨¢s f¨¢cil", explica. Sin saber expresarse para ir al estadio, remat¨® la faena llegando tarde a su propia presentaci¨®n con el PSV, con el que tiene contrato hasta 2012. "Pero, poco a poco, me gan¨¦ el puesto", se despide sin olvidar el vac¨ªo y el hambre que ha pasado: "Algunos parientes me llaman para que vaya cuando quiera. Ya no hace falta tanta atenci¨®n. Antes s¨ª la necesitaba".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.