?Clasificar universidades?
A medida que avanzamos en sistemas globales de informaci¨®n y la movilidad de personas se acent¨²a, crece la necesidad de orientaci¨®n en un mundo cada vez m¨¢s lleno de incertidumbres. No es nada extra?o para los que nos dedicamos a la actividad universitaria desde hace a?os recibir peticiones de informaci¨®n o consejo de amigos o conocidos, referentes a la mejor o menor calidad de las opciones para cursar un master o para solicitar una beca de formaci¨®n o de investigaci¨®n. Hace a?os, algunos medios de comunicaci¨®n espa?oles, siguiendo la estela de prestigiosos peri¨®dicos brit¨¢nicos, elaboraron un ranking de licenciaturas y de universidades espa?olas atendiendo, entre otros, al dudoso criterio por el cual cuantos menos alumnos aprobaban las materias de una licenciatura, m¨¢s prestigio y calidad ten¨ªa tal carrera. As¨ª, el lugar de honor lo ocupaban las ingenier¨ªas de caminos, al acumular el mayor n¨²mero de suspensos. En otras ocasiones, las clasificaciones de universidades se hicieron con mayor cuidado (por ejemplo, el informe dirigido por Jes¨²s de Miguel), pero siempre se generaban cr¨ªticas o acusaciones de sesgo, al entender que se estaban privilegiando ciertas cuestiones por encima de otras. En la actualidad, el llamado ranking de Shanghai, elaborado por la Universidad Jiao Tong de esta ciudad, en el que se ordenan las consideradas 500 mejores universidades del mundo, est¨¢ generando muchos desasosiegos, incomodidades y protestas, sobre todo por parte de las universidades europeas, que quedan claramente en inferioridad con relaci¨®n a las universidades norteamericanas.
No se pueden ignorar listas que sistematizan una cierta ordenaci¨®n de la investigaci¨®n competitiva a escala global
La clasificaci¨®n que realiza la Universidad de Shanghai se basa en los siguientes criterios: n¨²mero de premios Nobel y de acad¨¦micos merecedores de las medallas Fields que han salido de sus aulas y laboratorios; investigadores m¨¢s citados en 21 especialidades; cantidad de art¨ªculos publicados en las revistas Nature y Science; n¨²mero de art¨ªculos publicados por sus acad¨¦micos en revistas de impacto, y finalmente, una medida que compara tama?o de la universidad con rendimiento acad¨¦mico de la instituci¨®n. La selecci¨®n de indicadores apunta a un tipo de universidades calificadas normalmente como "universidades de investigaci¨®n", con largas trayectorias en el campo de la innovaci¨®n cient¨ªfica y tecnol¨®gica. En este ranking de las 500 universidades de todo el mundo analizadas, el predominio de las universidades norteamericanas es espectacular. Hemos de tener en cuenta que de las m¨¢s de 4.000 universidades que existen en Estados Unidos, apenas unas 200 se consideran universidades de investigaci¨®n. En Europa, s¨®lo el Reino Unido y, a una cierta distancia, Suiza, Holanda y los pa¨ªses escandinavos consiguen descollar en el mencionado ranking. Francia y Alemania mantienen ciertas posiciones, pero demuestran falta de renovaci¨®n, mientras Espa?a queda claramente atr¨¢s, a pesar del esfuerzo de los ¨²ltimos 20 a?os, que no logra compensar la marginalizaci¨®n anterior.
Las quejas se fundamentan, sobre todo, en los criterios que se utilizan para elaborar el ranking, que condicionan notablemente el resultado final. Si bien hasta hace poco ¨¦ste era un tema que aparentemente afectaba s¨®lo a los implicados en el mundillo universitario, los efectos del ranking empiezan a notarse. La Uni¨®n Europea anunci¨® hace s¨®lo unos d¨ªas, por boca de su comisaria Odille Quintin, su intenci¨®n de elaborar un nuevo sistema de clasificaci¨®n, que tuviera m¨¢s en cuenta las especificidades europeas y que no estuviera tan sesgado en beneficio de la investigaci¨®n por encima de la docencia o por el predominio de las publicaciones en ingl¨¦s por encima de las escritas en otras lenguas. Tambi¨¦n se critica el desequilibrio a favor de las ciencias experimentales y de la salud con relaci¨®n a las ciencias sociales y a las humanidades.
Es evidente que la geopol¨ªtica del capitalismo globalizado favorece que la concentraci¨®n del poder tecnol¨®gico, militar y econ¨®mico venga acompa?ada de una concentraci¨®n del poder del conocimiento. Pero nos deber¨ªa preocupar que, con un PIB inferior al de Espa?a, el conjunto de pa¨ªses escandinavos coloquen siete universidades entre las 100 primeras del ranking, cuando nosotros colocamos s¨®lo una (y ello gracias al peso del las investigaciones m¨¦dicas, que responden a din¨¢micas poco trasladables a otros campos del saber). Deber¨ªamos tambi¨¦n preguntarnos por el papel del CSIC en el sistema de investigaci¨®n espa?ol, con pocos incentivos a la doble afiliaci¨®n, cuando ello es una situaci¨®n muy generalizada en otros contextos. En general se constata que el tama?o acaba siendo un elemento importante, y ello est¨¢ conduciendo a procesos de unificaci¨®n de universidades francesas. ?Alguien est¨¢ pensando qu¨¦ ocurre en Catalu?a? ?Podemos seguir trabajando con l¨®gicas de competitividad local cuando necesitamos tama?os y din¨¢micas que nos permitan plantearnos objetivos m¨¢s globales? Por otra parte, el tipo de clasificaciones del estilo de la de Shanghai informa muy poco sobre la calidad de ense?anza de las universidades y nada nos dice sobre su nivel de inserci¨®n en las necesidades de transformaci¨®n social de su entorno. ?D¨®nde se estan valorando los esfuerzos de una u otra universidad en el sentido de incorporar a personas adultas, a alumnos con discapacidad, o sus aportaciones en los debates y problemas sociales de la comunidad en la que est¨¢n integradas? Es igualmente absurdo tratar de ignorar un ranking como el de Shanghai por lo que tiene de esfuerzo importante para analizar y sistematizar una cierta ordenaci¨®n de la investigaci¨®n competitiva a escala global, como asumirlo de manera acr¨ªtica y orientar nuestro sistema universitario hacia cotas que no son alcanzables a corto plazo. Lo m¨¢s razonable es trabajar simult¨¢neamente en la mejora de nuestras posiciones globales, esforz¨¢ndonos al mismo tiempo en una mayor articulaci¨®n entre din¨¢micas de generaci¨®n de conocimiento y capacidad de servicio a la comunidad. Para ello necesitamos criterios e indicadores de rendimiento universitario m¨¢s completos y m¨¢s plurales, yendo m¨¢s all¨¢ de un escenario en el que predominan criterios respetables, pero sesgados con relaci¨®n a la necesariamente compleja actividad universitaria.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UB.
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