P¨ªntxame'
San Sebasti¨¢n es una ciudad relativamente conocida en el universo mundo. Donostia lo es mucho menos, por no decir que no la conoce casi nadie, excepci¨®n hecha de un gremio muy especial. Me refiero, claro est¨¢, a los artistas, que siempre dicen, sobre todo los espa?oles, sentirse encantados de estar en "Donosti". Lo dicen as¨ª, sin la "a" final, con lo que, en vez de asaetear al santo, lo mutilan. Pero es que es muy dif¨ªcil decir Donostia en castellano sin caer en el exabrupto. La dicci¨®n m¨¢s aproximada a su pronunciaci¨®n eusk¨¦rica ser¨ªa deshaciendo el diptongo final y acentuando la "i," "Donost¨ªa". Claro que Donosti queda mucho m¨¢s mo?o?o, aunque la verdad es que no s¨¦ por qu¨¦. Forma parte, creo yo, de la jerga de aqu¨ª, del euska?ol a la donostiarra. Es como lo de los aitas. Los donostiarras no tienen padres, tienen "ait¨¢s". Yo aita s¨®lo tengo uno, pero ellos, al parecer, tienen cantidad de aitas, lo que los convierte en una sociedad algo extra?a. Los bilba¨ªnos, por ejemplo, s¨®lo tienen aittittes, les salen aitites por todas las esquinas, hayan nacido donde hayan nacido. Su vasquidad les queda siempre un poco m¨¢s lejana que a los donostiarras, pero el aitite les salva la cara, y casi la vida. Reconozco que a m¨ª, que s¨®lo tuve un aita y dos aittattas y no nac¨ª en Donosti, estas cosas me ponen de los nervios.
Ese nombre era recordable y reconocible. Hasta que algunos se empe?aron en borrarlo del mapa'
Cuando les oigo a los artistas decir Donosti, la palabra me llega con un sonido met¨¢lico. A los artistas les gusta agradar, aunque los vean ustedes con esas pintas. Y est¨¢n convencidos de que si dicen Donosti agradan a su p¨²blico, mientras que si dicen San Sebasti¨¢n cometen pecado. Podr¨¢n cagarse en toda la teolog¨ªa, pero en cuanto topan con San Sebasti¨¢n les tiemblan las carnes. No es que sea Dios, pero san Sebasti¨¢n es un santo universal y su nombre presenta escasas variaciones en las lenguas m¨¢s difundidas. A los artistas, en concreto, siempre les gust¨® mucho, de ah¨ª que no entienda bien ese anatema que los atenaza nada m¨¢s entrar en contacto con los vapores vascos. Les deben de dar pavor las flechas, que aqu¨ª pueden ser reales, aunque sean de plomo. Pero dec¨ªa que san Sebasti¨¢n es un santo muy universal, y a?ado que entre las ciudades que llevan su nombre hab¨ªa una que lo hac¨ªa casi por antonomasia y que se distingu¨ªa de las dem¨¢s en el anchuroso mundo, y esa ciudad era la m¨ªa. Quien hab¨ªa o¨ªdo hablar de San Sebasti¨¢n hab¨ªa o¨ªdo hablar de mi ciudad, y ese nombre era f¨¢cilmente recordable y reconocible en todas las latitudes. Hasta que algunos se empe?aron en borrarlo del mapa. A cambio de la ?o?er¨ªa.
Hace unos d¨ªas salt¨® la noticia de que la direcci¨®n del festival de cine amenazaba con dimitir si no se correg¨ªan algunos recortes de su financiaci¨®n institucional. Con la noticia surgieron las comparaciones con otros festivales de su categor¨ªa, pero fueron comparaciones estrictamente presupuestarias. Cannes, Berl¨ªn y Venecia manejaban presupuestos muy superiores. Es cierto, pero hay algo m¨¢s, sin que en ello tenga nada que ver la direcci¨®n del certamen. Creo que fue Bego?a del Teso, cr¨ªtica de cine de El Diario Vasco, la ¨²nica comentarista que se?al¨® ese algo m¨¢s. San Sebasti¨¢n tendr¨ªa la desgracia, y cito de memoria, de hallarse algo esquinada en la geograf¨ªa, la econom¨ªa, la pol¨ªtica y el mito. Voil¨¢. Venecia, adem¨¢s de una ciudad inigualable, es un nombre esplendoroso, un mito inmarchitable. Y lo mismo les ocurre, bajo otros aspectos, a Berl¨ªn o a Cannes. Los festivales de las tres ciudades son adem¨¢s emblemas culturales de sus respectivos pa¨ªses, y quedan al margen de contiendas pol¨ªticas, de las que el nuestro no consigue liberarse del todo. Y ninguno de ellos vive agobiado por los avatares de un problema local. Tampoco renunciar¨ªa ninguno de ellos a su nombre, que es donde cristaliza su mito. San Sebasti¨¢n s¨ª es capaz de hacerlo, renunciando con ello al todo de su proyecci¨®n y de su historia. Mi ciudad necesita venderse, y no debe renunciar a su marca, a su nombre glorioso. Necesita tambi¨¦n otras cosas, pero de esas hablaremos otro d¨ªa.
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