Alfredo Landa, un actor grande a pesar de su cine
No tengo excesivas lagunas culturales con el teatro ya que durante una ¨¦poca lamentable fui asiduo sin vocaci¨®n, por rutina, por pedag¨®gicas influencias, pero tampoco albergo sentimiento de culpa por haber sido tan zote como para no haber podido captar sus esencias, su sentimiento, su imperecedero arte, etc¨¦tera. Todo lo contrario que con el cine. En cualquier caso, cada vez que escucho la palabra "teatral" recuerdo demasiadas horas de aburrimiento, de no cre¨¦rmelo, de no vivirlo, de no sentirlo y tambi¨¦n algunos momentos deslumbrantes como ver y escuchar durante tres horas en un escenario a un tipo llamado Vittorio Gassman haciendo a¨²n m¨¢s gloriosos a Shakespeare, a Melville, a Pirandello.
Curado de esos espantos de juventud, de todo lo que lleve la subvencionada etiqueta de experimental, confieso que leo con gusto a un cr¨ªtico de teatro llamado Marcos Ord¨®?ez. Por el placer del texto, que resumi¨® Barthes.
Sin gustarme el teatro y aborreciendo la inmensa mayor¨ªa del cine que ha interpretado Alfredo Landa, leo ensimismado, de un tir¨®n, metido en la cama como mandan las buenas lecturas en los d¨ªas g¨¦lidos, Alfredo el Grande, vida de un c¨®mico (Aguilar), el libro del aqu¨ª inteligentemente invisible hombre de teatro Marcos Ord¨®?ez sobre un extraordinario actor de cualquier g¨¦nero llamado Alfredo Landa, eximio representante de un cine y una ¨¦poca indeseables en la historia de este pa¨ªs, s¨ªmbolo de pel¨ªculas tan cutres como vergonzantes que reflejaban inconscientemente el estado de las cosas. Supuestamente redimido para el cine serio, con pretensiones, con ambiciones art¨ªsticas, por el Bardem de la pat¨¦ticamente progresista El puente y por el insufrible lirismo y la cotidianeidad sentimental del cine de Garci, im¨¢genes, sonidos, tono, personajes, di¨¢logos y situaciones que siempre consiguen irritarme, un mundo con el que mantengo una antipat¨ªa visceral y racional. Y existe una obra maestra en la filmograf¨ªa de un histri¨®n de inmenso y desaprovechado talento, de alguien que se merec¨ªa guiones y directores a la altura de sus dones naturales. Se titula Los santos inocentes. Hace de perro resignado, dolorido, con una sensibilidad, una sobriedad y una complejidad que hace da?o.
El Habla memoria de Landa es torrencial, impagablemente informativo, vehemente, arriesgadamente sincero, con una lucidez notable respecto a su obra y el universo en el que tuvo que sobrevivir y donde consigui¨® acabar vivir como dios, como un triunfador, sin perder la cabeza, enganchado a sus insustituibles motores, su familia y su profesionalidad.
Landa cuenta historias brutales de los m¨¢s afamados c¨®micos de la lengua. Se compromete al "aqu¨ª estamos para decir lo bueno, lo malo y lo regular, que siempre van mezclados". Y dice cosas imprescindibles sobre el oficio de actor: "Lo importante es la voz, dominar el ritmo, tener comp¨¢s, clavar la frase, oler al personaje, sentirlo, estudiarlo, lanzarse a hacerlo con intuici¨®n, ser de verdad. Lo otro es componer y hacer voces raras. Lo dif¨ªcil es hacerlo por derecho y que parezca f¨¢cil". Y me cae bien Landa, el excesivo, el castizo, el directo, el que le responde al pope del teatro intelectual Jos¨¦ Carlos Plaza cuando ¨¦ste afirma condescendientemente despu¨¦s de a?os de desprecio: "?Sabes que no lo haces nada mal?", con un reivindicativo y demoledor: "?Y t¨² te has fijado en qui¨¦n va primero en los t¨ªtulos de cr¨¦dito? Pues por eso. Porque lo hago bien. ?O te has cre¨ªdo que me han puesto ah¨ª por ser bajito?".
Babelia
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