Chaikovski entre rejas
La Joven Orquesta Nacional de Espa?a da un concierto en la prisi¨®n de Soto
El autob¨²s se acerc¨® a la c¨¢rcel Soto del Real-Madrid V con una extra?a troupe de visitantes, de manos encallecidas y voluminoso equipaje que, en circunstancias normales, no habr¨ªa llegado ni al primer control de seguridad. ?Fundas de fusiles y escopetas? No, violines, contrabajos y violas de la Joven Orquesta Nacional de Espa?a (JONDE) que est¨¢ de gira para homenajear al maestro Jos¨¦ Antonio Abreu junto a 34 m¨²sicos invitados de orquestas internacionales. Los chavales preparaban su inminente viaje a Nueva York y Miami, pero antes quer¨ªan tocar tambi¨¦n para un p¨²blico "m¨¢s atento y silencioso de lo normal", como destac¨® el director de la orquesta, Pablo Mielgo. Y ese p¨²blico eran los reclusos de Soto del Real.
"Es la primera vez que piso una c¨¢rcel y no s¨¦ qu¨¦ me voy a encontrar. Pero tengo muchas ganas de tocar para las personas que no pueden ver fuera un concierto", afirmaba el violinista Carlos Oca?a, de 23 a?os, a punto de pasar los tr¨¢mites de identificaci¨®n, comprobaci¨®n y verificaci¨®n de que aquellos 84 m¨²sicos de menos de 30 a?os realmente eran los clarinetistas, contrabajistas, flautistas y dem¨¢s istas que iban a aportar una tarde diferente a la rutina carcelaria. El concierto-homenaje (coorganizado por la Fundaci¨®n SaludArte) se enmarca en el programa para centros penitenciarios del teatro Real, que desde el pasado octubre imparte un taller de ¨®pera a 12 internos y planea organizar nuevos conciertos y actividades musicales en los pr¨®ximos meses.
Todo sea para olvidar el inh¨®spito entorno, cuajado de vallas y enrejados bajo una imponente torre de vigilancia. Mientras las puertas met¨¢licas y los tornos se abr¨ªan lentamente y cerraban a¨²n m¨¢s lentamente detr¨¢s de cada m¨²sico, al otro lado, en el sal¨®n de actos de la prisi¨®n, los nervios consum¨ªan a los reclusos. Sobre todo a dos: Valentino y Paul, encargados de hacer la presentaci¨®n del concierto ante 200 compa?eros. "Formamos parte del taller de ¨®pera del teatro Real. Y como tambi¨¦n nos encargamos del taller esc¨¦nico, nos pidieron que present¨¢semos a la orquesta. No te imaginas qu¨¦ nervios", aseguraba Valentino, en prisi¨®n desde hace algo m¨¢s de tres a?os.
Paul, que va de camino a su primer a?o privado de libertad, confesaba que gracias al teatro Real hab¨ªa encontrado una forma de evadirse: "Las clases y el taller de m¨²sica permiten que nos olvidemos de que estamos aqu¨ª dentro. Es una forma de ser un poquito m¨¢s libres. No es lo mismo estar en el m¨®dulo que estar en este sal¨®n de actos, hablando de m¨²sica". "Pero no s¨®lo es la m¨²sica", le rebat¨ªa su compa?ero. "Aqu¨ª entre los compa?eros nos apoyamos, lloramos unas veces, sacamos las cosas buenas y malas fuera, y eso est¨¢ bien para hacerlo m¨¢s llevadero".
Sonaban ya los ¨²ltimos acordes del ensayo y calentamiento, as¨ª que Valentino y Paul subieron al escenario entre aplausos de los m¨²sicos y espectadores. Su introducci¨®n consist¨ªa en contextualizar el concierto, hablar del maestro Abreu y de Chaikovski, cuya Sinfon¨ªa n¨²mero 5 en mi menor era el tema elegido. A todo el mundo le qued¨® meridianamente claro el planteamiento: Chaikovski fue un infeliz toda su vida por tener que ocultar su homosexualidad. "Se cas¨®, s¨ª. Y el matrimonio dur¨® exactamente... nueve semanas, lo que estuvieron de luna de miel". Risas c¨®mplices, a pesar de la tragedia, porque la c¨¢rcel favorece tambi¨¦n el humor negro.
Tras 50 minutos de maestr¨ªa musical interpretada por los j¨®venes, en vaqueros y zapatillas deportivas, el auditorio se puso en pie a aplaudir entre gritos de "Bravo" y peticiones de m¨¢s. Los guardias de seguridad hab¨ªan dejado abiertos sus walkie-talkies, para que el resto de reclusos que no entraban en el sal¨®n de actos pudieran al menos escuchar el concierto en sus m¨®dulos. "?Otra, otra, ?es que no van a tocar m¨¢s?", chirri¨® un walkie-talkie al fondo, que fue r¨¢pidamente silenciado. Hubo tiempo para tres: La boda de Luis Alonso, el pasodoble Amparito Roca y lo que consigui¨® que el p¨²blico enloqueciera: Paquito, el chocolatero. Carcajadas y complicidad entre los m¨²sicos, baile t¨ªpico entre director y los violines, y 200 internos que se rompieron las manos de tanto aplaudir.
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