Para que no olvidemos
Hace unos meses, me encontraba en una reuni¨®n de economistas y autoridades financieras hablando, c¨®mo no, de la crisis. Hubo mucho examen de conciencia. Un pol¨ªtico veterano preguntaba: "?Por qu¨¦ no lo vimos venir?".
Naturalmente, s¨®lo se le pod¨ªa responder una cosa, y la dije yo: "?Qu¨¦ quieres decir con 'vimos', hombre blanco?".
Ahora en serio, el susodicho ten¨ªa raz¨®n. Hay quienes dicen que la crisis actual no tiene precedente, pero lo cierto es que hay muchos precedentes, algunos de ellos de cosecha muy reciente. Ahora bien, se hizo caso omiso de estos precedentes. Y la historia de c¨®mo no lo "vimos" venir tiene una clara implicaci¨®n pol¨ªtica, a saber, que la reforma del mercado financiero deber¨ªa ponerse en marcha r¨¢pidamente, de que no se deber¨ªa esperar a que la crisis se resuelva.
Por muy apretada que est¨¦ ya la agenda, no deber¨ªa aplazarse la reforma financiera
Los inversores llegaron a creer que Greenspan ten¨ªa un poder m¨¢gico para resolver cualquier problema
Y respecto a esos precedentes: ?por qu¨¦ desecharon tantos observadores los signos inequ¨ªvocos de la burbuja inmobiliaria, a pesar de que a¨²n estaba reciente en nuestra memoria la burbuja de las puntocom de la d¨¦cada de los noventa?
?Por qu¨¦ insist¨ªa tanta gente en que nuestro sistema financiero era "fuerte", como dijo Alan Greenspan, cuando en 1998 el colapso de un ¨²nico fondo de cobertura (Long-Term Capital Management) paraliz¨® temporalmente los mercados de cr¨¦dito de todo el mundo?
?Por qu¨¦ pr¨¢cticamente todo el mundo cre¨ªa en la omnipotencia de la Reserva Federal cuando su hom¨®logo, el Banco de Jap¨®n, se pas¨® una d¨¦cada tratando en vano de reactivar una econom¨ªa atascada?
Una buena respuesta a estas preguntas es que a nadie le gusta un aguafiestas.
Mientras la burbuja inmobiliaria segu¨ªa hinch¨¢ndose, los prestamistas estaban ganando much¨ªsimo dinero concediendo hipotecas a cualquiera que entrara por la puerta; los bancos de inversi¨®n estaban ganando a¨²n m¨¢s dinero reconvirtiendo esas hipotecas en nuevos y relucientes valores; y los gestores de capital que se apuntaban enormes ganancias sin realizar al comprar esos valores con fondos prestados parec¨ªan verdaderos genios y se les pagaba como corresponde. Pero, ?qui¨¦n ten¨ªa ganas de escuchar a unos economistas pat¨¦ticos advirtiendo que todo aquello era, en realidad, un negocio piramidal de dimensiones descomunales?
Hay tambi¨¦n otro motivo por el que los c¨ªrculos de la pol¨ªtica econ¨®mica no vieron venir la crisis actual. Las crisis de la d¨¦cada de 1990 y de principios de la d¨¦cada actual deber¨ªan haber sido contempladas como presagios funestos, como el preludio de los problemas todav¨ªa peores que se nos ven¨ªan encima. Pero todo el mundo estaba demasiado ocupado celebrando que hab¨ªamos logrado superar esas crisis como para prestar atenci¨®n.
Repasemos en concreto lo que aconteci¨® tras la crisis de 1997 y 1998. Esta crisis puso de manifiesto que el sistema financiero moderno, con sus mercados liberalizados, unos actores fuertemente apalancados y movimientos de capital mundiales, estaba volvi¨¦ndose peligrosamente fr¨¢gil. Pero cuando amain¨® la crisis, lo que estaba a la orden del d¨ªa era el triunfalismo, no los ex¨¢menes de conciencia.
La revista Time denomin¨® a Greenspan, Robert Rubin y Lawrence Summers "El comit¨¦ que salvar¨¢ al mundo", el tr¨ªo que "impidi¨® un desastre financiero mundial". Efectivamente, todo el mundo celebr¨® que pudimos alejarnos del precipicio, pero se olvid¨® de preguntar por qu¨¦ llegamos a estar tan cerca del borde.
De hecho, es posible que tanto la crisis de 1997 y 1998 como el pinchazo de la burbuja de las puntocom tuvieran el perverso efecto de hacer que tanto los inversores como las autoridades econ¨®micas se volvieran m¨¢s complacientes, en vez de menos. Dado que ninguna de las dos crisis estuvo a la altura de nuestros peores temores, dado que ninguna de las dos desemboc¨® en otra Gran Depresi¨®n, los inversores llegaron a creer que Greenspan ten¨ªa un poder m¨¢gico para resolver todos los problemas (y tambi¨¦n el propio Greenspan, sospecha un servidor, pues se opuso a todas las propuestas de una regulaci¨®n prudente del sistema financiero).
En estos momentos nos encontramos en medio de otra crisis, la peor desde la d¨¦cada de 1930. Hasta la fecha, todas las miradas apuntan a la respuesta inmediata a esta crisis. ?Servir¨¢n finalmente de algo las cada vez m¨¢s dr¨¢sticas iniciativas de la Reserva Federal para descongelar los mercados de cr¨¦dito? ?Servir¨¢ el est¨ªmulo fiscal del Gobierno de Obama para dar un giro a la productividad y el empleo? (Por cierto, sigo sin estar seguro de que el equipo econ¨®mico est¨¦ siendo suficientemente ambicioso).
Y puesto que estamos todos tan preocupados por la crisis actual, cuesta concentrarse en temas a m¨¢s largo plazo, como frenar nuestro desenfrenado sistema financiero con el objetivo de evitar o al menos acotar la pr¨®xima crisis. No obstante, la experiencia de la ¨²ltima d¨¦cada nos indica que, mejor temprano que tarde, deber¨ªamos plantearnos una reforma financiera y, sobre todo, regular el "sistema bancario en la sombra" que ha originado el caos actual.
Porque una vez que la econom¨ªa est¨¦ en la senda de la recuperaci¨®n, los chanchulleros volver¨¢n a ganar dinero f¨¢cil, y presionar¨¢n con todas sus fuerzas contra todo aqu¨¦l que intente limitar sus beneficios netos. Es m¨¢s, el ¨¦xito de las iniciativas para la recuperaci¨®n parecer¨¢ algo predestinado, aunque no lo haya sido, y la urgencia para actuar desaparecer¨¢.
?ste es mi ruego: por muy apretada que ya est¨¦ la agenda del ejecutivo entrante, no deber¨ªa aplazar la reforma financiera. El momento de empezar a prevenir la pr¨®xima crisis es precisamente ahora.
Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa de Princeton y Premio N¨®bel de Econom¨ªa de 2008. ? 2008 New York Times News Service Traducci¨®n de News Clips.
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