Balenciaga, manga por hombro
Si Crist¨®bal Balenciaga hubiera sido tan chapucero y manirroto como las personas que han promovido e iniciado en Getaria el museo que guardar¨¢ sus creaciones de moda m¨¢s descollantes, no habr¨ªa pasado de ser un calamitoso sastre de pueblo. Sin embargo, el esc¨¢ndalo de la gesti¨®n de esta iniciativa cultural sobre la figura del gran maestro de la alta costura parisina va m¨¢s all¨¢ de la chapuza. En el caso Balenciaga hay una denuncia de la Fiscal¨ªa de Guip¨²zcoa contra tres personas, un edificio inacabado y problem¨¢tico para el destino que se le quiere dar, irregularidades contractuales y contables, prendas y complementos de la colecci¨®n dadas como regalo, un despilfarro sangrante de dinero p¨²blico y, por no alargar la relaci¨®n, una estrepitosa falta de control de las administraciones concernidas en el museo. Nada menos que cuatro: el Ayuntamiento de la localidad, la Diputaci¨®n de Guip¨²zcoa, el Gobierno vasco y el Ministerio de Cultura.
Del caso sobresale ante todo la dejadez y falta de reacci¨®n de las instituciones
Durante ocho a?os, ninguna de las cuatro instituciones fue capaz de atajar la catarata de desprop¨®sitos que acumulaba lo que en su origen, y ahora tambi¨¦n, era una buena idea. Y, aunque hubo informes y algunas advertencias previas sobre el desastre que se estaba cociendo alrededor de la colecci¨®n del famoso modisto guetariano, el descubrimiento del roto correspondi¨® a un peque?o partido, Aralar, en una fecha tan tard¨ªa como 2007.
Habr¨¢ que esperar a que la justicia asigne las responsabilidades penales del caso, si llega a establecerlas, y a que la comisi¨®n de investigaci¨®n creada en el Parlamento vasco fije las responsabilidades pol¨ªticas contra¨ªdas por los administradores p¨²blicos. Pero de lo conocido hasta ahora, mucho de ello gracias al trabajo de investigaci¨®n de este diario, sobresale ante todo la dejadez y la falta de reacci¨®n de las instituciones ante la ca¨®tica administraci¨®n del impulsor y gestor del proyecto, el ex alcalde peneuvista de Getaria, Mariano Camio, de la que hab¨ªa noticias antiguas. En la pr¨¢ctica, todo se torci¨® cuando Camio, como vicepresidente ejecutivo de la Fundaci¨®n Balenciaga tras dejar la alcald¨ªa, encarg¨® en 2001 la redacci¨®n del proyecto del futuro museo a su amigo Juli¨¢n Argilagos, un arquitecto cubano residente en aquellos a?os en la localidad y sobre cuya titulaci¨®n y capacitaci¨®n profesionales para abordar un edificio de esa envergadura ya se plantearon s¨®lidas dudas.
Previamente, el ex alcalde hab¨ªa sido capaz de seducir a un mont¨®n de personalidades y entidades con la idea de preservar los dise?os del modisto con un ambicioso museo en su localidad natal. No en vano Hubert de Givenchy ocupa la presidencia de la Fundaci¨®n Balenciaga, formada por el Ayuntamiento de Getaria y el Ministerio de Cultura, y que tiene a los Reyes como patrones de honor. La cobertura del PNV parece haber sido fundamental para facilitar los apoyos que Camio encontr¨® en Madrid, despu¨¦s de que el Departamento de Cultura de Mari Carmen Garmendia se excluyera de una iniciativa que no ve¨ªa clara. Y tambi¨¦n para que el Gobierno vasco, ya con Miren Azkarate, y la Diputaci¨®n de Gonz¨¢lez de Txabarri acudieran en 2005 al rescate de un proyecto que hac¨ªa aguas por todos los costados. Lo chusco del caso es que al frente de la sociedad Berroeta Aldamar, constituida para sacar adelante un edificio cuyo coste se hab¨ªa disparado de seis a 21 millones de euros y sobre el que existen asentadas dudas de que resulte adecuado para acoger un museo textil, se coloc¨® como gerente al mismo Mariano Camio.
De la diluci¨®n de responsabilidades entre distintas administraciones, la ausencia de una jerarqu¨ªa institucional clara, la falta de controles rigurosos y de transparencia, y la sustituci¨®n de la capacidad profesional por la confianza pol¨ªtica sale un c¨®ctel letal para cualquier iniciativa p¨²blica. Estos ingredientes, en mayor o menor concentraci¨®n, aparecen en todos los episodios escandalosos que est¨¢n jalonando en los ¨²ltimos a?os la vida pol¨ªtica vasca y que, inevitablemente, afectan en mayor medida al partido gobernante durante largos a?os. Mariano Camio pudo ser un buen alcalde para su pueblo, un h¨¢bil negociante de influencias y, sin duda, un visionario convincente. No obstante, su capacidad para llevar adelante el sue?o que concibi¨® queda retratada en el pantanal donde se encuentra atrapado ¨¦ste. Por lo visto, ninguna de las instituciones involucradas cay¨® en el detalle de que el prop¨®sito de hacer un museo requer¨ªa la presencia de un responsable especializado en la materia, que supervisara el proyecto constructivo y su ejecuci¨®n. En el de Balenciaga no lo ha habido, lo que ayuda a entender c¨®mo se ha llegado a la actual situaci¨®n. Y sigue sin haberlo.
Previsiblemente, el caso terminar¨¢ cayendo sobre las costillas de Camio, difumin¨¢ndose las responsabilidades de quienes en otras instancias pol¨ªticas e institucionales no supieron ejercer la desconfianza previsora que aconseja el buen gobierno de las cosas p¨²blicas. Y al final habr¨¢ Museo Balenciaga, aunque con un enorme siete que avergonzar¨ªa al legendario modisto y que pagaremos todos a escote.
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