Una calumnia gloriosa
Hay gente a la que le sorprende el silencio de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez en los actos p¨²blicos, y hay quienes no conciben que no diga ni media palabra en el homenaje a su amigo Fuentes. Es una tradici¨®n. Alguien puso una vez a Gabo en la tarjeta de presentaci¨®n de un libro de otro amigo suyo. Y se levant¨® en c¨®lera, hasta que la tarjeta lo dej¨® en blanco. ?l dice que escribe para no hablar. Cuando acab¨® de hablar Sergio Ram¨ªrez, que fue tan aplaudido como ¨¦l -pero Sergio habl¨®-, Gabo le dijo algunas cosas, desde su sitio en la mesa, y Josefina Delgado, escritora argentina, grit¨® desde el p¨²blico: "?Que diga lo que dijo!". Ahora ya se sabe qu¨¦ dijo, despu¨¦s del relato de Ram¨ªrez sobre una cena en la que estaba Garc¨ªa M¨¢rquez: "Nunca me han calumniado tan gloriosamente". Al final hubo un amago de que el hijo del telegrafista iba a mandar al menos un telegrama. Imposible. ?l va, se sienta, a veces parece que dormita, aplaude lanzando las manos hacia delante, y regresa a su mutismo. ?Y en privado? Ah. Ah¨ª se explaya. Tras las intervenciones de ayer, se dedic¨® a sacarle punta a lo que cont¨® Monsiv¨¢is, "te lo inventaste". Pero el ensayista mexicano le dijo: "Todo est¨¢ documentado". En realidad, el acto en torno a Fuentes fue un coro de memoria de una ¨¦poca que ¨¦l personaliza. Pero no ser¨¢ completo hasta que hable Gabo. Y s¨®lo lo har¨¢ por escrito. Si lo hace. Hace muchos a?os, en su casa de Barcelona, este t¨ªmido que ya oye mal puso un artilugio que reproduc¨ªa una carcajada; as¨ª que cuando entraba un visitante el aparato empezaba a escupir burla, y eso le animaba a hablar. Ahora, ni aunque le regalen un altavoz de carcajadas habla Gabo delante de la gente.
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