"Los bandidos me odian porque estoy cerca"
Medell¨ªn. Llega a su despacho de vaqueros y chaqueta; Alonso Salazar, el alcalde de esta ciudad viste as¨ª, descomplicado, cuando logra hacerle el quite a la corbata. Es un hombre de acci¨®n; lo desgastan las jornadas de oficina, el esquema de seguridad que blinda cada uno de sus pasos. "Callejeo mucho", cuenta, mientras se acomoda en la mesa de juntas, acondicionada como comedor para el desayuno.
Le gusta enterarse sobre el terreno de lo que ocurre en esta ciudad que no ha logrado quitarse el r¨®tulo de violenta. Actuar as¨ª genera confianza, pero tambi¨¦n enemigos: "Ser una figura m¨¢s lejana implicar¨ªa no tener un odio tan directo de los bandidos".
Naci¨® hace 48 a?os en un caser¨ªo peque?o, a tres horas de Pensilvania, un municipio encaramado en monta?as casi inexpugnables. Pero se meti¨® en las entra?as de la ciudad cuando, como estudiante de periodismo, empez¨® a hacer trabajo social. Y estando en una de las barriadas colgadas de la monta?a, vio c¨®mo j¨®venes que no abr¨ªan la boca en las reuniones, aparecieron un d¨ªa, pistola en mano, convertidos en temidos supermachos. Intent¨® hacer un ensayo. "Era un fen¨®meno mezcla de influencia de la guerrilla, del narcotr¨¢fico... muchachos muy rezanderos, llenos de escapularios... No era razonable; no fui capaz, y termin¨¦ haciendo testimonio", confiesa con una sonrisa ronca, como contenida, muy de ¨¦l.
El alcalde de Medell¨ªn cree que all¨ª las instituciones son peores que la gente
Su libro No nacimos pa' semilla descubri¨® el alma de los ni?os sicarios. El trabajo social nada cambiaba. Pens¨®: "El cambio s¨®lo se logra desde el poder". Se lanz¨® al concejo en 1997; fracas¨®. Pero en esta "aventurilla pol¨ªtica" conoci¨® a Sergio Fajardo. Cuando a este matem¨¢tico sin partido le dio la locura de ser alcalde de Medell¨ªn, lo acompa?¨® en la campa?a. Llevaba bajo el brazo el manuscrito de su nuevo libro: La par¨¢bola de Pablo. Aprovechaba cualquier minuto para hacer correcciones a ese retrato de Pablo Escobar, el capo que puso en jaque a esta ciudad de casi tres millones de habitantes anidada entre monta?as. Fajardo se convirti¨® en alcalde en el a?o 2004 y Salazar, en secretario de Gobierno. Les toc¨® asumir el proceso de reinserci¨®n de 4.300 desmovilizados de grupos paramilitares.
Como alcalde -asumi¨® en enero pasado- sigue d¨¢ndole la mano a los enrutados; pero hay mano dura para los desviados. Acabar con la corrupci¨®n institucional y con la violencia que genera el narcotr¨¢fico, son sus retos.
Esta lucha le ha costado. Llevaba poco de alcalde cuando empez¨® a sentir el ambiente enrarecido. Pronto se destap¨® el esc¨¢ndalo: el comandante de la polic¨ªa, y el jefe de fiscales de la ciudad ten¨ªan nexos con el hoy considerado mayor narco-paramilitar del pa¨ªs: Don Mario.
En esos d¨ªas de tensi¨®n, de miedo, so?¨® con volver a ser reportero de a pie, andar por ah¨ª buscando historias... y a?or¨®, como nunca, tener m¨¢s tiempo para su hija de tres a?os. ?Vale la pena ser alcalde? "Uno ve que puede transformar cosas", responde. Se acaba el caf¨¦; aprovecha los ¨²ltimos minutos para repetir: "Las instituciones deben ser mejores que su sociedad; aqu¨ª nos ha pasado lo contrario".
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